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Antón Castro

HOPPER, EL MOTORISTA SALVAJE

 

A los 33 años, Dennis Hopper emprendió una de las aventuras más bonitas de su vida: rodó, dirigió e interpretó ‘Easy ryder’ (Buscando mi destino), una de esas películas que abren una espiral a la leyenda, que se convierten en un icono de la modernidad más peligrosa. Aquellos motoristas, más bien existencialistas, eran dos aventureros, dos tragamillas, que parecían escapados de las novelas de Keroauc o de los poemas de Allen Ginsberg. Hopper, que había actuado en películas como ‘Rebelde sin causa’, ‘La leyenda del indomable’ o ‘Gigante’, acabaría por convertirse en un actor casi maldito e inquietante, capaz de encarnar a los dementes, psicópatas, asesinos, locos de amor, exploradores de los abismos del mal. Entre otras muchas películas, recuperó su perfil más inquietante en ‘Terciopelo azul’, al lado de Isabella Rossellini, tan vulnerable ante sus avasalladores ojos. En realidad, en casi todos sus filmes Hopper tenía una mirada turbadora, esa que lo emparentaba con Jack Nicholson, con Paul Newman, Edward G. Robinson o John Garfield. Consumidor habitual de estupefacientes y ciudadano desconcertante, Hopper poseía un lado creativo subyugante. Le apasionaba la pintura y la música, dirigió hasta cinco películas, se comprometió con algunas causas sociales y, además, era un excelente fotógrafo que fue expuesto y elogiado en Europa por sus reportajes, retratos, rodajes. Captó a Ike & Tina Turner, a Jaspers Johns, a Paul Newman... Desde hace meses se sabía que este actor diferente -radical, excesivo a menudo, gamberro, versátil- era víctima de un cáncer de próstata. Acaba de fallecer. Seguro que antes de hacerlo el viento, la lámpara de su habitación o la última enfermera que le tocó la cara palidecieron un instante. Este hombre cortaba la respiración al mirar: su lucidez helaba la sangre.

1 comentario

Luis -

Fue el James dean que James dean no fue.