CARILDA OLIVER LABRA, DE MATANZAS
[En el verano de 1997, de la mano de Luis Felipe Alegre y el Silbo Vulnerado, entre otras compañías, estuve en Cuba. También iba el escritor Adolfo Ayuso, entre otros. Por entonces, los dos habíamos leído la poesía de Carilda Oliver Labra; a Adolfo, creo recordar, le gustaba mucho aquella mujer desenvuelta y libre que vivía en Matanzas. No llegamos a verla, aunque preguntamos por ella. Poco tiempo después vi una extraordinaria foto que le hizo Pepe Navarro en su bella casa despoblada de muebles e hirviente de tiempo y memoria. Una casa de madera, sombría, que parecía el cascote de un barco tras el naufragio. Mañana, en el suplemento XL Semanal el siempre sorprendente Carlos Herrera glosa a Carilda Oliver y dice que él tampoco la vio, aunque llamó a su casa en Matanzas. Recuerda uno de sus sonetos, que reproduzco aquí; yo añado otra pieza donde Carilda recuerda su pasión por los jóvenes, tan joven ella siempre, tan sensual, tan ardiente como el mar de Trocadero.]
HACE UN AÑO QUE BUSCO LA FORMA DE MI AMADO...
Hace un año que busco la forma de mi amado.
Él era joven, bueno, un poco mal hablado
aunque puso una fiesta en cada palabrota.
Entera la sonrisa, el alma casi rota.
Los ojos con la magia lumínica del rayo,
la boca como jueves romántico de mayo.
Iba desnudo y diáfano por gracia de su piel;
suave, con esa única caricia de laurel.
Tenía una manera de amar gentes y trinos
y le colgaban versos, ternuras y caminos.
Se sabe que era humilde. Se sabe que era pobre.
Maestro de las fraguas, artesano del cobre.
Gastaba los insomnios limando alguna espada.
(Quizás quiso con ellas atravesar la nada).
Comía sueños, frutas, neblinas, girasoles.
Guardado estuvo el miedo ahí en sus caracoles.
Me hizo una pulsera de plata: esta serpiente
que llevo aquí en el brazo como una huella ardiente
de aquel que era rebelde, nocturno, tan distinto,
con máscara de broma, pariente del jacinto.
Leía extraños libros. (Se le oye cuando canta
y exprime soledades aún en su garganta).
Fue huérfano de todo. Nació ya siendo hombre.
Mi amante, mi marido. Naufragio fue su nombre.
Vivir sólo quería, mas nunca tuvo suerte.
Se equivocó de vaso y se bebió la muerte.
TE MANDO AHORA A QUE LO OLVIDES TODO...
Te mando ahora a que lo olvides todo:
aquel seno de nata y de ternura,
aquel seno empinándose de un modo
que te pudo servir de tierra dura;
aquel muslo obediente pero fiero,
que venía de sierpes milenarias;
aquel muslo de carne y de me muero
convocado en las tardes solitarias;
aquel gesto de echarme en la locura;
aquel viaje al amor, de mi cintura;
aquel gusto en la piel a lirio extraño,
aquel nombre pequeño bajo el nombre,
aquel pecado de volverte un hombre
en el vicio feliz de hacerme daño.
1 comentario
pepe montero -
la admiro, y le rezo, y la leo, y le copio, y le escribo, y la amo.