LA VIDA EN UN CUENTO / 5
SUERTE
Son muchos los jugadores que van a entrenar solo por verla. Carolina es rubia y misteriosa, una de esas mujeres cuya belleza ha trabajado la vida a golpe de buril y de adversidades. Conduce un ‘Picasso’ oscuro. Son muchos los que encuentran un leve pretexto para verla un instante en el almacén trasero: van a por balones, quieren más conos para la sesión de entrenamiento, buscan tiritas, gasas o el linimento. Jamás pierde la sonrisa: colabora, busca en las alacenas o en las bolsas de masaje, y sigue con su faena. Como si no fuera con ella. Como si no supiera que es la atracción de los viernes y la fantasía más procaz en el bullicio de las duchas. Ordena todos los equipajes, los de los alevines, infantiles, cadetes, juveniles y veteranos, y los deposita minuciosamente sobre una mesa. Al lado, como si pensara en otra cosa, coloca las carpetas con las fichas y la pizarra magnética que ha solicitado el entrenador de juveniles.
De noche, cuando todos se han ido, se acerca a la escultura y la besa. La pieza recuerda al capitán Luis Acosta, el último clásico del campo de San Atilano, que falleció en un accidente de coche. Besa la escultura, las letras de ese “Siempre te recordaremos”, y luego mira hacia el cementerio. Allí, en una tumba adornada con un balón de piedra, descansa el futbolista de su vida. Ella, aún ahora, le desea suerte antes de salir al campo cada vez que acaricia la camiseta del número diez.
*La foto es de Frank Horvat.
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Javier Quiñones -