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Antón Castro

JULIÁN CASANOVA: UNA ENTREVISTA

JULIÁN CASANOVA: UNA ENTREVISTA

"La Transición ha sido el triunfo de la razón y de la luz"

ENTREVISTA CON JULIÁN CASANOVA, HISTORIADOR

Si a Julián Casanova (Valdealgorfa, Teruel, 1957) se le pregunta cuál es la misión del historiador alude a una frase de Eric J. Hobsbawm, “uno de los historiadores, todavía vivo, más importantes del siglo XX: somos los ‘recordadores’ profesionales de lo que los ciudadanos desean olvidar. Somos detectives que descubrimos en los restos y voces que nos llegan del pasado, a veces insignificantes, otras muy relevantes, los cambios y continuidades que han acompañado la evolución de los seres humanos”. Con esta mentalidad, en colaboración con su ex alumno (“brillante, le dirigí sus trabajos de investigación: tesis de licenciatura y tesis doctoral”), amigo entrañable y ahora destacado historiador Carlos Gil Andrés, ha publicado ‘Historia de España en el siglo XX’ (Ariel. Barcelona, 2009. 416 páginas) volumen que ya lleva tres ediciones y que define como “un libro manejable que relata los hechos esenciales y explica los cambios y los procesos fundamentales de un siglo intenso, controvertido y extraordinariamente complejo, un siglo fascinante como el siglo XX”. Añade Casanova que, entre otros temas, Gil Andrés y él comparten una preocupación por el cuidado formal, por la narración, por la divulgación de la historia. 

Usted suele decir que esta ‘Historia de España’ es un libro de interpretación, narración y sosiego historiográfico. ¿Podría explicarnos estos criterios? 

La narración sigue el hilo conductor de la historia política y el ritmo de las divisiones cronológicas convencionales para detenerse con más sosiego, al término de cada parte y en el epílogo final, en análisis que plantean y resumen algunas de las reflexiones más interesantes y de los debates más actuales de la historiografía española.

¿Qué quiere decir cuando alude al término narración?

La historia es una fuente esencial para la literatura y los novelistas y los historiadores compartimos muchas miradas al pasado. La diferencia es que los historiadores no podemos inventar, tenemos que someternos a los hechos históricos que nos transmiten las fuentes orales, escritas o visuales. Yo creo en una disciplina de la historia inspirada formalmente, en el cuidado formal de la escritura,  por la forma de construir historias de los grandes narradores. Por eso, para hacer una historia del siglo XX puede ser  muy útil leer a los grandes narradores del siglo: desde Truman Capote a Steinbeck, pasando por Faulkner o Marsé, Barea, Sender y Mendoza en el caso español.

¿Interpretación?

No hay un modo único o definitivo de ver ni de contar la historia. Pero las interpretaciones que quedan, las que dejan poso, son aquellas que pasan los filtros de las discusiones y de los debates entre los historiadores. Para construir una historia de España en el siglo XX  hay que manejar las grandes interpretaciones que hemos hecho, u otros colegas han hecho, sobre el fin del imperio, el sistema político de la Restauración, el significado de las democracias y las dictaduras...

¿En qué consiste el sosiego historiográfico?

Lo dan los años de aprendizaje, de escritura, de dar clases, de viajar y contactar con otras historiografías, la mirada telescópica, en definitiva.

¿Han querido escribir un libro contra los tópicos, como aquello de la anomalía y la fatalidad del país, tal como parece sostener Gerald Brenan, a quien aluden en el prólogo?

Elegimos a Gerald Brenan porque su libro ‘El laberinto español’, publicado en inglés en 1943 y cuya primera edición en castellano la publicó Ruedo Ibérico en París, marcó las enseñanzas de la generación de historiadores que -empezando por Raymond Carr y siguiendo por Gabriel Jackson, Hugh Thomas o Paul Preston- han elaborado una narrativa política y empírica del siglo XX español cargada de belleza y de tesis imaginativas. Todos reconocen que él fue una fuente de inspiración. Brenan además había conocido esa España primitiva, viniendo de Inglaterra, y la vio evolucionar, sufrir, modernizarse, siendo la historia viva del siglo XX. Y además nos permite trazar un paralelismo con Franco, un hombre de su misma generación que atraviesa también, más bien decide, una parte importante del siglo XX español.

