DEMIPAGE PUBLICA LAS CANCIONES DE ANTONIO VEGA
(Prólogo)
Sigue a Antonio Vega y sabrás
qué ha encontrado en sus canciones
A Antonio Vega se le perdió algo y tuvo que hacerse compositor para ir a buscarlo dentro de sus canciones. Sus discos cuentan la historia de esa búsqueda, y aunque todo el mundo sabe que escribir es mentir, él escribe tan bien que cuando los escuchas tienes la impresión de que te cuentan la verdad, que es exactamente lo que ocurre con todos los poetas en quienes merece la pena confiar. Verdad y poeta son palabras tal vez demasiado solemnes, de manera que quizá sería mejor matizarlas: donde decía verdad podemos poner su verdad, y poeta lo podemos cambiar por poesía, porque Antonio Vega no escribe poemas, sino canciones, pero sus canciones están llenas de versos memorables y, sobre todo, tienen el ambiente de la buena poesía, están hechas de palabras esenciales y no están construidas para flotar en la superficie de las cosas sino para descender hasta su fondo. Son canciones que existen porque tienen algo que decir. Lo cual puede ser obvio, pero no es tan habitual, y no hay más que poner la radio para darse cuenta.
Antonio Vega es compositor y cantante, y a la mano del primero le viene muy bien la voz del segundo, ese brillo oscuro que tiene su tono y que él multiplica con su manera de interpretar las canciones, gracias a esa especie de emoción hacia dentro que las hace a menudo estremecedoras. De entre todos sus discos, el que prefiero es 3000 noches con Marga, porque es el que más dolor me ha hecho sentir, y el arte consiste en eso, en transformar a quien lee, escucha o mira en quien escribió, compuso o pintó, o al menos en repetir en él sus emociones.
El sentimiento que Antonio Vega suele dejar más a menudo en nosotros es el de la desolación, o como mínimo el de una de sus hermanas gemelas, la melancolía. A algunos, ser melancólicos los vuelve cobardes, a otros, como Antonio Vega, los vuelve unos aventureros capaces de abrir las famosas puertas de la percepción, de llegar hasta donde sea necesario para darse alcance: hay cosas que no se pueden descifrar si antes no se derriban, viene a decir en uno de sus temas más antiguos, y creo que esa idea explicaba ya en qué iba a consistir esa búsqueda vital y artística de la que hablamos y que podría definirse como un descenso hacia la luz más intensa, que es la luz del conocimiento.
Me arriesgaría a decir que todas las canciones que ha escrito Antonio Vega debieron de empezar con una pregunta, nunca con una respuesta: ¿por qué ocurren las cosas, para qué sirven?
Escribir es enfrentarse al tiempo, y él ha descrito esa lucha de una manera brillante:
«camino sin ver el final,
y el paso que aún no he dado ya está atrás».
Las mejores canciones de Antonio Vega tienen algo de himno, por mucho que él no parezca tener alma de abanderado. Más bien, parece un hombre tímido, al que le gusta esconderse en público; pero en eso no ha tenido mucho éxito, porque por más que uno lo intente, no puede esconderse en su talento. Al contrario, el talento no es un escondite sino una lupa.
Leyendo ahora las canciones de este libro, el tamaño de Antonio Vega como letrista aumenta, y para el lector habitual de poesía es sencillo ver el trabajo minu-
cioso que hay detrás de muchos de sus textos; su batalla por la palabra justa o la asociación inesperada, por desordenar las cosas que se oyen, agrupar los silencios y ver cada cosa a su escala real, como él dice; su capacidad para construir metáforas como el químico que elabora un perfume, logrando como por arte de magia que lo más grande quepa en lo más pequeño y la historia de muchos se pueda resumir en una línea; o, finalmente, su empeño en encontrarle otro lenguaje a las canciones, más allá de los caminos conocidos, los ecos fáciles y las rimas cómodas. La inspiración es el último recurso de los malos escritores, los buenos le ganan sus versos al diccionario, combatiéndolo página a página. Dicho eso, ya se puede decir todo lo contrario y que las dos cosas sean verdad: cuánta inspiración parece haber en sus temas más brillantes, qué momento de gracia parecen haber captado a veces sus discos.
