Blogia
Antón Castro

MELUSINA ENTRE VIÑEDOS (CUENTO)

MELUSINA ENTRE VIÑEDOS (CUENTO)

Dicen --y los antiguos no mienten: soñaban-- que Melusina era una mujer tan prodigiosa que adoptaba formas diversas: hada, sirena o ninfa de ríos y fuentes, aunque su auténtica condición era la de reina. Vivía en permanente relación con el misterio: tenía la facultad de erigir edificios increíbles en una sola noche, ayudada por obreros, canteros y arquitectos que desaparecían por la mañana. Atesoró castillos, ciudades completas, islas, grandes prados y vastos campos de vid, que eran su pasión inadvertida. A veces se la veía paseando entre los viñedos rodeada de sus hijos, a los que siempre les faltaba un miembro o mostraban malformación, igual que le sucedía a sus construcciones. Se sabe que preparaba unos deliciosos caldos que hacía escanciar en celebraciones íntimas, fiestas y torneos. Su fama, igual que la de Melusina, se extendió por toda Europa, y llegó a oídos del conde Thibault, ilustre vasallo de Luis IX.        

Tras pelear en las Cruzadas, acudió a Chipre donde residía Melusina. Lo recibió y le rindió honores; por la tarde lo condujo a un viñedo próximo, que se extendía a lo largo de una colina. Thibault asistió a dos prodigios: vio como Melusina se convertía en serpiente que reptaba entre los pámpanos y como ella arrancaba varias cepas, que le entregó. Le dijo: "Vuelve a casa y plántalas".
        

Thibault regresó con dos heridas en el pecho: la de la guerra y la del amor. Pero esa dolencia de amor se tornó felicidad cuando paladeó los caldos de las viñas de Melusina, que originaron durante décadas el mejor champagne medieval de Francia. Dicen los antiguos que en los crepúsculos le vencía la melancolía y se embriagaba en sus bodegas con espumoso en honor de aquella dama.

0 comentarios