Querido Antón, al ver esa fotografía recordé que viniendo de Madrid en dirección a A Coruña, por la autovía de las Rías Baixas, en una desviación (en tierras de Castilla: lamento no recordar exactamente el punto), existe un cementerio de grúas de ese tipo que alberga, a ojo, cerca de un millar de esos aparatos: el espectáculo tiene un no sé qué de apocalíptico, como un cuento de Ballard o algo así. Es de una solemnidad y una melancolía lúgubres. Yo creo que lo ve mi buen amigo Manuel Vilas y hace un poema imborrable, como todos los suyos.
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jose maria -