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Antón Castro

ESPAÑA A LA FINAL CON UN DILUVIO DE FÚTBOL

ESPAÑA A LA FINAL CON UN DILUVIO DE FÚTBOL

 

España, por fin, enamoró. Esta vez, en el quinto partido, sí logró hacer un excelente fútbol, de control y triangulación, y desembarazarse del pánico inicial, o cuando menos recelo, que provocaba la nueva Rusia. El partido empezó bajo un amago de diluvio universal y pronto adquirió algunos tintes inquietantes: España jugaba un poco al desgaire, hilvanaba alguna que otra jugada, pero no dominaba con contundencia, y arriba Villa y Torres, sobre todo éste, recibían balones que no definían con nitidez. Por otra parte, Pavlyuchenko se erigía como el jugador más peligroso sobre el césped: lo mismo remedaba a Ibrahimovic que a Marco Van Basten, era el mejor de los rusos. Contra pronóstico, Arshavin no tocó ni un balón ni se le vio un gesto del gran jugador de los dos últimos partidos. Villa golpeó mal una falta, y hubo de retirarse. Y lo que son las cosas: en ese relevo, que traía un nuevo orden, iba a gestarse la gran noche de España. Entró Cesc Fábregas, buscó acomodo en esa línea de manufactura exquisita con Xavi, Iniesta, Senna y Silva, y se ubicó en el lugar del mediapunta que mira hacia arriba, que busca el disparo y la asistencia última. El primer tiempo resultó vibrante, jugado casi de poder a poder. Si uno es generoso cabría decir que Rusia ganó a los puntos, aunque no se le vio una pegada preocupante. Marcó pero no hizo sangre. Sus estrellas andaban desorientadas, especialmente Zyrianov y Arshavin.

En el vestuario, con la pizarra en la mano y la estrategia en la cabeza, Luis Aragonés debió de ordenar el equipo. Debió recordar que los actores conocían de sobra la partitura y la trama: con los mismos prácticamente se había llegado a la Eurocopa. Se trataba de arrebatar el balón, de dominar y de trazar una bella geometría de pases: pases al hueco, pases al pie, pases en profundidad, pases precisos, pases letales, rápidos, hermosamente dibujados, pases con filigrana, sin perder nunca la conciencia del objetivo último: el marco rival, el gol. Y el gol llegó en una jugada de Iniesta y un remate de Xavi. El gol reapareció tras un servicio de Cesc a Dani Güiza. El gol besó el fondo de la red rusa tras un contragolpe de Cesc, de nuevo, y un fulgurante remate de Silva. A lo largo de media hora, con un rival demediado que no se reconocía a sí mismo, que no podía asumir la ausencia incomprensible de Arshavin, España realizó el mejor juego del torneo: un fútbol refinado y veloz de dominio y de toque, un fútbol de caricias que se elabora con expresividad, alegría, pasión y una apetencia de felicidad.

La segunda parte, probablemente, fue lo mejor que hemos visto en la Eurocopa. Nadie había jugado así. Quizá habría que pensar en el Barcelona que venció en la Liga y en la Champions en 2006. El conjunto de Luis deslumbró, sedujo a los espectadores, dejó boquiabiertos a los rivales, a sus rivales en el campo, y a sus rivales fuera: el estupefacto Beckenbauer, el adversario eterno Platini.

         El nivel de todos los futbolistas fue magnífico. Senna, Silva y Cesc estuvieron maravillosos; el primero con su pertinaz y sabia oscuridad de gladiador; el segundo es el jugador que siempre tiene fuelle, inspiración, recursos y sed de triunfo, y Cesc jugó el mejor partido con la selección probablemente. Ayer ganó el trabajo de un bloque, ganó una idea, un principio estético que se sustenta en el desarrollo colectivo en todas las líneas y, curiosamente, en el orden, en el esfuerzo y en un inmenso derroche físico.

*Este artículo aparece hoy en Heraldo de Aragón en la página dos. Silva celebra su gol.

 

2 comentarios

Magda -

La canción "Cielito lindo" dice en esta parte de la estrofa:

"Ay, ay, ay, ay, canta y no llores, porque cantando se alegran los corazones".

Y los españoles decían:

"Ay, ay, ay, ay, canta y no llores, porque cantando se alegran los españoles".

Muy simpático.

Magda -

Me causó mucha gracia que los españoles cantaban la canción mexicana "Cielito lindo", y en lugar de "corazones" decían "españoles".

Se notó por televisión la euforia de los españoles, que bueno.