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Antón Castro

FRAGMENTOS DE "ROMA" DE ÁNGEL SOBREVIELA

FRAGMENTOS DE "ROMA" DE ÁNGEL SOBREVIELA

 

[El joven poeta Ángel Sobreviela, de la estirpe de Hölderlin y Ezra Pound, entre otros, acaba de publicar Roma, un poemario en prosa en Olifante, Ediciones de poesía, el sello de Trinidad Ruiz-Marcellán y Marcelo Reyes. Se trata de un volumen de 64 páginas que será presentado el día 3, a las 19.30, en la Biblioteca de Aragón (Doctor Cerrada, 22). El poeta y ensayista Manuel Forega oficiará de maestro de ceremonias y de rapsoda con su grave y bien timbrada voz. Ángel Sobreviela, amablemente, me envía una selección de textos de su libro. Ángel también publicó recientemente un extenso poema en prosa: Epístola desde Cimeria (Huerga & Fierro), un volumen especialmente querido por él. Ángel tiene un halo místico y mítico: juega con la divinidad y con la mitología en una escritura precisa, de halo romántico y simbolista.]

 

ROMA, poema en prosa

(Fragmentos)

 

IV

            Dos años. Dos años de nada.

             Dos senos alabastrinos florecen junto al río. ¿Quién hará crecer alas a mi espíritu? Más allá de toda flaqueza, más allá de toda tierra, hacia el cielo de la fragilidad.

            El sudario verde de la penumbra sobre la ciudad, rasgado con lentitud por la caricia del alba. La fascinación de todos los días. La fascinación de ver nacer la luz cada día tras la ventana extranjera. El calor emocionante del cuarto, corazón que comienza a palpitar. Abiertas las ventanas. El aire niño, con su risa fresca agitando banderas, sacude sus rizos bañados en el perfume del primer día de la Creación. La luz acude de nuevo a posarse en las frentes atormentadas de los atlantes del palazzo. La vida comienza hoy y en Roma.

             Voy en tu búsqueda, mi Eurídice. Abandono el lecho, salado de lágrimas de plenitud. Recorreré las calles y plazas de mi ciudad. El dédalo de la mañana me aguarda. Te llamaré, tu nombre gritaré por palacios y ruinas, junto a fuentes, junto a sucias esquinas meadas. Buscaré tu corazón ahogado en las ondas del Tíber.

            ¡Oh sur de mis sures! Las sombras de la ciudad, cada uno de sus ángulos, oscuros en la mañana, rugen en tu honor.

            El poeta, con el torso desnudo, se apoya en la ventana.

             ¿De qué se ríe Medusa? Con sangre en la boca y rosas derretidas en las manos, danza sobre el sol aplastado contra el suelo de la piazza.

            Se ríe de mis pesadas manos de piedra, ríe del camino del sol hacia su lecho de espuma rosácea. Mientras aguarda la noche para peinar sus serpientes con dedos de esqueleto.

 
XVII

             He cantado mi epopeya entre las ruinas. He removido las cenizas hasta hacerlas vivir, y conmigo esos amigos resucitados se repartieron el mundo. Les canté mi vida fijando mi origen en los cielos del verano y mi fin en su reflejo en el agua, cuando el beso de Narciso se posó en mi boca. Amado príncipe, encadéname a tu pecho. Tus labios de sangre son frutos venenosos.

            Cómo el desierto se tragó mi ciudad. Cómo se ennegreció mi corona de rosas. Brindad por mi suerte, felices reyes, en mi nombre alzad las copas rebosantes. 

XVIII

 

            El desierto cubrió mi ciudad. La arena sepultó mi palacio. Hay una llama bajo el pétalo carmesí. Brisa cargada de cristal de roca, ala de paloma acariciante, lágrima inconsolable.

Junto a la iglesia, los lirios pujantes vivían su romance con la brisa de primavera y tú no estabas a mi lado. Subiré la cuesta para recibir la última luz y el primer escalofrío de la noche, y no verás lo que yo. El rebaño se aleja, los árboles se enlutan. Recibiré súbitamente el don de nombrar al dios de la fuente y no escucharás mi ruego. ¿Por qué no tengo tu mano sobre mi pecho aquí en la playa? La espuma me salpica en el fin de este día. Mares y cielos estrellados se despliegan ante mi proa: las ciudades sumergidas te recordarían. El desierto nos olvidaría juntos, si tras haber marchado en busca de Bagdad y de Balk nos tendiéramos en la arena, tocados por el dulce puñal del bandido.

*Esta foto de raíz onírica es de Jerry Ueslmann.

 

 

 

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