JOSÉ ANTONIO DUCE Y SUS FOTOS
José Antonio Duce es un hombre pegado a un objetivo. Un cazador de luces y un observador incesante. Le gusta contar la vida a través de la cámara: ya sea la cámara cinematográfica, como hizo en numerosos documentales o en ‘Culpable para un delito’, donde lo fue casi todo, ya sea con la cámara fotográfica, que, en el fondo, es su instrumento preferido: su lector de sombras, el desvelador la materia. José Antonio Duce ha hecho fotografía documental, reportaje, retratos, desnudos, series muy elaboradas, ha captado las iglesias del Serrablo, el paisaje en que se inscriben y la caligrafía de la piedra vuelta musgo y memoria, y ha sido y es, muy especialmente, un fotógrafo enamorado de Zaragoza. La ciudad –sus rincones, sus celajes, sus edificios, sus santuarios paganos como el Oasis, en particular- es un objeto permanente de sus trabajos: el archivo de Duce revela la mutación de ‘la novia del viento’. En los últimos tiempos, realizó grandes monografías de esta incesante Zaragoza, del Pilar, de La Seo. Estos días presentaba un nuevo proyecto, editado por Tercal: una mirada apasionada al palacio de la Aljafería, la casa de la alegría, el hontanar de las épocas y de las emociones. Con la compañía de José Luis Cintora, que ya es como su ‘alter ego’ y un cómplice y un amigo generoso, Duce lo ha captado todo: la atmósfera, el colorido, la mansedumbre de la piedra, los jardines, el arabesco inagotable del mudéjar, la energía visual del artesonado. Duce y Cintora desvisten el edificio, juegan con la luz y sus oros, lo interpretan y lo fijan, y nos lo devuelven con la pátina especial de la fotografía. La Aljafería es un espacio que nos abarca y nos resume a todos: contiene nuestro llanto (adiós, juglar Labordeta, adiós) y nuestra historia. Resume lo que fuimos, lo que somos y lo que soñamos ser.
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Rafael Castillejo -