3.000 FOTOS DE GERARDO SANCHO AL ARCHIVO MUNICIPAL
[Ayer al mediodía, la concejala de Patrimonio del Ayuntamiento de Zaragoza, Lola Ranera, presentó la adquisición de 3000 fotos de Gerardo Sancho (1800 tiradas por él, más de 1000 que formaban parte de su colección de obras ajenas) para el Archivo Municipal, que dirige esa mujer encantadora y laboriosa que es Elena Rivas. Estuvo en el acto Dolores Lafuente, Lolita, viuda, compañera, musa, secretaria y segundo ojo del gran fotógrafo nacido en Navarrete del Río en 1911 y finado en Valencia en 2006, a los 95 años de edad. Me invitó Alberto Gascón para que hablase un poco de Gerardo Sancho, a quien entrevisté por extenso en 1994 y en el 2002. Recupero esta entrevista y la cuelgo aquí a modo de recuerdo y de homenaje hacia un hombre que no dejó de hacer fotografías hasta el día de su muerte prácticamente. Lolita contó anécdotas jocosas y humanísimas en torno a la vocación de su marido, y a su condición de ‘pupas’ que todo lo superaba, incluso un par de costillas rotas.]
-Su primera experiencia con la fotografía creo que no fue nada grata.
-Es cierto. Vino a Navarrete del Río un fotógrafo ambulante. Se enteró de quienes habíamos hecho la Primera Comunión y fue casa por casa para que nos vistiésemos de nuevo, todas las familias, y nos hacía las fotos. Pagamos todos por adelantado. Puso el artefacto, en realidad hizo el paripé. Pasó el tiempo y nunca recibimos nada. Estafó a toda la gente de Navarrete del Río.
-¿Qué es lo que le llevó a ser fotógrafo?
-Yo no tenía ni idea de lo que era la fotografía. En 1923 nos vinimos a vivir a Zaragoza y mi tío, Juan Gonzalo Villarroya, era administrador de “Heraldo”. Me buscó trabajo en la imprenta, pero sólo quedaba un puesto como fotógrafo. En 1926 entré a trabajar como ayudante de Marín Chivite y de Martínez Gascón, que fueron mis maestros. Entonces ni sabía lo que era una cámara. Eran de placas y de fuelle y como flashes llevábamos unos aparatos de magnesio. ¡No sabe la cantidad de quemaduras que padecí!
-¿Y qué ocurrió?
-Al poco tiempo me mandaron al campo de Torre Bruil a un partido entre el Barcelona y el Zaragoza. El extremo Vicente Piera tiró un córner con tal perfección que me dio en la máquina y en mis narices. Me quedé sangrando en el suelo y él fue el primero en atenderme.
-Usted, desde niño, creo que no veía nada del ojo izquierdo...
-Es cierto. Pero nunca lo dije hasta mi jubilación en 1978. Fue mi mujer, Lolita, quien me animó a decirlo, pero el bueno también estaba defectuoso. Andando el tiempo padecí una amenaza de catarata. Sigo con mi relato: estuve en “Heraldo” de 1926 a 1931, luego pasé a trabajar en el laboratorio de Marín Chivite.
-Bueno, pero usted ha pasado a la historia también por ser el retratista de “Los Alifantes”.
-Se llamaban así por la estatura que tenían. Jugaban en el Campo de Torrero. Como fotógrafo de calle me pasaron muchas cosas. En 1934 hubo aquí en Zaragoza una concentración de anarquistas de toda España. De regreso a Valencia, en un camión, se produjo un accidente en el puerto de Paniza. Volcó el coche y hubo cuatro muertos. Durruti y Ascaso vinieron al estudio de Marín Chivite para que les tomase fotos. Como él no podía, fui yo, tomé las fotos de los muertos y de los heridos, a los que habían llevado a Cariñena, y esas fotos impresionantes estaban en el archivo de “Heraldo”. Durruti y Ascaso fueron muy simpáticos conmigo.
-Usted estuvo en diversos frentes en la Guerra Civil. ¿Pudo ejercer como fotógrafo?
