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Antón Castro

EL TAXISTA ABDELAZIZ

EL TAXISTA ABDELAZIZ

Abdelaziz hacía pensar en Morgan Freeman en “Paseando a Miss Daisy”: moreno, con bigote y el pelo blanco. Nos vino a buscar al aeropuerto de Casablanca con su Mercedes claro y nos llevó a la ciudad. Era la una de la mañana y hablamos con él lo justo. Luego, de regreso, farfullamos en francés y nos íbamos enterando de cosas: hablaba de su familia de cuatro hijos, de la ciudad, del país. Y de repente, metió la mano en el salpicadero y sacó una cinta. Y de golpe empezó a sonar Serrat: Mediterráneo, Lucía, Esas pequeñas cosas, nena, qué va a ser de ti, Pueblo blanco. Abdelaziz estaba feliz y nosotros más. Mucho más.

Nos contó que hacía muchos años había llevado a Serrat de viaje por Marruecos: Casablanca, Xaouen, Marraquech, Tánger, Fez, Tetuán. Había sido un viaje inolvidable. El cantante, de regreso a Barcelona, le mandó una cinta de cassette. La que nosotros íbamos oyendo. Quizá nunca fui tan feliz con Serrat, y ya es decir... Abdelaziz dijo que Serrat sabía cumplir sus promesas y que, probablemente, fuera su cantante  favorito.

4 comentarios

Luisa -

Bueno, que historia tan especial. Gracias por compartirla, porque me ha gustado mucho imaginar cómo sonará Mediterráneo en Casablanca. Es mágico.

Antonio -

Un relato hermoso para leer
justo antes de irse a dormir.
¡Abrazos! ¡Buen descanso!

Blanca -

Que anecdota tan bonita y curiosa. Con doble valor, por un lado Serrat, que siempre me ha caido fenomenal, y por otro el parecido fisico del taxista con Morgan Freeman, otro de mis actores favoritos.

Besos Antón. ;)

Magda -

Pero que belleza de taxista. Y te comprendo lo que debiste de haber sentido al escuchar a Serrat. En esos momentos todo el sentimiento de nuestras raices se ponen enfrente y platicamos muy dentro con ellas, aunque sea por unos instantes. Son momentos especiales. Cuando estaba en Las palmas, iba a desayunar todos los días a un café que se llamaba "Atlántida". Manolo, el encfargado del lugar y también mesero, el primer día que llegué me preguntó de donde era y platicamos unos minutos. Desde ese día, cada vez que yo llegaba me ponía una cinta de Juan Gabriel. Llegando a México le envié varias tarjetas postales y una cinta de José Alfredo Jiménez, y le dije: "Para cuando yo regrese o vaya otra mexicana, tenga dos cintas para cantar a duo". Qué recuerdos vivos...

Qué lindo lo que cuentas de Serrat, el taxista, la cinta, y ustedes siendo felices. Un poema...

Un abrazo para ti.