PILAR BAYONA, 30 AÑOS DESPUÉS
Coincidiendo con el 30 aniversario de su muerte, un 13 de diciembre de 1979, fue arrollada por un autobús, Antonio Bayona y Julián Gómez, que cuidan el Archivo Pilar Bayona, han preparado el libro ‘Pilar Bayona. 30 miradas’, editado por Raúl Herrero en su sello Libros del Innombrable. El libro ha quedado muy bonito: escriben Joaquín Achúcarro, Antonio Bayona, Pilar Armijo, Emilio Casanova, Teresa Catalán, Julio Crystellis, Rubén Lorenzo, Pedro Carboné, Pilar Navarrete, Álvaro Zaldívar, José Peris, Maite Iranzo, Luis García-Abrines o, entre otros, el joven poeta Juan Marqués, que publica aquí su primer cuento. El volumen incorpora caricaturas, pentagramas, recuerdos, etc. Ha quedado un volumen muy cuidado. Hace años algunos, con la colaboración de Julián y Antonio, y la complicidad de las Cortes de Aragón y Fernando Sanmartín, Dolores Durán (que está a punto de ser madre de gemelos: José Manuel y Daniel) y yo organizamos la exposición ‘Pilar Bayona. La pasión por la música’. Esta ha sido mi aportación a este libro colectivo que se presentará el día 14 en Ámbito Cultural de El Corte Inglés.
LA PIANISTA Y LA LUZ DE LA MÚSICA
Cuando llegué a Zaragoza, al pasar por el Ebro, alguien me habló de Pilar Bayona. Es menuda, debió ser bella, y toca como un ángel. Toca como un ángel enloquecido a los 80 años. En aquellos días de otoño, o quizá de invierno, aún no sabía lo que era el cierzo, y hacía muchos, muchos años que no había visto la nieve. A los pocos días, vi la nieve, una bicicleta en el Portillo que se hundía en la nieve y un cartel que anunciaba un concierto de Pilar Bayona. ¿No era la pianista, ese manojo de nervios y de músculos que hacía brotar pájaros de lluvia y de fuego de las teclas? Iría a verla con mi trenka marrón y mis verdes botas de payaso errante.
Unos días después, casi como un aperitivo inesperado, vi que había un pequeño concierto en un salón más bien íntimo. Alguien me dijo: “Sube. Serás mi invitado”. Y subí. Allí, al poco tiempo, apareció una intérprete delgada y ya madura. Pilar Bayona. Es curioso: no la había visto nunca y tenía para mí el significado de un mito o de una leyenda que acababa de nacer y se extendía como el vértigo por mis venas, por mi piel y mi cerebro. Pilar Bayona. Llevaba un vestido oscuro, con algún detalle blanco y plateado, y avanzaba encorvada; repartía sonrisas. Estaba concentrada. No necesitaba partituras. Alguien dijo: “Pilar Bayona es nuestra pianista más internacional, no necesita presentación. Es como una farola o el alumbrado público: siempre brilla y nos ilumina los mejores sueños con la luz del piano”. Me sorprendió el símil, pero aún más me sorprendió la interpretación. Fue asombrosa. Jamás había oído nada igual. Mi amigo, tan reciente que ni siquiera sabía su nombre, me trajo un programa de mano y me dijo: “Acércate y te lo firmará". Ante mi zozobra, él lo hizo por mí, y le anunció: “Se llama Antonio y viene de lejos solo para verte. Está loco por tu música”.
Era la primera vez que me ruborizaba en Zaragoza. Cuando me iba, Pilar se me acercó y me dio un sobre amarillo, con una entrada. Me guiñó un ojo. Era para el concierto que iba a dar en Independencia 10. Su último concierto. Lo recuerdo muy bien. O me digo a menudo que lo recuerdo muy bien: su cuerpo encorvado, sus manos interminables, sus dedos como espadas, su movimiento eléctrico, su modo de saludar. Aquel concierto fue precioso, el más hermoso de mi vida. O, en realidad, se transformó luego en el concierto más inolvidable de mi vida. Luego, y ahora al recordarlo. Luego: cuando supe que había sido una niña prodigio, cuando supe que había estado en la Residencia de Estudiantes y que poseía una memoria prodigiosa, sentido del riesgo y un gusto insaciable por tocar. Luego, meses después, supe que había enamorado a Luis Buñuel, José Camón Aznar o al joven Luis García-Abrines. Y quizá a Juan Eduardo Cirlot. Este, embrujado por su belleza y por su virtuosismo, le dedicó palabras hermosas de poeta. Igual que intenté hacer yo, a mis 20 años, cuando escribí para ella y solo para ella: “Pilar Bayona desordena el mundo tan solo con un meneo”. Aún guardo el sobre con su entrada y con el programa de mano dedicado.
*Esta ilustración es de José Luis Cano y pertenece a su libro 'Zaragoza', que publicó el sello valenciano Media Vaca.
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Raúl Herrero -
Raúl Herrero