-Sí. Recuerdo que en Pozondón, cerca de Albarracín, yo era fotógrafo de V División a las órdenes del General Ponte y Manso de Zúñiga. Había moros con nosotros. Estábamos en la fuente, ellos llenaron la tetera y se pusieron a preparar té; como no tenían filtros, cogieron un calcetín, probablemente de un soldado muerto, y lo colaron. Me dijeron que lo tomase. Yo no quería, pero no hacían más que insistir e intentaron obligarme. Iba con escolta siempre, aquel día con miembros de Renovación Española, entre los que estaba el jugador de “Los Alifantes” Tomás. Le llamé y él y sus compañeros tuvieron que empuñar los fusiles para que me dejasen en paz.
-Usted estuvo en Almudévar, en Belchite...
-Sí, con el ejército nacional siempre. En Belchite hice fotos de muertos de las Brigadas Internacionales, pero el editor de mi libro no las quiso publicar porque dijo que eran demasiado tétricas, y también cuando el pueblo estaba en llamas. Me licencié en Burgos y regresé para trabajar en “Amanecer”, aunque Antonio Mompeón quería que viniese a “Heraldo”. ¿A qué no sabe lo que me pasó a los pocos días?
-La verdad, no.
-En el paseo de la Independencia, en un pilar, habían dejado un cartel de propaganda electoral que ponía: “Votad al Partido Comunista”. El director, Francisco Villalgordo, me dijo: “Haz esa foto que vamos a hacer un comentario”. A la mañana siguiente, el Capitán General de la V Región Militar mandó retirar toda la edición, incluso hubo que requisarla de los trenes. Habían interpretado la foto como propaganda del Partido Comunista. Mandaron una patrulla para detener al director y a mí. Un compañero vino al Campo de Torrero y me lo explicó todo. Los Bomberos retiraron la pancarta, pero a nosotros nos estaban buscando. Nos fuimos al Servicio de Información de Falange, en Predicadores, donde pasamos la noche sin poder dormir. Habían llamado a Serrano Suñer y éste a Franco. Al comprobar que no teníamos ninguna filiación, nos soltaron. Eran las seis de la mañana. Eso sí, nos dieron un bocadillo admirable.
-Usted conoció a Eva Duarte y llegó a verla en privado a raíz de aquella foto en que parecía enseñar el culo y se trataba de la calva de un canónigo. ¿Cómo era de cerca?
-Imagínese el escándalo. Fui a Cogullada a verla para enseñarle la foto y explicarle que era un efecto óptico. Al principio me trató como si fuera una cualquiera... Había llamado a Perón y todo. Claro, daba la impresión de que estaba enseñando el culo. Le di la foto y quedamos tan amigos. Era guapa sí y hasta me pareció más simpática. Sólo estuvimos cinco o diez minutos.
-Sin embargo su foto más impresionante la tomó en Tarazona: una cogida casi mortal de Jaime Ostos.
-Entonces ya trabajaba para Europa Press y “El Noticiero”. Fui por mi cuenta. No tenía que trabajar ese día. Yo pienso como Robert Capa: “Si quieres sacar buenas fotos, ponte cerca y permanece atento”. Vi que algo raro pasaba. El viento le levantaba la muleta y se produjo la cornada: la capté, también retraté a la gente que bajaba para las transfusiones de sangre. Imagínese la cantidad de sangre que había perdido que volví a casa con los zapatos encharcados a pesar de que había echado varios sacos de serrín. Ostos estaba totalmente amarillo, medio muerto, y yo esperaba allí a que se muriese para dar la noticia. El doctor Valcarreres me dijo: “Sólo un milagro puede salvarlo”. Y el milagro se produjo.
-Ya, pero usted sacó la foto más impresionante...
-Sí. La querían “Paris Match”, que me puso un cheque en blanco, la “Gaceta del Norte”, me la pidió Ramón Salanova para la agencia EFE, pero yo me debía a Europa Press. La mandé, pero alguien la robó para “Pueblo”, que la sacó en primera página, muy grande. Tuve que dar explicaciones a mi empresa.
-¿Qué ha sido la fotografía para usted?
-Ha sido esencial, justifica mi existencia. Si volviera a nacer, volvería a ser fotógrafo. Y eso que, como ve, me ha pasado de todo. Recuerdo que durante una huelga de camioneros, unos infiltrados me cogieron la cámara, la destruyeron y jugaron al fútbol con ella en el Café Madrid.
2 comentarios
jose lopez lainez -
Luisa -
Gracias por transcribir la entrevista. He visto la información en la prensa. Pero esto es mucho mejor.