LAS VISIONES DEL DELIRIO: FRANCESCA WOODMAN / 1
La fotógrafa Francesca Woodman ha aparecido en varias ocasiones en este blog. Hoy vuelve a hacerlo porque, entre otras cosas, El País Semanal le dedica un reportaje con una amplia selección de sus fotos; sigue la estela del homenaje que le rinde la revista C. International Photo Magazine, que dirige Elena Fernández Ochoa. Nacida en Denver en 1958 y fallecida en Nueva Cork en 1981, antes de cumplir los 22 años (Francesca se arrojó por la ventana), ha dejado una colección de 800 negativos, de los que se han venido manejando poco más de 120.
Francesca, hija de padres artistas, estudió arte y diseño en la Escuela de Rhode Island. Poco después se trasladó a Roma, y allí empezó a realizar fotografía experimental en la que ella era la protagonista. Le interesaron las esculturas barrocas, las fuentes y, sobre todo, el tema de los ángeles. De vida breve, tan breve como misteriosa, se dice de ella que le interesaba mucho la obra de Duane Michals, Man Ray, Weegee (el fotógrafo húngaro y reportero de crímenes y de la sociedad neoyorquina) y Aaron Siskind.
Francesca Woodman encarna la visión poética y subjetiva de la fotografía: parece contar cuentos, parece proponer escenas surrealistas y de identidad, de refinada sensibilidad. Aborda el desnudo una y otra vez, los cuerpos flotantes, la idea de la máscara, y crea siempre una atmósfera especial y turbadora. Se pensaba que tenía problemas mentales. Quizá sea así. Creó imágenes que evocan los sueños de Alicia, la libertad, la habitaciones del delirio, el fondo del espejo. Llevó un cuaderno rosa donde apuntaba frases, palabras, poemas, donde concebía fotos.
A su amigo del colegio, Sloan Rankin, le confesó: “Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones… en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…”
Poco después, como es sabido, se arrojó por la ventana.
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