 

España entra en el siglo XX en plena crisis: tras la pérdida de las colonias, con la idea de unidad nacional en crisis, con constantes conflictos.

Es verdad que la pérdida de las colonias y esa percepción de crisis abre un debate, con el regeneracionismo en primer plano, en el que parece, en cierta forma, que es un país en ruinas. Pero si se compara con Europa, todo puede matizarse. Francia acaba de pasar un debate que divide todavía más a la nación (el affaire Dreyfus), la mayoría de los países que nos rodean entran en una guerra, en 1914, que va a cambiar de verdad el rumbo de Europa (es la auténtica línea divisoria de la historia del siglo XX), y España se quedó al margen de ese proceso, que fue la gran diferencia entre la historia de España y la de Europa en esos primeros 20 años del siglo XX. De esa guerra salió una revolución, en Rusia, y el comunismo, y el fascismo en Italia, por no hablar del impacto que tiene en la militarización de la política. 

Curiosamente, ya se percibía una necesidad de afianzar la democracia. 

El gran debate del primer tercio del siglo XX en Europa, y en España, es cómo transformar la política, la forma de gobernar, para ajustarse al advenimiento de la sociedad de masas. La Primera Guerra Mundial derribó el viejo orden. A comienzos del siglo XX, todos los imperios (y el de España ya en decadencia) son monarquías, excepto Francia. En 1919, acabada la guerra, todos han desaparecido, salvo Francia y Gran Bretaña, convertidos además en repúblicas democráticas, un proceso que España sigue un poco más tarde, en 1931. El gran fracaso de la monarquía española, como el de las otras que cayeron, fue no saber ensanchar la base política de su dominio, presidir la transición desde un régimen oligárquico a otro más democrático, con todas las restricciones que la democracia tenía en esos momentos y que no podemos ver a la luz del presente.

 ¿En qué consistió la reforma o la revolución desde arriba?

 Es la gran propuesta de José Canalejas, que subió al gobierno en febrero de 1910 y fue asesinado por un anarquista, Manuel Pardiñas, en noviembre de 1912. A la democratización del régimen, Canalejas la llamaba una "República coronada", es decir, seguir el ejemplo británico, reformar desde arriba el sistema, antes de permitir la subversión desde abajo.

 En las tres primeras décadas España va de convulsión en convulsión. ¿Por qué hay tantos conflictos?

Es cierto que a finales de los años diez, comienzos de los veinte, hay una percepción clara de que el sistema político de la Restauración está agotado y que el avance de los sindicalismos y las alternativas obreras (de clase) son una amenaza. El hecho de que se acabe con eso mediante un pronunciamiento militar indica la fuerza que tiene el ejército como guardián del orden público y de las esencias de la Patria. Un ejército, por otro lado, que no ha combatido en la guerra mundial. En ese momento se está forjando el militarismo africanista (que tan bien captan Barea en ‘La forja de un rebelde’ y Sender en ‘Imán’), que al fin y al cabo decidirá la historia en 1936.

  ¿Ha sido la Reforma agraria de las maldiciones de España?

 Uno de los grandes problemas irresueltos, que tuvo que abrir en canal la República y que le complicó enormemente la vida, por la oposición desde arriba desde el principio y por la insatisfacción desde abajo ante la lentitud de la reforma. Pero la reforma agraria era una necesidad económica y social, ineludible para la modernización de España. En la práctica, nunca podía ser radical, a no ser que hubiera una revolución, porque los grandes propietarios, casi todos burgueses, que ya habían comprado tierras desde los procesos desamortizadores del siglo XIX, estaban estrechamente conectados con el aparato del Estado; pero en la teoría, era amenazante, porque se percibía como una revolución hecha en beneficio de los jornaleros, contra la propiedad, que en España tenía también un significado religioso, por la simbiosis entre orden, propiedad y religión (y la forma de percibir a quienes amenazaban ese orden como bolcheviques, ateos y subversivos)

  ¿Cómo valora los cinco años de la II República?

