LOS LIBROS DE UNA VIDA / 2
-El pasado 23 de abril publiqué en Heraldo de Aragón un reportaje-encuesta acerca de los libros que más habían marcado a catorce aragonesas de las letras, la música, la literatura, la pintura o el cine. Aquí publico los textos completos de cada uno de ellos. En el post anterior, por razones que ignoro, solo he podido colgar tres. Añado ahora todos los nombres. El sistema de blogia no me permite corregir; añado la segunda entrega. La ilustración es de Ángeles Santos. (No va bien el sistema de blogia y no me ha dejado colgar el texto completo con varias fotos. De ahí esta segunda entrega). JOSÉ MARÍA CONGET Profesor de literatura y escritor. Experto en tebeos. Siempre declaro que los libros que más han influido en mi vida son los que leí de niño, especialmente las novelas de Guillermo Brown y las de Salgari, y entre éstas, posiblemente la serie de El Corsario Negro. Cuando en el quinto volumen de la serie, Yolanda, descubrí que el Corsario había muerto le supliqué llorando a mi abuela que me vistiera de luto; nunca después me ha impresionado tanto un relato. Creo, además, (aunque parezca una ingenuidad) que esas novelas, junto con algunas películas del Oeste, me conformaron una ética elemental a la que en cierto modo sigo fiel. Esos libros los elegía yo pero me los compraba mi tía Felisa, a la que debo mi iniciación en la literatura, el cine y los tebeos. Regalé la incompleta edición de los Poemas completos de Antonio Machado en Austral, en 1967, a una chica; es el regalo libresco del que guardo mejor recuerdo: me casé con esa chica y con ella continúo. El libro reciente que más he regalado y que recomiendo es Dientes de leche de Ignacio Martínez de Pisón. MIGUEL ÁNGEL LAMATA Guionista y cineasta. Tengo que nombrar dos libros decisivos en mi vida: "Adelante, siete secretos", de Enid Blyton. Un día, a los seis años, mis padres me llevaron a comprar tebeos a la Librería Pérez de la Calle Cinegio y, de repente, me quede mirando la portada de "Adelante, siete secretos". Un libro, no un tebeo. Un reto. Hum, ¿sería capaz de leerlo? Y decidí que sí, que ya había que leer libros. Les pedí a mis padres que me lo compraran y ese mismo día me lo leí. Y me lo pasé como nunca. Es más, recuerdo que pensé: "Los libros son algo sensacional". Y decidí leer muchos más. PILAR NAVARRETE Directora de la Biblioteca de Aragón. Escritora. El libro determinante para mí ha podido ser El libro del desasosiego de Fernando Pessoa, porque me descubrió al prototipo de escritor que crea un mundo literario totalmente diferenciado y único. Hay otros que también lo han hecho: Borges, Poe, Bernhard, Kafka..., pero Pessoa me cayó en el momento justo, un momento de felicidad, contrariamente a lo que representa Pessoa. Me derribó del caballo, me iluminó con su agnosticismo vital y me redimió de posibles insensatos delirios con su humildad de escritor descomunal siendo un mero oficinista. Encontraba grandiosa su forma casi humorística de "consentir" la vida, naufragando entre complejos espirituales, deudas emocionales, arquitecturas sintácticas. Me pasé diez años con él. Lisboa se convirtió en mi país de las maravillas. Me aprendí de memoria algunos poemas de Álvaro de Campos, uno de sus heterónimos. No suelo regalar libros, y en cada momento o para según qué persona seguro que sería diferente. Hoy recomendaría leer un poco de poesía: Avanti, Poetas españoles de entresiglos XX-XXI, en edición de Olifante. No todo es genial, pero tiene múltiples ventanas para no suicidarse. AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL Catedrático de Historia del Cine. Escritor. El libro que más marcó mis inicios como lector fue un tomo de las Obras Completas de Julio Verne que traducía las de Hetzel, con sus soberbios grabados. Era caro, una pequeña fortuna para un niño. Además de las novelas incluía dos seriales maravillosos, “Los descubrimientos del globo” y “Los grandes navegantes del siglo XVIII”. Todavía lo conservo y puedo reconstruir lo que le debo, porque subrayaba las palabras que no entendía, para buscarlas luego en el diccionario. El