Siempre me ha gustado Antonio Vega porque siempre he visto honestidad y brillantez en su trabajo. Ahora, al comprobar que quitarle el sonido a sus canciones no es quitarles su música, me doy la razón al recordarme hace casi treinta años oyendo en la radio una canción suya por primera vez y pensando: ese tipo tiene algo que no tienen los demás, y lo que escribe es especial, está lleno de poesía. Porque necesitaba oír esa poesía, no he dejado de comprar ninguno de sus discos y aunque algunos han ido cambiando de cáscara, del elepé al compacto y de ahí al mp3, su sabor es el mismo. He seguido a Antonio Vega con curiosidad, para saber qué iba a encontrar en las canciones que escribía como si cavara en él mismo. Un buen poema es siempre el mapa de un tesoro, la crónica de la aventura que sirvió para descubrirlo. Este libro es una buena noticia para los lectores de poesía, y eso no es algo que se pueda decir de demasiada gente.
Benjamín Prado
Madrid, marzo 2009
la chica de ayer
Un día cualquiera,
no sabes qué hora es,
te acuestas a mi lado sin saber por qué.
Las calles mojadas te han visto crecer
y tú en tu corazón estás llorando otra vez.
Me asomo a la ventana,
eres la chica de ayer
jugando con las flores en mi jardín,
demasiado tarde para comprender,
chica, vete a tu casa, no podemos jugar.
La luz de la mañana entra en la habitación,
tus cabellos dorados parecen el sol.
Luego por la noche al Penta a escuchar
canciones que consiguen que te pueda amar.
Me asomo a la ventana,
eres la chica de ayer
jugando con las flores en mi jardín,
demasiado tarde para comprender,
mi cabeza da vueltas persiguiéndote.
lucha de gigantes
Lucha de gigantes convierte el aire en gas natural.
Un duelo salvaje advierte lo cerca que ando de entrar
en un mundo descomunal.
Siento mi fragilidad.
Vaya pesadilla corriendo con una bestia detrás.
Dime que es mentira todo, un sueño tonto y no más.
Me da miedo la enormidad
donde nadie oye mi voz.
Deja de engañar,
no quieras ocultar
que has pasado sin tropezar.
Monstruo de papel,
no sé contra quién voy,
¿o es que acaso hay alguien más aquí?
Creo en los fantasmas terribles de algún extraño lugar,
y en mis tonterías para hacer tu risa estallar.
En un mundo descomunal,
siento tu fragilidad.
Deja de engañar,
no quieras ocultar
que has pasado sin tropezar.
Monstruo de papel,
no sé contra quién voy,
¿o es que acaso hay alguien más aquí?
Deja que pasemos sin miedo…
el sitio de mi recreo
Donde nos llevó la imaginación,
donde con los ojos cerrados
se divisan infinitos campos.
Donde se creó la primera luz,
germinó la semilla del cielo azul.
Volveré a ese lugar donde nací.
De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo.
De nieve, huracán y abismos el sitio de mi recreo.
Viento que en su murmullo parece hablar,
mueve el mundo y con gracia le ves bailar,
y con él el escenario de mi hogar.
Mar bandeja de plata, mar infernal,
es un temperamento natural,
poco o nada cuesta ser uno más.
De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo.
De nieve huracán y abismos el sitio de mi recreo.
Silencio, brisa y cordura dan aliento a mi locura.
Hay nieve, hay fuego, hay deseos, allí donde me recreo.
pueblos blancos
Pueblos blancos, calles empedradas,
en el cielo una explosión dorada,
a esta hora.
Aparentemente inofensivo
es el árbol que cuida su nido,
a esta hora.
A la hora de las sombras largas,
cuando nacen los hechizos,
en el campo de batalla
poco a poco se quedó dormido.
Negro es el perfil de la montaña,
la última gaviota surca el cielo,
a esta hora.
A la hora de las sombras largas,
cuando nacen los hechizos,
se confunden vencedores y vencidos.
Pueblos blancos, calles escarpadas,
acuarela, luz aguada,
a esta hora.
Pueblos blancos, calles empedradas,
en tu pelo una explosión dorada.
*La editorial de David Villanueva, Demipage, acaba de publicas las canciones y poemas de Antonio Vega, con prólogo del narrador y poeta Benjamín Prado. Publico aquí estas líneas por gentileza de la editorial. Tomo la foto de aquí: http://guillermoamoros.files.wordpress.com/2009/05/42.jpg. La foto es de Jorge Ontalba.
2 comentarios
pat -
Fernando -