SAURA X SAURA: EL OTRO, ANTONIO, MI HERMANO DEL ALMA
La pasión por las imágenes ha caracterizado a la familia Saura Atarés. Especialmente, al padre y a sus hijos Antonio y Carlos Saura. Una prueba más es el libro de fotografías ‘Saura x Saura’ (La Fábrica / Fundación Antonio Saura), de Carlos Saura, donde este realizador, escritor y fotógrafo propone un meticuloso y elaborado álbum de familia que se inicia en 1947, cuando Antonio, nacido en Huesca en 1930, está aquejado de tuberculosis y yace en la cama con un rostro melancólico, y se cierra apenas un mes antes de que el pintor y cofundador de ‘El Paso’ falleciese en julio de 1998. Fermina Atarés y Antonio Saura tuvieron cuatro hijos: los dos citados, y María Pilar y Ángeles, a la que, cuando llegaba a Madrid, su hermano Antonio le decía: “¡Saurita, hola, ya estoy aquí!”.
Ángeles escribe un pequeño texto preliminar y explica la rica y compleja relación entre el fotógrafo y el fotografiado: “Antonio y Carlos, tan inquebrantablemente iguales en lo esencial. (…) Con su misma atracción desde muy jóvenes por la fotografía. Carlos, con un gran obra realizada y una colección de cámaras extraordinaria. Antonio, haciendo él fotos y ofreciéndose en cualquier momento para posar para Carlos fascinado por las imágenes y por esas mismas cámaras, de las cuales alguna se convertirá en uno de sus más queridos fetiches, fetiches compartidos también por los dos”. Ángeles, autora de dos novelas, hace un elogio de la fotografía: “Nunca se debería hablar de las personas solo en pasado, es horrible, es matarlas con los verbos: estuvo, visitó, viajó, fue. Es odioso. Y, desde que existe la fotografía, es además falso, las fotos siempre son presente, es su gran poder. Así que en estas, Antonio y Carlos bromean, viajan, fuman, ríen, posan y miran en presente, juntos a padres, hemanas, mujeres, hijos y amigos que, por supuesto, bromean, viajan, fuman, ríen, posan y miran igual, todos en presente”.
Ahí está definido el libro en buena medida. Carlos Saura, reconocido ya como un gran fotógrafo de reportaje social, de paisajes y de retrato, explica los matices de su relación con Antonio. Dos años menor que él, Antonio intentó “asesinarme, sin duda con esa inocencia infantil que empaña cualquier violencia”, pero de inmediato se convirtieron en compañeros de aventuras y amigos que compartían experiencias tan diferentes como “los juegos, el aeromodelismo, la fotografía, el dibujo o la lectura”. Agrega que Antonio le explicaba las claves y las técnicas de cada pintor, cada vez que iban a un museo, desde Velázquez a Goya, con el habría querido colaborar en la película ‘Goya en Burdeos’, y recuerda los amargos años de la Guerra Civil: las visiones, los gritos desesperados, el paso de los aviones, el aullido de los sirenas o la contemplación de los soldados rusos, en el Retiro, con sus “gorros de astracán”. A propósito de los bombardeos, Carlos recuerda una anécdota que dio lugar a una novela y a un guión: “¡Esa luz1”. Dice: “Ya en el refugio del piso, bajo la protección familiar, alrededor de una vela encendida, mis padres, mi hermana María Pilar, mi hermano Antonio y yo esperábamos lo peor. El grito de un miliciano que vigilaba la calle: ¡Esa luz!, ¡esa luz!, obligaba a apagar la vela porque las persianas de láminas de madera y las contraventanas habían desaparecido para poder cocinar o caldear el piso. En esa oscuridad de miedos y de explosiones que hacían temblar las paredes, crecimos…”. Carlos y Antonio heredaron una obsesión de su padre, que era un gran fabular y les contaba historia de Tarzán de los monos. “Nuestro padre fue un narrador de cuentos interminables y compilador de imágenes dispersas que pegaba en hojas para formar álbumes fantásticos en donde se mezclaba una turbina Pelton con la ballena boreal, imágenes que ampliaban nuestro mundo visual mostrándonos la complejidad de la naturaleza y los misterios del más allá”.
Carlos disfrutaba de una salud de hierro, y su hermano padecía tuberculosis; salió adelante gracias a la invención de la penicilina, que su progenitor lograba comprar de estraperlo. Un día adquirieron una casa en Cuenca, en la calle San Pedro, que iba a ser el refugio de Antonio hasta las vísperas de su adiós. Cada vez que iban bajaban por la escalera una pesada cama de madera para que reposase el joven y lánguido artista, que se pasaba el día tendido. Logró recuperarse y reapareció con un impresionante bagaje de lecturas y de meditación en su largo período de inmovilidad. Antonio cojeaba con elegancia, con un bastón y un cigarrillo en la mano. “Era muy atractivo y las chicas se volvían para verlo”, añade. Se marchó a París “para continuar el tránsito de artista de la época, fue amigo de surrealistas, de pintores y escritores, y de allí trajo amistades y a su primera mujer, Madeleine”. Carlos recuerda la importancia en la obra de su hermano de Brueghel o el Goya de los ‘Caprichos’ o las ‘pinturas negras’, y elogia algunas de sus peculiaridades: “Antonio fue, también, un pintor de los que vampirizan las obras que admiran y las vuelven a inventar dándoles una nueva encarnadura y un nuevo propósito”, poseía tesón y sentido del orden, facilidad gestual y una gran exigencia consigo mismo. “Yo creo que, tanto él como yo, asumimos nuestra condición de aragoneses y quizá de allí se desprende una cierta ética para andar por la vida con orgullosa intransigencia”. En el libro también se recuerda que su madre Fermina Atarés, que había sido pianista profesional durante dos años, les obligaba a digitalizar al piano.
Antonio y Carlos Saura Atarés vivieron vidas paralelas. Siempre estuvieron juntos, incluso cuando estaban lejos, “unidos, hermanados por un amor más allá de las palabras”. Y la fotos lo corroboran una y otra vez: es un documento sobre la complicidad y el cariño, sobre una aventura intelectual y creativa (las fotos del taller son siempre sugerentes: evocan la magia de la creación), sobre los secretos de familia e incluso sobre un puñado de amigos, entre ellos los aragoneses Alberto Portera y Luis Buñuel, que fue fotografiado en Cuenca y Chinchón, cuando vino a rodar ‘Viridiana’.
3 comentarios
Carlos Miragaya -
Te informo de que en la URL dejada arriba como página web, hay cosas que quizá gusten tus ojos saber.
Abrazo y feliz 2010 desde Renania!
Carlos
jorge garcia -
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Biblioteca central de Arteixo. / la opinión
A. P.
Carlos Miragaya -