 Una República parlamentaria y constitucional, que acometió la organización del ejército, la separación entre la Iglesia y el Estado y tomó medidas radicales y profundas sobre la distribución de la propiedad de la tierra, los salarios de las clases trabajadoras, la protección laboral y la educación pública. Nunca en la historia de España se había asistido a un período tan intenso (porque eso se hizo todo en los dos primeros años) y acelerado de cambio y conflicto, de avances democráticos y conquistas sociales. Pero al mismo tiempo, la legislación republicana situó en primer plano algunas de las tensiones germinadas durante las dos décadas anteriores con la industrialización, el crecimiento urbano y los conflictos de clase. Se abrió así un abismo entre varios mundos culturales antagónicos, entre católicos practicantes y anticlericales convencidos, amos y trabajadores, Iglesia y Estado, orden y revolución. 

Vivimos una época de feroz desmitificación de ese período. ¿Es para tanto o es un revisionismo interesado?

 La ignorancia es libre y gratuita. Son posiciones políticas en torno a la historia. Cualquier comparación entre la República y lo que vino después, la guerra, el asesinato, la violación sistemática de los derechos humanos, la dictadura de cuarenta años.... deja en muy buen lugar a la República. Igual que puede decirse entre la República de Weimar y Hitler.. El problema es si se piensa que fue la República quien causó la guerra, y no un golpe de Estado, la raíz de todos los males.

 

¿Por qué se produjo y qué significó la Guerra Civil?

 La guerra la causó un golpe militar, que no logró su principal objetivo, hacerse rápidamente con el poder. Porque si eso hubiera pasado, no hubiera habido guerra y lo que se hubiera producido desde el principio hubiera sido una dictadura militar. Como ese golpe no triunfó del todo, pero tampoco fracasó, porque conquistó sus objetivos en amplias zonas del país, lo que hizo fue minar decisivamente la capacidad del Gobierno republicano para mantener el orden y dio paso así a la violencia abierta, sin precedentes, de los grupos que lo apoyaron y de los que se opusieron. Así comenzó la guerra civil. Si vemos la historia de Europa, la República tenía escasísimas posibilidades de sobrevivir, porque todas las demás repúblicas y democracias que emergieron de la caída de las monarquías desde 1918 acabaron derribadas por reacciones derechistas o fascistas. Pero la guerra civil sólo se entiende por ese golpe militar. Sin ese golpe, que es el que divide al ejército y al aparato del Estado, hubieran podido pasar otras cosas (y entre ellas, casi con toda seguridad, la muerte de la República), pero no una guerra civil.

 Esa guerra civil se convierte muy pronto en internacional, resume todas las batallas que tenía planteadas la sociedad europea en ese momento: guerra de clases, guerra de religión, guerra en torno a la idea de la nación y de la patria, guerra de credos. En la guerra civil española cristalizaron en suma batallas universales del momento y por eso está cargada de símbolos y mitos para muchos ciudadanos del mundo. Para los españoles, sin embargo, ha pasado a la historia por la tremenda violencia y deshumanización del contrario que generó.

Aragón fue un escenario capital: Belchite, el frente de Huesca, la batalla de Teruel, la batalla del Ebro...

 Aragón resume la guerra civil, partido en dos como España, con la revolución más destructiva, las colectivizaciones y el Consejo de Aragón  y el fascismo más radical, de exterminio del contrario, y con un frente de guerra que, sobre todo en la batalla de Aragón de marzo de 1938, marcó la contienda. Y ahí está Teruel, claro, la única capital de provincia conquistada por los republicanos en toda la guerra, Belchite, el frente de Huesca y Orwell, la batalla del Ebro...

¿Cuál es su retrato de Franco?

 Combina la esencia de la tradición conservadora, el militarismo africanista y un nacionalismo radical que bebe, aunque no él directamente, de las nuevas corrientes fascistas. Manejó bien diferentes máscaras, como Preston ha demostrado en su biografría, los vientos de la historia (y del azar, si se valoran muertes como la de Mola, José Antonio Primo de Rivero o Sanjurjo) estuvieron a su favor hasta 1945 y tuvo la bendición y el apoyo eclesiásticos en los momentos decisivos para mantenerse en el poder.  Todo lo que ocurrió en España entre 1945  (final de la Segunda Guerra Mundial) y 1975 (muerte de Franco) separó la historia de España de la de Europa, demasiados años. 

Tomo esta foto del blog de Juan Gavasa. Sobran las palabras...

