FERNANDO VALLS: CUENTO Y RELATO O EL REINO DE LO BREVE
[Fernando Valls, tan dado a analizar la narrativa breve, escribe dos jugosos artículos sobre el género en España. Su blog es ya un blog de referencia, pero me apetecía poner aquí estas dos piezas teóricas. He escrito más de un centenar de cuentos en mi vida y sigue siendo un género de que nada sé. Pero es el que más me gusta. Una de mis escritoras favoritas del género es Isak Dineses, que está aquí con Marilyn, Arthur Miller y Carson McCullers. Dentro de un par de meses, aparecerá en Xordica una colección de 25 piezas: Un fantasma en la foto, donde reaparecen todos mis fotógrafos: Patricio Julve, Manuel Seara de Castro, Manuel Martín Mormeneo e incluso muchos de ahora mismo como Pedro Etura o Aránzazu Peyrotau...]
A estas alturas de la historia literaria, sólo los lectores perezosos, los editores comerciales y los críticos más toscos consideran el cuento como un género menor. Pero, ¿a qué se debe esta consideración? En el caso de los editores, es muy probable que se trate de un error en la elección del oficio, mientras que el comportamiento de lectores y críticos sea atribuible a la pereza o a la falta de paciencia y, en general, a la escasez de criterio y gusto (aunque el gusto sea algo sobre lo que hay mucho escrito, y junto con el criterio, puedan adquirirse).
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Así las cosas, parece evidente que una mayor presencia de los buenos libros de cuentos en los medios de comunicación, ya sea en forma de textos propiamente dichos, ya de entrevistas con sus autores, o de críticas de los ejemplos más valiosos, redundaría en su prestigio. En los últimos años, la aparición de premios como el NH Vargas Llosa y el Setenil, que concede el Ayuntamiento de Molina de Segura (Murcia); ojalá el Hucha de Oro logre salir por fin del anonimato y marasmo en que ha vivido siempre; junto con la reciente apertura de una librería en Madrid dedicada en exclusiva al género, la ya conocida Tres rosas amarillas, y el papel protagonista que el cuento ha adquirido en numerosos blogs literarios, están ayudando a su mayor prestigio y difusión.
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Por encima de todo ello, resulta fundamental la enorme cantidad de buenos libros que se publican, de autores como –sólo cito a unos pocos- Juan Eduardo Zúñiga, José María Merino, Cristina Fernández Cubas, Javier Marías, Enrique Vila-Matas o Quim Monzó, pero también Fernando Aramburu, Adolfo García Ortega, Sergi Pàmies, Eloy Tizón, Hipólito G. Navarro, Carlos Castán y Ricardo Menéndez Salmón, por aludir a los más jóvenes. El caso es que un reciente libro de cuentos, Los girasoles ciegos (2004), de Alberto Méndez, tras obtener el Premio de la Crítica, el Nacional de Narrativa y ser traducido a varios idiomas, ha logrado vender, sólo en España, más de 100.000 ejemplares. Si he escogido este ejemplo es porque rompe muchos de los tópicos que perviven en torno al género, acerca de sus dudosas posibilidades comerciales.
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Si pensamos en otras literaturas, no hay más que recordar nombres como los de Poe, Hoffmann, Maupassant, Chéjov, Henry James, Joyce, Isak Dinessen, Borges, Cortázar, Mercè Rodoreda, R. Carver o Alice Munro, y sólo doy unos pocos, para deducir que, en cuanto a calidad, los mejores libros de cuentos se hallan a la altura de las más respetadas novelas. Cualquier lector de estos autores citados conoce, sin duda, la complejidad que alberga el relato, el cual, por sus características, se encuentra más cerca de la poesía que de la novela, debido a la precisión del lenguaje y a cómo debe obtener los máximos resultados (ya se trate de placer ya de inquietud o desazón), con la mínima grasa narrativa.
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· Con motivo de la apertura de la librería Tres rosas amarillas, un periodista del diario El País me hizo una serie de preguntas para un reportaje sobre el cuento literario. Dado que no ha utilizado más que un par de líneas, doy aquí cumplida respuesta, por si pudiera resultarle de interés a algún lector desocupado. [Agrego aquí también la respuesta que Fernando Valls le da a Ricardo Menéndez Salmón, un estupendo cuentista, sin duda, a propósito de las diferencias entre cuento y relato… Valls dirige la colección Reloj de arena de la editorial Menoscuarto de Palencia y es uno de los grandes expertos en narrativa breve en España; además, a través de su prestigioso blog, se ha convertido en un editor inmediato de autores de relatos o microcuentos.