librito que más he regalado ha sido Los Papalagi, los discursos del jefe samoano Tuiavii de Tiavea, publicados por la editorial barcelonesa Pastanaga en los años 1970. Es el mejor tratado de antropología sobre los europeos que conozco. Pero como no creo que esté en el mercado, añado el segundo que más he regalado: la Odisea. Ahí está todo. RAÚL CARLOS MAÍCAS Director de ‘Turia’. Fui un niño adicto a la lectura de tebeos y sigo siendo un tintinófilo confeso. Por tanto, en mi cuarto de jugar uno de los tesoros más codiciados era una caja de cartón repleta de aventuras de papel protagonizadas por el Capitán Trueno, Pumby, etc. Pero la estrella, la pieza más valiosa, eran aquellas ediciones de Tintín que Juventud publicaba en tapa dura. Siempre me ha gustado sumergirme en las peripecias del joven reportero y de sus amigos: el capitán Haddock, el profesor Tornasol y los demás protagonistas del universo Hergé. Si no recuerdo mal, comencé con Tintín en América. En aquel Teruel gris y rancio de los primeros años 70, Tintín era un pasaporte eficaz para vivir otras vidas a todo color. Me gusta regalar/recomendar cualquier libro de Borges o Virginia Woolf, dos escritores cuya literatura no tiene fecha de caducidad y sigue seduciendo hoy. Si tuviera que dar algún título, diría dos que me marcaron como lector: El libro de arena y Una habitación propia. En España los editaron Alianza y Seix Barral, pero continúan vivos en otros múltiples sellos e idiomas. ROSENDO TELLO Profesor de literatura. Escritor. A mis 8 años y antes de pensar en escribir poesía recibí influjos fundamentales de algunos episodios de la Sagrada Escritura, en especial el de Jacob, José y sus hermanos. En ellas adivinaba un fondo poético del que se desprendían acciones épicas que coincidían con ese fondo mágico. Venían a demostrar que los géneros literarios tenían algo en común, como lo ví en José y sus hermanos, de Thomas Mann. Un libro que he regalado muchas veces, además de varios libros poéticos, ha sido la novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo. Es de un lenguaje poético fundamental, que todo poeta debería leer. PAULA ORTIZ Guionista y directora de cine. Uno de los libros que me atrapó con una fortísima fascinación hipnótica cuando apenas tenía diez años fue: El bosque raíz-laberinto, de Italo Calvino. Fue en una de aquellas tardes, que ahora valoro, en que mis padres me llevaban a una librería y me decían: elige uno. Aquel azul, aquel pájaro rojo, aquellos arboles negros de la portada los reproduciría después insistentemente en mi clase de dibujo, atrapada por completo en aquel universo del país de Arándano y Verbena. Con el tiempo, ya de mayor, descubrí a Calvino, sus novelas, sus cuentos, sus lúcidos ensayos... Y se convirtió en uno de mis autores-brújula, y comprendí que quería decir con aquel mundo donde las ramas y las raíces eran formaban un solo bosque. JAVIER TOMEO Escritor. El libro que más me ha marcado ha sido ‘Pan’ de Knut Hamsun, una narración que me parecía panteísta, con destellos surrealistas. Creo que fue la primera novela que me enseñó que el protagonista, un teniente enamorado, negaba hasta tres veces sus sentimientos, y eso equivalía a una afirmación. Es una novela magnífica. Decisiva para mi carrera y mi vida, una novela de amor apasionado y enloquecido. No suelo regalar otros libros que los míos, y el que más he regalado de todos ellos ha sido Amado monstruo. MAGDALENA LASALA Escritora. 1) El libro que me marcó especialmente fue Las mil y una noches, que leí a los trece años, en una edición encuadernada en piel con bordes en oro que mi padre había comprado a plazos. Me prohibió leerlo, taxativamente, porque no lo creía apropiado para una chica. Yo lo devoré a escondidas, por supuesto, mezclando el deseo de su lectura, el secreto de lo clandestino y la pasión de la trasgresión. Yo era todos los personajes de sus historias, igual Sherezade que Alí Babá; esas páginas tenían poesía y sueños por igual, historias, historia, ideas y maravilla... Así, entregada a un disfrute insospechado, comprendí la magia de la palabra, igual en quien la recibe como para quien la expresa. 