CON EDUARDO LABORDA, Y SYLVIA PLATH Y SUS LECTORAS
Tenía ayer la segunda sesión del Taller Escrituras de Mujer que imparto, mejor dicho, que comparto con una veintena de asistentes en la Casa de la Mujer. Volvió a ser una experiencia espléndida: hablamos de poesía y nos centramos, sobre todo, en la figura de Sylvia Plath, con motivo de la aparición de su “Poesía completa” en Bartleby. Algunas compañeras, a partir del cuento “Amor” de Mercè Rodoreda, redactaron algunas notas. Había de todo: piezas estupendas, sentidas, llenas de ironía y de paradojas más o menos brutales, como la de la mujer que contó la historia de la pluma Waterman que le regaló su marido y que pensaba que no era para ella. O la de la mujerque consideraba que el mejor regalo era un ramo de flores silvestres recogidas en el campo y un beso en el cuello. O la de la compañera que escribió un diálogo entre un hada y un gnomo en una atmósfera paradisiada. Leímos varios poemas de Plath, los comentamos, impresionó “Papi”, claro, y otra compañera anunció que está leyendo las “Cartas a la madre”, y que las encuentra mucho más optimistas y entusiastas que sus poemas. Se nos pasaron las dos horas volando, y el próximo miércoles veremos quién se ha atrevido a meter en un poema, en un retrato o en un cuento la figura del padre.
Antes de ir a esa clase, tomé café con Eduardo Laborda, que me enseñó las pruebas casi definitivas de su libro: “Zaragoza: la ciudad sumergida”, que creo que va a ser el libro de Navidades. O uno de ellos, al menos, porque también publica Miguel Mena “Piedad”, e Ismael Grasa ya tiene en la calle su novela “Brindis”, espléndidamente editada por Xordica con una elegantísima portada de Elisa Arguilé. El libro de Eduardo Laborda es el libro de un enamorado de Zaragoza: es el libro de un coleccionista, de un artista, de un bohemio, de un paseante, de un merodeador del rastro, de un historiador de peripecias menudas y de un pintor que disfruta con la ciudad, con los retratos, con el diseño gráfico, con la cartelería, con las fotos de época, hasta con las orlas. El libro de Eduardo es toda una maravilla: vamos a ver alguna iconografía que no recordábamos o que no se había visto apenas, hay músicos como su hermana Lola, hay pintores bohemios y un acercamiento a la historia del arte de la ciudad en los 70, hay cine, hay dibujantes e ilustradores como Manuel Bayo María, Marcial Buj, Luis Germán y tantos otros. Tiene una presencia muy importante Francisco Marín Bagüés, Armando Ruiz, y tantos otros. El libro, ya lo verán, ofrece tesoros permanentes, instantáneas nuevas o eternas, pero vistas en su original. Eduardo lleva la cabeza como un bombo. Ha trabajado mucho, ha corregido, ha hurgado en sus archivos, ha contado una historia de amor a su Zaragoza en ocho tiempos o tramos. Y el resultado se verá en breve a lo largo de 200 páginas y algún centenar también de ilustraciones y de objetos.
Tras el café con Eduardo (vi fugamente a Ana Bendicho, fotógrafa y diseñadora gráfica, que acaba de montar un estudio nuevo) y las dos horas con Sylvia Plath y su mundo, y la poesía en general, vi un instante la exposición Chatarra de David Barreiros. La había visto en el ordenador, y me sorprendieron gratamente las piezas en ese formato grande. Y me fui a entrenar con los chicos del Garrapinillos juvenil.
*El retrato de Ángel Rael que aparecerá en el libro "Zaragoza. La ciudad sumergida" de Eduardo Laborda.
2 comentarios
Sonia -
Un abrazo súper.
Luisa -
Un beso