PEDRO SANJURJO: ADIÓS AL PINTOR DEL MAR
[Me acaba de llamar Ana Alcolea, que publicará su primera novela para adultos en Algaida para febrero o marzo. Lo hace para darme una mala noticia: acaba de morir en Santoña el pintor, viajero y poeta más o menos secreto Pedro Sanjurjo. Lo vi hace poco: siempre que venía a Zaragoza me llamaba y tomábamos algo en el restaurante Las Palomas de la calle San Clemente. En esta última época lo encontré en un momento delicado, aunque siempre anduvo un poco así, pugnando con la realidad y el deseo, pugnando con su doble destino de pintor y de soñador incesante. Venía a ver a su hijo, a algunos amigos, aquí contó siempre con el cariño y la complicidad de algunos artistas (el que más me nombraba siempre era Sergio Abraín, que le cedía un rincón de su estudio), y llevaba los bolsillos llenos de notas, de pequeños poemas, de fragmentos de diarios, de dibujos. Tiempo atrás había iniciado una especie de libro infantil sobre su fascinación por el mar: era un enamorado absoluto de Caspar David Friedrich. Le encantaban Borges, Pessoa, multitud de poetas, y sobre todo le gustaban los mares: los mares helados, el eco de los naufragios, los cascotes de barco, la costa cántabra, Santoña y el temblor de las olas en invierno. En Santoña siempre se refugiaba. Tuvo un galerista en Logroño, que le vendió algunos cuadros; vivió un tiempo en Tarazona, embrujado por el Moncayo y amparado, creo, por Vicente Sánchez, pero allí se terminó abruptamente una relación amorosa y empezó su naufragio en vida. Yo le escribí un catálogo para una muestra que hizo en Ibercaja, y ese texto integró luego mi libro Golpes de mar (Destino, 2006); es el relato más breve, de apenas tres páginas. Ana Alcolea, que lo conocía desde hacía algunos años, le dedica en su estupendo blog este poema, que lo sugiere todo.]
LUCES
A Pedro Sanjurjo, in memoriam
Cuando muere un pintor, no sólo se apaga su voz.
También se apagan los colores.
También se apagan las luces.
Incluso las sombras se apagan.
Es difícil mirar los cuadros del pintor cuando acaba de morir.
Ves su mirada recién apagada.
Junto al mar.
*Algunas veces hablábamos con Pedro de sus musas. Una de ellas era Romy Schneider, fotografiada aquí para Mirkine / Sygma / Corbis, en Cannes, en 1963, junto al realizador Clouzot.
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