NOCHES DE BOXEO EN CASA, JUNTO AL PADRE
Algunos conocen mi afición al boxeo. Y los que ignoran esa pasión marginal, siempre me manifiestan su sorpresa. Jamás se habrían imaginado que yo pudiese sentir inclinación alguna hacia algo tan violento, tan inhumano: los guantes, los cuerpos que se enzarzan y se destruyen, la maraña de la sangre y el rencor, la amenaza de la muerte. Acudo entonces a un ardid o a una justificación que no se aleja de la realidad: hablo de mi padre y de la televisión en blanco y negro.
Y empiezo así: en las noches de boxeo siempre llovía. Teníamos un reloj pesadísimo y escandaloso que despertaba a todo el edificio. Creo que nos compramos la televisión Invicta para ver las peleas, primero fue Carrasco y Mando Ramos, los tres combates heroicos, al borde del infarto; luego las noches del K. O. de Urtain y aquella victoria ante un alemán que parecía un tonel, un tal Peter Weiland. Y Cassius Clay, por supuesto. Esperamos durante meses y años que pudiese volver a pelear por el título, nos aprendimos el nombre de sus rivales --Jerry Quarry, Jimmy Ellis, Oscar Ringo Bonavena...--, pero sabíamos que el enemigo era un hurón aún más negro que él que se había desperezado en los cafetales, Joe Frazier, descendiente de esclavos, duro como una piedra y valiente. Aquella noche, en el Madison Square Garden, nos levantamos como siempre. Parecíamos dos náufragos en la oscuridad, dos fantasmas de una noche imposible que se iniciaba en el Madison Square Garden. Oíamos la voz de siempre: Héctor Quiroga, cada vez más afilado, cada vez más agónico, subrayaba el palmarés de los enemigos, explicaba las tácticas. Mi padre y no apenas hablamos esa noche; él no hacía distinciones, le gustaba el deporte sin más, le daba igual quien saltase por los aires. De hecho cuando Clay cayó la primera vez, mi padre se levantó y aplaudió al otro; y cuando le cazó con un terrible gancho en el asalto final, dijo: "Ese charlatán ya puede volver a galeras. Se ha terminado para siempre".
Yo me fui a dormir y anduve tres o cuatro días sin ganas de decir ni hacer nada. Me había parecido obscena la manera en que se desplomó mi boxeador favorito, y no me sirvió de nada que en aquella memorable noche se habían intercambiado casi dos mil golpes y que el Loco de Louisville había colocado cerca de un centenar más. Mi padre no leía periódicos ni el As--color del miércoles; si yo le recomendaba que leyese algo, me recordaba que sólo había asistido tres meses a la escuela y que lo único que sabía hacer con corrección era poner su nombre.
Yo sí sabía leer. Me informaba y enriquecía --perdóneseme la petulancia-- los comentarios de Marco y Quiroga con historias humanas. Clay era algo más que un boxeador: un hombre inteligente, comprometido con los negros, rebelde, enemigo de Vietnam y un espantoso poeta. A Carlos Monzón lo apodaban El Toro salvaje de la Pampa, decía, y en el corazón sustituía a Luis Firpo, otro héroe argentino de principios de siglo que estuvo a punto de vencer al indomable Jack Dempsey. A los dos nos gustaba José Durán, un mecánico de Madrid, algo tartamudo, de enorme corazón; lo vimos caer abatido ante un gigantón brasileño, un tal Oliveira, que lo mandó a la lona en el primer asalto, Durán se sobrepuso y peleó hasta la extenuación exhibiendo un pugilismo en línea valiente y técnico. Volvimos a verlo algún tiempo después en Japón venciendo a un tal Koichi Wajima.
Ese día fuimos felices a la vez mi padre y yo: los dos íbamos con Pepe Durán, que se proclamó campeón del mundo. La noticia nos llegó como siempre: de madrugada, peleando a la contra con el insomnio, mientras afuera caía la lluvia.
8 comentarios
Fidencio Galvez -
EL COBRA Junior -
Nike Shox Turbo -
Hanson,Bogota,Colombia. -
Gonzalo -
Joaquin,Sevilla. -
M.Güell -
Yo también soy afín a este deporte. Es más, lo practico desde hace muchos años, y he subido al ring en varias ocasiones.
Sé lo duro que es este deporte y lo que debió sentir el grande de Clay/Ali al besar la lona. Para muchos de nosotros es un hito en el boxeo. Muchos son los niños que, aun habiendo pasado a la posteridad, y sin conocerlo más que por videos del Youtube, cintas del VHS o artículos, condicionan sus entrenamientos y metas fijándose en él; el más grande.
Me soprende un poco lo que comentas al decir que este deporte es tan violento e inhumano. Violento sí, pero, al menos hoy en día, muy ético; nada de inhumano. Es un deporte que está muy por debajo de la media en cuestiones de lesiones o mortalidad; véase otros como el ciclismo, alpinismo o, desgraciadamente tan reciente, fútbol. Esto no quita que parezca agresivo desde el palco.
A muchos nos tachan de locos y violentos por practicar este tipo de deportes. Debo decir, en mi defensa, que boxeo desde hace 12 años, compagino este deporte con el rugby y... soy pastelero y escritor.
Me alegra que seas seguidor de un deporte tan noble como este.
Recibe mis cordiales saludos.
Manel.
Antonio -
Una noche me quedé "frito" y solté el vaso que tenía entre las manos. El ruido hizo que me sobresaltase y pusiera en pie sobre los cristales desparramados por el suelo. Aquel día hubo más sangre en el comedor de casa que sobre el ring...
¡Sangre de verdad, a todo color!