ACASO UN MICROCUENTO, ACASO UN POEMA
Quiero a dos hombres. O tal vez no les quiero: creo que en el fondo me desprecio a mí misma. Si no, ¿cómo se explica mi amor? Uno es anciano, maloliente y cretino. El otro, lenguaraz y lascivo. Ninguno de los dos me ama. Aquél me desnuda con los ojos, me llena de saliva y me muerde en el cuello con una caricia agónica. Éste me besuquea, me arrastra hacia la fronda y me invade de palomas de rabia. Sólo me desean. Atraviesan los valles y las veredas por la carne prieta de mis muslos, por el olor acre y musgoso de mis axilas y por mi forma de estremecerme cuando lloro, o cuando la noche enciende su rumor de cigarras y de lechuzas. Y si se encuentran, se matan. Pero no me aman: les molesta mi silencio, la seda de mi cabello oscuro, los pájaros de escarcha que aletean en mi ombligo. Sólo tienen sed, hambre, afán de un cuerpo bello y ajeno donde vencerse. Y yo me resigno. ¿A quién va a importarle mi pena, el temblor de mis ojos tras la tormenta, la soledad de mi casa donde la pasión no tiene heridas ni retratos? Yo tampoco les quiero. O a lo mejor les quiero. Sólo así se comprende esta desazón loca: esta forma de deshacerme en alacranes de escozor mientras les espero.
*Éste es un retrato de una jovencísima Barbara Stanwyck.
3 comentarios
Gemma -
Rigo -
maRia -
Un placer, Antón.