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Antón Castro

JESÚS MARCHAMALO HOY, EN ANTÍGONA

JESÚS MARCHAMALO HOY, EN ANTÍGONA

Esta tarde, a las 20.00 en Librería Antígona, se presenta ‘No hay adverbio que te venga bien’ de Jesús Marchamalo y Mario Merlino, un libro que ha publicado Eclipsados en una colección preciosa y pequeña, con ilustraciones. Se trata de un viaje a través de la palabra de los dos, Marchamalo y Merlino, fallecido recientemente, que se presentó en las Jornadas de Animación  a la Lectura de Arenas de San Pedro.

 

El libro es como un diálogo entre ambos: una exaltación del poder de la palabra como ser vivo, como ser que fecunda el mundo, que duele, que exige precisión y perfección y que ilumina, un libro sobre la traducción y sobre el alma misma del lenguaje. Mientras Merlino, un excepcional rapsoda, un gran traductor galardonado con el Premio Nacional de Traducción en 2004, opta por una línea más reflexiva y a la vez indagatoria, Marchamalo cuenta cosas todo el rato, y en cada uno de sus relatos o recuerdos –sobre Cortázar, sobre Pedro Salinas, sobre Svevo y Joyce, sobre la siempre adorable Clarice Lispector, a la que nunca le veía las manos- hay una poética, una meditación subrepticia sobre las palabras.

 

En el acto de presentación participarán Jesús Marchamalo, que publicará en breve un libro sobre 44 escritores (me llegó ayer en pruebas de autor y es deslumbrante, una maravilla auténtica), que publicará Siruela, el editor Ignacio Escuín Borao y Antón Castro, un servidor. Había leído el libro un par de veces, lo he vuelto a releer esta mañana temprano y me sigue pareciendo una pieza juguetona, inspirada, llena de recovecos. Por mi condición de gallego sentimental, mi pasión por la bella e indómica Clarice al margen, me gusta mucho la historia de Enrique Vila-Matas, aficionado a lo excéntrico, los bordes, lo periférico, que cuenta que siempre estuvo enamorado de una niña a la que le mandaba poemas de Luis Cernuda que hacía pasar por suyos. Un día la chica le dijo que tenía otro novio, pero que escribía muy bien. Enrique dejó caer dos lágrimas, “una por cada fracaso”. El libro enhebra bellas enumeraciones y curiosidades del lenguaje, y recopila títulos estupendos. Se trata de un libro para llevar en el bus y para releer una y otra vez con una sonrisa en los labios.

*En la fotografía, una Clarice Lispector que sí deja ver sus manos. [Marchamalo dice que la autora de 'La pasión según G. H.' nunca deja ver las manos.]

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