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Antón Castro

DIARIO DEL MUNDIAL / 18

DIARIO DEL MUNDIAL // España jugará la semifinal ante el equipo más imaginativo del torneo, el que más se le parece. Por una vez, parece que el elenco de Del Bosque se deshará del pressing catch al que la han sometido.

 

 

La semifinal de dos equipos casi clónicos

 

Viendo el formidable partido de Rafael Nadal ante Berdych en la final de Wimbledon, pensaba en los últimos campeones alemanes del torneo: un jovencísimo Boris Becker, que se alzó con el primero de sus tres títulos en 1985, hace ahora 25 años, y que luego jugaría cuatro finales más, una de ellas ante su compatriota Michael Stich, que le ganó en tres sets y contra pronóstico en 1991. Boris Becker siempre fue un seguidor de la selección alemana, hasta que los vientos de la polémica y los amores prohibidos le dejaron en un limbo de popularidad y olvido. Rafael Nadal es un gran seguidor de la selección española; su gran año, 2008, en el que fue campeón de Roland Garros, de Wimbledon y olímpico, coincide con el gran año de ‘La Roja’, que se proclamó campeona de Europa cuando se iniciaba la Expo Internacional de Zaragoza. Si sus éxitos tienen un paralelismo con los del fútbol podría ser que 2010 vuelva a ser un año mágico para ‘La Roja’, que acaba de dar un paso de gigante en sus aspiraciones.

Quizá el mejor partido de España, en el fondo, fuera el primero, ante Suiza, donde pecó de manierista y de perfeccionista. O quizá contra Portugal, en el que derrotó al equipo vecino con claridad, aunque fuera por la mínima, merced al oportunismo y a la inteligencia de Villa. España ha sido estudiada y observada por todos, ha sido analizada centímetro a centímetro en la pizarra, en el vídeo y en la moviola, y sobre el terreno. A veces, algunos equipos más que una disposición de juego, más que una táctica propia, tenían una estrategia para jugar contra España: desarrollaron un método de estrangulamiento, de estrechamiento de vías, casi de pressing catch.

Ahora espera Alemania, que quizá haya realizado el mejor fútbol del Mundial, junto a distintos momentos de magia y armonía de España. Joachim Low ni ha presumido de nada, ni siquiera se empecina en besar a los suyos: ha encontrado un equipo de partida y apenas lo ha cambiado, salvo la entrada del gigantón Boateng en la parte izquierda de la zaga. Sabía lo que quería, y en el fondo le ha favorecido la ausencia de Michael Ballack, un jugador arrogante, que iba a ser la gran estrella alemana y se ha quedado en una eterna promesa. Ha armado un equipo con un buen patrón de fútbol: atrás manda Neuer; Lahm, Mertesacker, Friedrich y Boateng componen la parte defensiva, que ha sido sólida por el centro y que ha contado con el despliegue, la alegría y el avance de Lahm, el menudo capitán que puede desbancar a Maicon en el equipo ideal. En la media juegan con dos pivotes complementarios: Schweinsteiger, un todo terreno que se ha centrado y que ofrece trabajo, pase, desborde en ocasiones aunque a menudo acusa falta de inventiva y pobreza de imaginación, y Khedira, que corre en doble dirección, especialmente hacia el área. La tercera línea está formada por Thomas Müller, un jugador rutilante y poco ortodoxo, capaz de burlar al más pintado y de abrir huecos en cualquier sitio, Ozil, que tiene algo de reencarnación de Tommy Hässler o de Hansi Müller, y Podolski, tan decisivo como impaciente. Y arriba, pelea, recibe, remata e incordia Miroslav Klose, que juega sus mejores partidos en los mundiales. Alemania no contará con Müller, y quizá lo sustituya Trochowski, que ya es el jugador número doce. El sistema de Alemania es muy claro: 1-4-2-3-1, frente al habitual 1-4-3-3 de España.

Alemania y España son los equipos que más se parecen. Son los más imaginativos: equipos de ataque, con maniobras secretas y jugadores que disfrutan con el balón. Esta Alemania no tiene nada que ver con las todopoderosas Alemanias de antaño: no tiene semejanza alguna con la de 1954, de Rahn y los hermanos Walter; no se parece a las de 1966, 1970 o 1974 lideradas por el mejor jugador alemán de la historia, Franz Beckenbauer; tampoco se parece a la Alemania de 1982, en la que convivían la fuerza del atleta Brieghel, la dirección metódica del ‘abisinio’ Breitner y el remate de Rummenigge; no evoca al equipo de los 90, donde mandaban Klinsmann, Matthaus y Brehme, ni tiene nada que ver con la del ‘panzer’ Ballack. Es una Alemania distinta: con poderío, sí, correosa y a la vez dubitativa, pero sobretodo divertida, vibrante, ambiciosa, dispuesta a dibujar jugadas al primer toque y al contragolpe sobretodo. Si tiene que humillar a Inglaterra o Argentina lo hace y se queda ancha y pancha.

Ante España todo será distinto. Hablan un fútbol semejante. Quizá Alemania, a quien no conté entre las favoritas, salga con algo de ventaja; pero lo más probable es que, como sucedió ante Rusia en la Eurocopa, este sea el mejor y quizá el partido más fácil de los pupilos de del Bosque.

1 comentario

Conchita Casales -

El triunfo de Rafa Nadal, es una vez más, por encima de la técnica, el triunfo de la voluntad, el trabajo, la capacidad de lucha y el poder de la ACTITUD. Es el triunfo de los "valores" , esos de los que en esta Sociedad vamos un poco escasos....¡ BIEN RAFA ! Va por tí.