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Antón Castro

RICARDO CALERO, EN MIGUEL MARCOS

RICARDO CALERO, EN MIGUEL MARCOS

La Galería Miguel Marcos acoge la exposición SEDIMENTACIÓN del artista RICARDO CALERO, que tendrá lugar este martes 14 de septiembre a las 20h. en sus salas de Barcelona. Este es el texto del catálogo, a cargo del escritor y crítico de arte Alejandro J. Ratia.

 

 

R  I  C  A  R  D  O   C A  L  E  R  O

 

S  E  D  I  M  E  N  T  A  C  I  O  N

 

 Por Alejandro J. RATIA. Escritor y crítico de arte

 

PROCESOS DE SEDIMENTACIÓN

 

 

La Galería Miguel Marcos presenta “Sedimentación”, una muestra del artista Ricardo Calero, que reúne obras representativas de sus últimos proyectos.

 

         Estos años últimos han sido trascendentales para la carrera de Ricardo Calero, consolidando su prestigio sobre la base de un trabajo sincero y personal, meditado y comprometido. Sus acciones e intervenciones le han llevado de Montréal a la Republica Dominicana, del desierto de los Monegros al Valle de Giffre, en Francia, de Albarracín al Monte Taunus, en Alemania. Sus exposiciones han viajado a Venecia y Roma, a Washington y México, a Praga o Colonia, Madrid o Bad Homburg. Sin embargo, ha transcurrido ya una década desde su última individual en Barcelona – Luz en la sombra, en la galería Joan Prats, mayo del 2000.

 

Su exposición en la galería Miguel Marcos nos presenta a un artista singular, que ha aprendido tanto a hacer como a dejar hacer. “Sedimentación” tiene al agua y al tiempo como protagonistas, aportando arquetipos de sus modos paralelos de trabajo, “natural interior”/ “natural exterior”, a través de dos series: Bautismal y Gotas de Vida.

 

Ricardo Calero, en una foto de Vicente Almazán.

Resulta instructivo recordar la pregunta que Calero se hacía en 1984 y que se reiterará a lo largo de su carrera: ¿es necesaria la presencia para invadir un espacio de deseos? La cuestión tuvo que ver, entonces, con un líquido que desaparecía, evaporándose pero dejando cierto rastro. Era la creación de un espacio a través de una ausencia. Y en cierto modo, en muchas de sus obras posteriores, la retirada del propio artista o la mera acción del tiempo han actuado como reveladoras del sentido.

 

Ricardo Calero ha dejado hacer a la tierra, a la intemperie y al tiempo. Así sucedió con los dibujos abandonados y recuperados del Monte Taunus, en Alemania –acción del año 2001 que planteó un trueque simbólico con la Naturaleza–, o con los papeles y letras que sembraría más tarde en las tierras de Fuendetodos, junto a la casa natal de Goya. Serían estos trabajos ejemplos de lo que el artista llama “natural exterior”, y que desarrolla junto a los que denomina “natural interior”, donde la presencia humana y el compromiso social tienen un papel primordial. Encajaría en este segundo capítulo el proyecto “Latidos del Tiempo”, compartido con el fotoperiodista Gervasio Sánchez, o las acciones desarrolladas durante siete años en el Cabo de Gata, donde esparció pasaportes sobre las olas del mar, aludiendo así al problema de la inmigración.

 

 

 

 

El agua, la tierra, elementos fértiles pero paradójicos, han seducido necesariamente a este artista. Él también se muestra mediador, a su imagen. Mediador y casi transparente.  

 

Las piezas de la serie “Bautismal” se crearon en Albarracín con la ayuda del río Guadalaviar. Se trata de un excelente ejemplo de “natural exterior”. Calero introduce en el agua sus lienzos, algunos bastante grandes, y deja que el río –las plantas que en él se agitan o los sedimentos que transporta– los trabaje sin prisa. El aflorar de letras y palabras, previamente grabadas, pero ilegibles al principio, marcará el tiempo de rescatar el lienzo de las aguas. Las palabras claves en el universo de Calero son pocas y leves, como los primeros pasos del lenguaje –NADA, DESEOS, SIEMPRE…–, siendo necesario despertarlas para descubrir su sentido. El agua se manifiesta aquí signo sacramental, agente eficaz, en términos teológicos. El Bautismo representa un segundo nacimiento, mediación entre lo existente (oculto) y las palabras (reveladoras). Los lienzos resultantes son, a la vez, puro proceso y su representación, y se dirían predispuestos a regresar al río. Tal como dice Ángel Antonio Rodríguez, “una vez más, la naturaleza abraza al azar, y el azar es controlado (…) mediante intervenciones previas que, en esta ocasión, desvelan palabras, nacidas del silencio para rubricar la acción efímera”.

 

A hilo de un texto de Heidegger, Fernando Castro Flórez habla de la “serenidad” como virtud de Ricardo Calero. Esa serenidad tiene su reflejo físico en sus “Gotas de Vida”, un mínimo esencial de significado acuático, a un tiempo perfecto y móvil. Cuando Calero maneja las imágenes de las gotas (producidas en cristal) y de las manos, alude a la historia privada de la humanidad (sudor o lágrimas), y alude a un quantum de energía significante, que permite, con su evaporación, lubricar la paradoja de la existencia. En este caso, el agua nos conduce al concepto de “natural interior”. Esta serie debe vincularse a las acciones del Cabo de Gata y a la emotiva instalación “Sueños Azules” presentada en la Expo 2008, en Zaragoza. Los anzuelos de los que cuelgan las gotas denuncian el reparto desigual del agua y, en un juego simbólico, transforman a ésta en representación del deseo. Deseo indistinguible del sufrimiento humano.

 

       Ambas series, Bautismal y Gotas de Vida, están estrechamente relacionadas, no sólo en su gestación, sino también en sus propios procedimientos, del mismo modo que lo están los mundos del “natural exterior” e “interior”.

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