POEMAS DE ALEJANDRO ALAGÓN
LOS ESLABONES PERDIDOS
Por Alejandro ALAGÓN. Joven poeta oscense
I
La vieja habitación se desvela de pronto. Figuras indecisas
tantean las penumbras y apartan las cortinas. Y las mantas humildes
caen sobre la alfombra y la arrogancia gris de un teléfono móvil
ya colecciona avisos de los acreedores.
La luz descubre escenas, momentos de abandono, la fregadera sucia,
el grifo demacrado, la avaricia de polvo que envuelve los sillones,
los retratos, las manchas de caldo en las baldosas, el cenicero hostil
que guarda la memoria de las horas gastadas.
Y la maleta yace, abierta, en un rincón, resignada a la diáspora
de pisos de alquiler, al remolque de impagos, al alud de denuncias
que incendia los buzones cada vez que el casero se percata del fraude
y maldice su suerte y se agranda su enfado.
Y todo se apresura y unas voces nerviosas y unos pasos discretos
descienden la escalera. Se alejan con sus bultos entre la multitud.
Horas más tarde llega la orden de desalojo y un juez descubre el caos,
el olor a derrota que invade la vivienda.
II
El técnico repara varios dispensadores de cerveza en su fábrica
perdida en las afueras y a través de la puerta se adivinan los grifos
enfermos, los soportes de metal que pronuncian cada noche sermones
de espuma y murmullos de cebada en los vasos.
Todos los surtidores esconden impurezas, residuos, sedimentos,
y espesores de lúpulo que escupen los barriles con su gran insolencia.
Algunos no superan las dolencias más crónicas y sus arterias sufren
el tapón de cerumen, los conductos decrépitos.
Es extraño advertir su porte decaído, su nariz puntiaguda
goteando mucosa en un fondo metálico y el olor que fermenta
en su sucia garganta, las profundas estrías que dejan cada día
los gargajos espesos y las viejas burbujas.
El siguiente poema fue premiado en Boca de Huérgano (León):
La cocina parece un lugar triste y sucio,
un espacio carente de vida y de emociones,
con una vieja y frágil lavadora oxidada
que se asemeja a un cíclope chillón, centrifugando
con su ojo enloquecido que deja ver camisas
mareadas y grises, pantalones girando
sin pausa en la penumbra, pañuelos que discuten
acaloradamente en un mar de burbujas.
Deprime contemplar el cielo desconchado,
las goteras que, en días húmedos vocalizan
su rencor en los cubos con sílabas de sal,
mientras una fregona se pelea furiosa
con la grasa del suelo, con esta decadencia.
La fregadera guarda una ciénaga, guarda
un ejército mudo de sartenes y vasos
vencidos, derrotados, de copas ocupadas.
De los platos emergen sus proas de cerámica
y mangos como mástiles flotando a la deriva.
Los finos espaguetis se esconden como anguilas
en un gran arrecife de espuma y estropajos.
*La primera foto es de Kassandra, y las otras dos de Helmut Newton.
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aurelio Rodríguez Puerta -