2) Suelo regalar libros de mis amigos escritores, porque son como regalos dobles. Pero regalé especialmente El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, porque es la novela que hubiera querido escribir yo, a una persona a la que quería expresarle que él era la historia de amor que yo quería escribir. AURORA EGIDO Catedrática de Literatura. No creo en la marca de un libro para toda la vida, sino en libros que jalonan el camino. Recuerdo, por ejemplo, lo que supusieron para mí las Rimas y leyendas de Bécquer, que me llevé al internado cuando tenía 14 años. Sobre todo porque no pegué ojo la primera noche que pasé en un dormitorio lleno de camas vacías al que todavía no habían llegado las demás colegialas y en el que me pareció sonaba aquel órgano casi celestial que tocaba solo en Maese Pérez. A cambio, los poemas de Bécquer me abrieron un mundo más allá del mundo de la rutina escolar. Cuando aprendíamos a escribir a máquina tecleando textos de Derecho Administrativo, yo los sustituí por el "Cendal flotante de leve bruma/ rizada cinta de blanca espuma/ rumor sonoro de arpa de oro..." y otros versos igualmente luminosos que se quedaron para siempre en mi memoria. JORGE GAY Pintor El libro que en su momento me deslumbró por razones inefables y me ayudó a descubrir y caminar el mundo en el que quería moverme fue Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke. Yo ya había pasado el umbral de los veinte años cuando lo leí en la edición argentina “Siglo Veinte” de tipografía bella y adusta. Este pequeño-gran texto ayudaba a definir quien eras y qué podías hacer con tu vida en los angustiosos años del aprendizaje Ya no tengo esa edición; la regalé hace mucho tiempo De los últimos libros que he leído, regalado y recomendado ha sido: El ruido eterno de Alex Ros en Seix Barral. Es una fascinante historia de la música contemporánea entreverada con todo el arte del siglo XX .Tiene la virtud de poderse leer casi como una novela, pues desmenuza la música explicándola con precisión, sin recurrir a la partitura, como ocurre con los ensayos especializados. Te zambulle en todo el devenir histórico que estuvo cargado de pasión, dolor o alegría. Un resumen poético del pasado siglo y el modo en el que algunos supieron hacerlo arte: para herirnos con él, para gozar con él, para conocernos con él.
Y luego está Mujeres, de Charles Bukowski. A los dieciséis años lo robé de la estantería del profesor José María Bardavío, padre de un amigo que me invitó a su casa. Muchos años después se lo devolví, tras haberlo leído varias veces. Es el libro más triste y divertido a la vez que he leído nunca. Creo que, si no fuera Bukowski, jamás habría aprendido a reírme de mí mismo, una de las cosas más saludables de la vida. Así que siempre estaré en deuda con el viejo Chuck. Y le homenajearé cada vez que pueda. Como hago ahora.
El libro que más he regalado es Escrito en el cuerpo, de Jeanette Winterson. Es un libro de un romanticismo intensísimo, casi agresivo para los sentidos. Por eso me gusta compartirlo con la gente a la que quiero. Y tiene una frase que es un mantra para mí: "Lo que arriesgas demuestra lo que vales".
El libro que posiblemente más he regalado es Poeta en Nueva York de Federico Garcia Lorca, porque nunca viene mal volver a oír la voz de un poeta cuando ciertos días caminas por las calles entre las cuatro columnas de cieno en el alba mentida de New York, Zaragoza, Madrid...
Generalmente suelo regalar los libros que creo van a gustar al destinatario. Una vez sin embargo envié a varios amigos El barón rampante de Italo Calvino. Siempre me sedujo la decisión irreversible de Cosme Piovasco de Rondó, un niño que no quiso comerse un plato de caracoles y decidió subirse a un árbol para quedarse allí toda la vida. Ello no le impidió sin embargo vivir la Revolución Francesa y estar al tanto de todo lo que pasaba a su alrededor. Puede ser el paradigma de cualquiera que, una vez subido al árbol de los libros, no se baje jamás.
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gonzalo villar -