UNA EMBAJADORA EN EL CERVANTES*
Hace unos días en el Instituto Cervantes me encontré con una feliz sorpresa: María José Magaña, nacida en Binéfar, trabaja allí al cuidado de la política de exposiciones. Y es ella, con su equipo, la que ha coordinado una sorprendente exposición de cinco fotógrafos, cuyo comisario es Horacio Fernández. La muestra abarca los “Paisagems alterados” de Odires Mlászho; el “Diario de una motocicleta” de Mateo López, un viaje en una Vespa, modelo 94, por pueblos de Colombia; de “América Latina con un bebé en la mochila”, el increíble viaje de Fernando Martinho y Ana Paula Paiva; las visiones del paisaje de México de Pablo López, en especial de lugares como Cuernavaca (donde tenía su apartamento el guionista y escritor oscense Julio Alejandro de Castro), y de “No era aquí” de Juan Valbuena, que ha efectuado una travesía por los puertos del Mediterráneo.
María José Magaña decía: “Qué lástima que en Aragón no se den cuenta de que estoy aquí y de que amo con locura a mi tierra. Podríamos hacer cosas. Aquí se está en la mejor disposición”. María José recuerda que el Instituto Cervantes está realizando exposiciones constantemente, publica libros y programa una y otra vez actividades en sus centros de todo el mundo. En el Instituto Cervantes me enteré de que la cantante Rosa León será la nueva directora del Cervantes de Casablanca, esa ciudad blanca que se parece a La Habana y que tiene un espléndido playerío y una arquitectura que mezcla estilos europeos con ecos mudéjares.
María José Magaña acababa de conocer a dos grandes pianistas de Barbastro: los hermanos Juan Fernando y José Enrique Moreno Gistaín, que tocan individualmente y a cuatro manos, y a la diseñadora, también barbastrense, Beatriz Gimeno. Y decidió darnos una bella sorpresa: nos mostró ese proyecto denominado “La Caja de las Letras”, que es como un santuario de pequeñas cajas fuertes en las que se van depositando manuscritos, cartas, primeras ediciones, objetos y, por lo regular, numerosos secretos. El actual ministro de Cultura César Antonio Molina tuvo la feliz idea de que distintos escritores y artistas ofreciesen una parte de su legado al Instituto y que determinasen ellos la fecha de apertura. Allí, en pequeñas hornacinas, se ha depositado parte del testamento vital y creativo de Francisco Ayala, Luis García Berlanga, Antonio Gamoneda, Juan Gelman, Carlos Edmundo de Ory, Margarita Salas o la bailarina Alicia Alonso. La fecha más próxima de apertura se retrasa hasta 2028. Dentro de unos años, en esa especie de morgue plateada, con escaleras y una gran mesa de cristal que se alza sobre cuatro columnas de libros publicados por el Instituto Cervantes, habrá allí algún tesoro y a lo mejor hasta pecaminoso. O eso dijo alguien pensando en la pasión por el sexo y las aficiones fetichistas de Berlanga.
Ya fuera, los hermanos Moreno Gistaín me contaron su extraña forma de vida, su bella complicidad musical. Juan Fernando imparte clases en el Conservatorio de Monzón, y José Enrique en Madrid. Se encuentran en la capital de España o en Barbastro los fines de semana, y ensayan durante dos o tres días. Trabajan sin descanso: ahora están culminando una gira de 27 conciertos por toda España, centrado en “La música española como inspiración”, y están preparando un nuevo ciclo de recitales, titulado “Bienvenidos al siglo XX”, en el que tocan a Gershwin, en concreto su “Obertura cubana”, una pieza de 1932 que se estrenó ante 15.000 personas; la “Rapsodia española” de Maurice Ravel; la música del ballet “Petruschka” de Igor Stravinski, y “Parade”, la música del ballet de Erik Satie, que escribió Jean Cocteau y que contó con decorados de Pablo Picasso y con coreografía de Massine. Este mismo verano, como un regalo inesperado, han sido invitados a dar dos talleres para estudiantes de música española. Ahí es nada.
*Este artículo aparecía hoy en la edición de Huesca de Heraldo de Aragón. Alicia Alonso deposita su tesoro secreto en la Caja de las Letras.
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