En el libro aparece un análisis exhaustivo de la larga duración de la dictadura: la represión, los apoyos internacionales, la simbiosis entre el Caudillo y la Iglesia católica, los amplios apoyos sociales que tuvo, pero sobre todo el contar con un ejército unido, salido de una guerra civil, hasta el final. La división de la oposición al franquismo tampoco ayudó.

Transición y Autonomía. ¿Cómo hemos jugado ese papel?

  A la luz de la historia, de lo que ocurrió, de cómo y por qué ocurrió y de lo que podría haber ocurrido, la transición a la democracia es el triunfo de la luz y de la razón frente a la oscuridad anterior. El sueño de los regeneracionistas de comienzos de siglo se cumple al final, demasiados años después, pero se cumple. Pero no fue un proceso sólo pactado, protagonizado desde arriba... La transición tuvo legados difíciles de cambiar y cambios que hubieran sido imposibles si el proceso lo hubieran protagonizado únicamente las elites que venían de la larga dictadura.

 

 

DESPIECE:

MEMORIA DE LA TRANSICIÓN, PRESENTE Y FUTURO

 

Asistimos a la vindicación, y casi entronización de Adolfo Suárez, ¿le parece justa?

 Ajdolfo Suárez es uno de los personajes fundamentales de esa transición, porque supo desvincularse de las ideas franquistas para negociar, básicamente con quienes habían sido hasta ese momento compañeros de viaje en la dictadura, el contenido de las reformas. Eso lo hizo muy bien, porque además conocía a la perfección los entresijos del régimen y sobre todo sabía cómo manejar los tiempos de la negociación y de la comunicación. Su papel en el control de los medios de comunicación en esos años, sobre todo de TVE, de la que había sido ya director, fue fundamental.

¿No fue un presidente demasiado efímero? 

Es cierto. Es un personaje que dura poco en esa historia, menos de cinco años, y cuyo partido y proyecto se desmoronan de forma acelerada en los últimos meses de 1980, contribuyendo a la inestabilidad y crisis, hasta desembocar en el intento de golpe de Estado de febrero de 1981. No creo que merezca esa entronización, aunque es muy difícil no asignarle un papel positivo en toda esa historia. 

¿Cómo juzgará la historia a Felipe González?

 No emplearía ese término, juzgar. Pero Felipe González, desde el balance histórico, es uno de los personajes más importantes del siglo XX español. Catorce años en el poder, legitimado una y otra vez por elecciones libres, con amplios apoyos sociales y con un proyecto de reformas, con el aire de Europa a su favor, que conectaba claramente con todas esas esperanzas rotas tantas veces por la violencia durante el siglo XX: modernizar España, integrarla en Europa, hacer ciudadanos libres, redistribuir mejor la riqueza. En el balance que la historia ya hace y pueda hacer en el futuro también aparecerá el GAL, la corrupción, la importancia de los amigos políticos, pero en cualquier comparación con lo anterior y con lo posterior siempre saldrá beneficiado. Y sobre todo si se valora que es el único presidente de gobierno de la historia de España del siglo XX que tuvo proyección internacional, preocupado por la política internacional, que la conocía y le conocían. Por no hablar de su capacidad de comunicación y debate, esencia de la política, valores que, sin embargo, pocos políticos tienen o aprenden.

Volvemos a vivir en un momento convulso, dramático. ¿Cómo lo defines: es peligroso, preocupante, hemos regresado al pasado?

 No es un regreso al pasado, en absoluto. Lo preocupante es que con lo modernos que somos, o que creíamos ser, esa modernización no se plasme en una cultura cívica mayor. Hace falta transmitir mejor los valores del diálogo, la libertad y la integridad. Están fallando los políticos, pero también los educadores y los medios de comunicación. Pero también hay mucha gente que está trabajando para que esa parte más peligrosa no se convierta en fatalidad. Y estamos entre los privilegiados del mundo, afortunadamente, aunque eso no garantiza todo.

 ¿Por qué cuesta tanto aceptar que España es un país plurilingüe, con diversos rasgos de identidad, y por qué le cuesta tanto al nacionalismo aceptar una idea global de gobierno y aún de país?

