EL REAL ZARAGOZA JUEGA MEJOR Y PIERDE
1. Por esas cosas del azar incómodo, Jorge y Diego jugaban ayer a la misma hora. O casi. Jorge, con su equipo líder del Utebo de cadetes, se enfrentaba a las cinco y media a un auténtico hueso: el Escalerillas, que venía a dos puntos y en busca del liderato. Y Diego, contra el Montecarlo, a las seis con el Garrapinillos de juveniles. El periodista y entrenador Carlos Arnal me había llamado previamente: quería ver un poco a Jorge y quería seguir con atención a Diego. Busca un medio centro, con capacidad para orientar el juego, para su equipo del año próximo.
2. En ese instante, me marché al campo del Garrapinillos. Los locales, avanzada la primera mitad, perdían por 0-1. Empataron poco antes del descanso, y así se fueron a la caseta. En la segunda parte, el Montecarlo volvió a marcar. Calentaban en la banda Adrián Serna y Mario Martín, cuya condición física en los últimos tiempos está más bien baja. Salieron y empezó en festival. Diego encontró mejor conexión con los delanteros y empezaron a llegar los goles. Mario Martín, en veinte minutos maravillosos, marcó tres goles: dos de falta, el segundo y el cuarto, y el tercero tras un jugadón impresionante de Diego, que encontraba más energía y mayor fondo a medida que avanzaban los minutos. El Montecarlo protestó un poco el arbitraje, pero la victoria del Garrapinillos fue totalmente justa. Contó con la colaboración de arquero rival, más bien inseguro, y con la astucia de Mario Martín, que firmó un "hat trick", como en sus mejores días. Todo el equipo estuvo a buen nivel, especialmente en la segunda mitad.
3. Esta tarde he visto al Real Zaragoza. Jugó el mejor partido fuera de casa que le recuerdo en mucho tiempo. Generó ocasiones, tuvo el balón, dio sensación de profundidad y talla de equipo, pero Oliveira (que estuvo inmenso aunque sin precisión y sin fortuna. No creo que nadie echase en falta a Diegol Milito) remató una y otra vez. A veces es un tanto alocado, pero de esa rabia y de esa intuición nace también su peligro. Posee una velocidad vertiginosa. Se ve le rebasar, metro a metro, centímetro a centímetro, a los rivales. Es un atleta-ciclón desmelenado, que contó con la ayuda de Sergio García y de algunos momentos de gran nivel de Óscar; hoy Matuzalem se vio menos, aunque también estuvo a punto de marcar, eso sí, posee un guante en la zurda y es un futbolista exquisito, elegante y exacto en sus pases. En desagravio de la tarde roma ante el gol de Oliveira, hay que recordar las magníficas paradas de Diego López, toda una revelación.
El Real Zaragoza nunca se dio por vencido, nunca perdió la fe, y parecía que de un instante a otro, por la calidad de su juego, por el orden y la ambición de su estrategia, iba a llegar el empate. El árbitro se inventó un penalti inexistente (o cuando menos bastante discutible, bastante gratuito), y el Villarreal, tras el tanto, jugó y ganó a sus anchas. Con falsa suficiencia. Su fútbol, en realidad, fue un puro espejismo. No pudo nunca con el del visitante salvo en los inapelables dígitos. Marcó en dos golpes de suerte: en el primero, dio la sensación de que César podía haber hecho algo más; en el segundo, el colegiado le concedió un regalo que no quiso otorgar en la primera parte a los blanquillos tras un derribo a Oliveira. Quien jugó, quien dominó, quien ofreció el mejor balompié de la tarde, fue el Real Zaragoza.
En esta ocasión, a pesar de una derrota que nos lleva a volver a vivir peligrosamente, el buen juego y la recuperación del bloque debe ser un consuelo. El Real Zaragoza se hizo acreedor a la victoria.
*Esta foto de Ricardo Oliveira es del archivo de El mundo.
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JESUS -