DIARIO DEL MUNDIAL 2010 / 3
Inventario de pifias y de gestas del portero
[El fútbol tiene detractores y defensores. Borges se alía con los primeros; Camus, que fue portero, con los segundos. Breve historia de los mundiales desde Lucien Laurent hasta Green y Chaouchi]
Hay opiniones para todos los gustos. Jorge Luis Borges dijo: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular”. Y añadió otra sentencia de las suyas: “El fútbol es uno de los mayores crímenes de Inglaterra”. La frase, tras el choque contra Estados Unidos, adquiere un nuevo sentido: los ingleses aún echan en falta la inteligencia y el remate de Bobby Charlton. En cambio, Albert Camus anotó: “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Como había sido arquero en Argelia y en Francia pudo añadir: “Aprendí que la pelota no viene nunca por donde se la espera. Eso me ha servido en la vida”.
Curiosamente, un portero ocasional de Francia asumió un insólito protagonismo en el primer Campeonato del Mundo de 1930. Se llamaba Lucien Laurent, logró el primer tanto de los mundiales ante México, ganaron los galos 4-1, y además recibió el único gol de los aztecas: hubo de sustituir al lesionado portero Thepot. Otro arquero que forma parte del paisaje mundialista es el mexicano Antonio Carbajal, alias ‘La Tota’, que jugó cinco torneos desde 1950 a 1966, siempre con un elevado rendimiento y en algunos choques como un semidiós casi imbatible. Era un pulpo. Como lo fue ‘el Chino’ Gordon Banks: Inglaterra siempre se ha sentido huérfana tras su retirada. Fue el gran arquero de 1966, se alzó con el título con el equipo liderado por Bobby Charlton y Bobby Moore, y destacó en México-1970, donde realizó una prodigiosa parada a un cabezazo de Pelé; aquella estirada imposible y con rectificado en el aire aún se recuerda como una de las mejores gestas de un guardameta.
Estos días, los ingleses han vuelto a acordarse de Banks tras la pifia de Green, y han recordado, seguramente, la pifia de Bonetti, su sustituto ocasional, y la inconsistencia general de sus sustitutos posteriores: Shilton, Clemens, David Seaman (el hombre que no pudo parar el zambombazo de Nayim en París en 1995), Robinson o ‘Calamity James’. La portería siempre ha sido una demarcación complicada, a la que Peter Handke le dedicó un libro inolvidable: ‘El miedo del portero ante el penalti’. Los porteros siempre usan amuletos y suelen tener su propio ritual. El caso más dramático es el de Moacir Barbosa, el cancerbero de la selección brasileña de 1950 que se jugaba el título en Maracaná ante el Uruguay de Obdulio Varela, Gigghia y Schiaffino. Su madre le había regalado una muñeca, que él alojaba en el interior del marco: cuando le batió Gigghia, el balón destrozó a la niña de trapo, y Barbosa supo que allí empezaba su martirio e incluso intentó suicidarse. Lo harían casi una veintena de aficionados tras la derrota.
Algunos años después, en Suecia-1958, Brasil iniciaría su cosecha de títulos con un juvenil Pelé: el diez del Santos jugó cuatro mundiales, se lesionó en Chile muy pronto (fue reemplazado con absoluto éxito por Amarildo), fue golpeado severamente en Inglaterra-1966 y dijo que no volvería a un mundial. En ese campeonato hubo un leñero profesional, Nobby Stiles, “es la mejor imagen publicitaria del negocio de su padre: una funeraria”, decían los propios ingleses, y un mediocampista argentino excepcional, de 1.91, Ubaldo Rattin, ‘la Rata’, que fue expulsado ante Inglaterra y desafió a la propia reina en Wembley al desfilar, calmoso e insolente, ante ella y estrujar luego una bandera británica. Felizmente, Pelé regresó en México-1970 para realizar un torneo fabuloso y para liderar a una de las mejores selecciones de todos los tiempos –probablemente hubo otras inolvidables que no lograron el título: la Hungría de 1954, la Holanda de 1974, la Francia y el Brasil de 1982…-, que se recitaba de memoria en los recreos de los colegios de España: Félix; Carlos Alberto, Piazza, Brito; Clodoaldo, Everaldo; Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelinho.
Brasil ha tenido siempre porteros más o menos correctos: Barbosa, que fue el mejor de su mundial, Gilmar, Félix, Leao, Taffarel y ahora Julio César; entre ellos, figura un garbanzo negro, aquel Valdir Peres que jugó en España-1982 y fue batido y abatido por la Italia de Rossi, Scirea y Antonioni, que tenía un veteranísimo cancerbero: Dino Zoff, cuarentón y sobrio. Los poetas y cantantes brasileños han dedicado poemas a sus ídolos: Joao Cabral de Melo al interior Ademir da Guía, que jugó 900 partidos con el Palmeiras y vivió a la sombra de ‘o rei’ en la ‘canarinha’; Carlos Drummond de Andrade a Pelé, y dice que “el genio del gol” se encarnó en Edson Arantes do Nascimento; aunque el jugador más exaltado por escritores, periodistas y cantantes (entre ellos Vinicius de Moares) fue Garrincha, el ángel de las piernas torcidas, los pies del viento, “pura danza”.
El argelino Chaouchi ha cometido la segunda pifia importante del Mundial de 2010. Como se ve, en el fondo tenía razón Jean-Paul Sartre cuando escribió una sentencia de Perogrullo, que no tiene en cuenta las “cagadas” (Andoni Cedrún dixit) de los poretos: “En un partido de fútbol, todo se complica por la presencia del equipo contrario”. Era su manera de decir que el infierno son los otros. Y a veces se suma algún árbitro, como pensarán los australianos tras el tanto de Lukas Podolski. Eso sí, Alemania se suma a la lista favoritos.
*He puesto tres jugadores: Gordon Banks, Moacyr Barbosa y Garrincha.
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Paloma -