 Ese conflicto resume la historia del siglo XX. Y sólo ha resultado bien cuando el centro y la periferia se han entendido. No hay en Europa occidental otro país con tantas lenguas y culturas diferentes. Y eso nos ha hecho más fuertes, cuando se ha utilizado en la buena dirección, aunque queda ETA, el único legado funesto que viene del siglo XX, de la dictadura en realidad, y demasiados malos entendidos en torno al nacionalismo vasco o catalán. Yo creo, vista la historia de las últimas décadas, que ese país plurilingüe puede funcionar, a no ser que algunos se empeñen en sacar a pasear las esencias patrias o los mitos nacionales/nacionalistas.

 ¿Podría resumirnos los personajes claves del libro y de la historia de España?

Personajes que decidieron la historia por la fuerza, como Primo de Rivera o Francisco Franco; personajes que tenían un proyecto reformista y no pudieron acometerlo (como José Canalejas); personajes que tuvieron tiempo, aunque limitado, para emprender reformas y cambios sustanciales (como Manuel Azaña); y personajes que aparecen ya en color en la fotografía, triunfantes después de tantas batallas anteriores (como Adolfo Suárez, Felipe González o el rey Juan Carlos). Pero además de esos nombres propios, la historia de España tuvo otros protagonistas: las decenas de miles de personas que murieron en el exilio y que nunca pudieron volver a su país. ¿Cómo hubiera sido una España con libertades y con la aportación de todos  esos intelectuales, científicos, profesionales, que nunca pudieron volver? Todos los presidentes de gobierno de la República, salvo Lerroux, y los dos presidentes que tuvo ese régimen, en paz y en guerra, murieron en el exilio.

*Esta entrevista se publicó el pasado jueves en el suplemento 'Artes & Letras' de Heraldo de Aragón. Las dos primeras fotos son de Robert Capa.

6 comentarios

Angel -

Magnífico reportaje.
Soy hijo de oficial republicano, prisionero Aragón el 29/5/38, conducido San Marcos, Leon, y mas tarde a Sevilla. Juzgado por rebelde, condenado y "ajusticiado" en diciembre 1939. Informes, Sumario y documentos recuperados últimos años.

Jordan 11 -

Fondness is not frenzy, it is a power of life. Everyone has the right to pursue what he or her likes.

Niggerman -

Para Alfonso Ansó: sólo por apoyar lo que dices, en Bélgica hay también una zona, no pequeña, de lengua alemana, y además se habla (aunque poco) el valón, una lengua romance propia de la mitad Sur. En cuanto a Italia... allí se habla de todo, aunque a menudo lo ignoremos. Para empezar, el sardo, una lengua distinta del italiano. El francés, y mucho, en el Valle de Aosta, donde subsiste también (de verdad que sí) el franco provenzal. En el Tirol italiano, el alemán, que es cooficial. Y también el friulano, por ahí al norte... En fin, que efectivamente llevas razón, Alfonso. Bajo la aparente homogeneidad lingüística de Europa subsisten, con distinto grado de vitalidad y de reconocimiento oficial, otras muchas lenguas. A veces de manera casi milagrosa, la verdad. PEro ahí están.

Mónica Gutiérrez Sancho -

Enhorabuena Antón, de lo mejor que he leído en mucho tiempo, mucho. Un abrazo.

Ricardo Vázquez-Prada -

Antón, magnífica entrevista a un intelectual valiente y lúcido, al que admiro profundamente. Entrevistas así son muy necesarias para arrojar luz acerca de nuestra historia reciente y el momento actual. Mi más sincera enhorabuena a los dos.

Alfonso Ansó Rojo -

"No hay en Europa occidental otro país con tantas lenguas y culturas diferentes. " Comprendo que el sr. Casanova quiere destacar el hecho de que en España hay tantas lenguas y culturas diferentes. Pero yo diría que es muy tajante decir eso.

España no es el único país con tantas lenguas diferentes (en concreto, cuatro: español, catalán, vasco y gallego). Suiza, donde también se hablan cuatro lenguas (alemán, francés, italiano y romanche) sería otro ejemplo. (Entre paréntesis: también en Bélgica se hablan diferentes lenguas, aunque en este caso, dos: francés y neerlandés, y seguro que me dejo más lugares de Europa donde se hablan dos lenguas -el gaélico en el Reino Unido, el francés en la parte italiana más cercana a la frontera francesa es la segunda lengua que se habla en Italia, además del italiano. Y si nos ponemos puntillosos, si incluimos el gaélico, qué me dice del bretón, el normando, el corso, etc, en Francia; ahí ya son más de dos y más de tres...-)