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Antón Castro

BEATRIZ GIMENO EN OLIFANTE: PASIÓN Y DESEO

BEATRIZ GIMENO EN OLIFANTE: PASIÓN Y DESEO

Ayer grabamos Borradores con el grupo Horas Perdidas, Chus Tudelilla e Irene Vallejo, en plató, y con reportajes de Laura Gómez Palma, una poeta que a la vez es  bajista de rock, el volumen ‘Al final del pasillo’ y una recomendación de Ignacio García-Valiño. Llegué a Heraldo hacia las diez de la noche, y allí tenía un paquete que me había dejado Trinidad Ruiz-Marcellán con el último poemario de Olifante, ‘La luz que más me llama’ de Beatriz Gimeno (Madrid, 1962), un libro de tumultuoso amor que indaga en el deseo, en los cuerpos, en la soledad, en la tensión y en la fugacidad de los sentimientos, en el dolor de la pérdida. Es un libro sobre la pasión homosexual, en realidad quiero decir que es un libro avolcanado sobre la pasión y la intensidad, y que el yo poético femenino le habla a otra mujer, desea otra mujer, con arrebato, desnudez y radicalidad.

 

Copio aquí dos poemas:

 

A mí nunca me vieron hasta que tú me viste,

me encontraste, o te encontré yo a ti.

La rabia amarilla me brillaba en los ojos

y puedo decir que no aguantaba más la soledad.

Se me hundían los pies, me tropezaba

y apenas levantaba mi estatura,

cuando escuché tu voz entre las voces,

alcé la vista y te vi.

en realidad, surgiste de la nada

para probarlo todo,

Para ensanchar mis calles y mis frondas,

construir ciudades de mis sueños

y mostrarme un paisaje imaginado.

A ti pude enseñarte lo que no sabía

-que soy alegre, que gusto de la vida-

y yo aprendí de ti –quien lo diría-

la tristeza más honda que conozco.

 

Por mucho que lo intento –y lo he intentado-

de mí no he conseguido separar el argumento.

Yo soy cada una de las letras, las comas, los espacios,

mi muerte, los cuerpos que he tocado,

el tiempo, mi amante, y todas mis mujeres,

mis dolores, la angustia, el miedo inabarcable…

Me aburro de mí misma.

Vuelvo al papel, tomo el bolígrafo, lo intento, y de nuevo soy yo

y mil maneras de nombrar el horror que es el mío.

Miedo, sus muchos nombres,

soledad, más nombres,

angustia, más palabras.

Me digo: Para qué escribir más.

Entonces, escribo del placer y algunos de sus nombres.

El amor, y del amor pocas palabras,

un solo nombre –que no digo. Y el deseo.

Al final, siempre ella, más deseo.

Las otras que no se van son sólo ausencias,

olvidos que es posible rastrear en la memoria.

*La foto es de Miroslav Tichy.

1 comentario

Niggerman -

El resto del libro es de esperar que sea mejor que esto. Lo dije ya, y lo reitero: Olifante hace últimamente unas cosas muy extrañas, que despistan.