VALÉRIE MRÉJEN: 'MI ABUELO'
Se me había pasado ‘Mi abuelo’ (Periférica, Cáceres) de Valérie Mréjen, la autora de ‘El agrio’. Esta noche no he podido dormir demasiado bien y lo he leído de un tirón: una historia familiar, escrita como el ‘Yo me acuerdo’ de Georges Perec. La autora, con escasos trazos, va conformando un auténtico friso familiar, un álbum de secretos y de detalles, de pequeñas peripecias de amor y desamor, gestos, las comidas familiares, los amantes contingentes, la compleja maraña de relaciones entre los tíos y tías, los abuelos y sus amores, los padres y sus amantes, los hermanos y sus juegos, las rarezas, la tentación incestuosa.
Hay momentos maravillosos. Y todo, con esos destellos, con esas frases de dos o tres líneas, va ahormándose en un espléndido retrato de familiar, en el que es tan poderoso lo que se ve, lo que se dice, como lo que se intuye, como lo que se imagino, lo puramente entrevisto.
Me ha gustado especialmente esta revelación:
“Había un olor especial a tierra mojada o a maleza que yo identificaba con el olor a orugas aplastadas. En cuanto me llega a la nariz, puntualizaba: ‘Huele a oruga aplastada”.
Y esta anécdota:
“Antes de abrir una agencia inmobiliaria con escaparate a la calle, mi padre tenía su despacho en la calle de la Victoire.
En el mismo piso vivía una prostituta. La mujer de uno de los clientes de la prostituta había pintado con rotulador las paredes del hueco de la escalera. Ponía ‘la puta en el segundo’, ‘la puta es aquí’, con flechas que indicaban el recorrido”.
Estas frases revelan también cómo está escrito el libro: como un breviario, como un manual de fogonazos breves, como recuerdos impresionistas (“Mi padre nos pellizcaba a mejilla dando un tironcito, y se llevaba la punta de los dedos a los labios”).
Pese a todo, creo que me ha gustado más ‘El agrio’.
*La foto es de Mclain D. Swift.
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