En esencia, me parece que no existe, hoy por hoy, ninguna diferencia entre cuento y relato, a la hora de designar el cuento literario, al menos en el castellano que se habla en España. Quizá no resulte inútil del todo saber que el término cuento ya se usaba en el siglo XIX para designar la narrativa breve, conviviendo con otros como relación, que Fernán Caballero opone a cuento popular, y leyenda (Bécquer); mientras que el concepto de relato, tal y como lo entendemos hoy, aparece en los últimos años sesenta. Tal vez porque entonces se pensó que cuento era un término con demasiados significados (los cuentos destinados a los niños o los relatos de patrañas, sentido en que lo utiliza Clarín cuando titula su libro, El señor y lo demás son cuentos). Por esta razón, por sus componentes peyorativos, tanto de cuento como de cuentista, el narrador Fernando Quiñones pedía en 1988 que se sustituyera por relato.
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No olvidemos, por otra parte, que cuando Alianza, en su colección de bolsillo, publica los cuentos completos de Cortázar en tres volúmenes, los denomina Relatos (1976), el mismo título que lleva la edición de Sudamericana (1972), y prácticamente todas las antologías que se hacen en España de su obra concluyen con el típico y otros relatos. Acaso porque entonces, en un cierto momento, el término relato apelaba a la tradición de lo fantástico, mientras que cuento parecía referirse a la narrativa realista. En cualquier caso, todo esto es muy discutible; buena prueba es que necesitamos adjetivar el sustantivo y seguimos hablando de cuento o relato fantástico. Y, sin embargo, en sus dos célebres trabajos anteriores sobre el género, Cortázar habla siempre de cuentos, si la memoria no me falla. Y cuando Carmen de Mora publica su tesis, la titula curiosamente, Teoría y práctica del cuento en los relatos de Cortázar (1982).
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Si repasamos, además, las antologías españolas dedicadas al mismo, sólo encontramos la voz relato en la prologada por Alfonso Grosso en 1970, Relatos españoles de hoy, publicada por Santillana y, ya luego, en la de Ymelda Navajo, Doce relatos de mujeres (1982), para Alianza. Por tanto, todas las antologías dedicadas a la narrativa breve española que se publican en la postguerra se valen de la denominación de cuento, como la de Francisco García Pavón (Gredos, 1959), Gonzalo Sobejano y Gary Keller (Harcourt Bruce Javanovich, Nueva York, 1975) o la mucho más reciente de Medardo Fraile (Cátedra, 1986), por sólo citar algunas imprescindibles. Y cuando en 1983, yo mismo, y perdonad que me cite, publico lo que entonces era una antología del cuento español actual, la titulo significativamente, para quien quiera entenderlo, Son cuentos (Espasa Calpe, Austral). En estos mismos años, narradores tan importantes como José María Merino y Luis Mateo Díez reivindicaron entre nosotros el término cuento, que parece ser que es el que ha acabado imponiéndose, al fin y a la postre. Aunque, en algunos casos dicha voz resultara estrecho a ciertos autores, como ocurre en el caso de Cristina Fernández Cubas, quien tacha “Mundo” (Con Agatha en Estambul, 1994), una de las grandes piezas del conjunto, de historias.
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Si miramos un poco más hacia atrás, cuando en 1956 se convoca por primera vez el Premio Leopoldo Alas, que publicaría la editorial Rocas, de Barcelona, aparece destinado a “libros de cuentos literarios”. Aquí, por cierto, se publicaría el primer libro de Mario Vargas Llosa. Pero en algunos casos el término cuento produjo insatisfacción, por lo que en 1961 Ignacio Aldecoa al fundar una colección dedicada al género en la editorial Taurus la llama Narraciones.
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Como se ve, no sólo se ponen en juego los vocablos cuento y relato, sino también narrativa breve (que hoy incluiría al microrrelato y quizás la novela corta), narraciones, historias, e incluso relato breve. El caso es que lo que venimos llamando cuento literario moderno surgió en el romanticismo, con Poe y Hoffmann, y ese marbete fue utilizado en su momento para distinguirlo del cuento folklórico tradicional, y no es hasta finales del XIX cuando en España se acepta definitivamente el término cuento para designar una historia narrativa breve escrita en prosa que cuenta una historia real o ficticia. Pero ésa ya es otra historia, más que sabida.
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Fernando -