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Antón Castro

SIEMPRE HAY UNA PERRA AL ACECHO*

SIEMPRE HAY UNA PERRA AL ACECHO*

Siempre he entendido muy bien a un amigo al que perturban los perros. No es que los odie, o quizá sí, pero no se siente cómodo entre ellos. A mí me ocurrió igual desde pequeño y durante años: me ponían nervioso y casi siempre me ladraban al pasar. A veces con una fiereza desconcertante que era también la medida de su propio miedo. Un día, mientras yo andaba lejos de casa, un familiar nos trajo un cócker azafranado, de largas orejas y ese pelo que el sol bruñe con sus hilillos de oro. Decían que aquel era un perro loco, extraño y soñador, amigo de las aguas, de los lagos y de internarse entre los matorrales. Siempre andaba de aquí para allá en un puro devaneo: vivía aventuras por doquier. Pluto se puso malo y se quedó completamente inválido. Años más tarde, otro amigo nos metió en casa una perra: algodonosa, simpática, como un suave oso de las nieves. A medida que crecía, mostraba algunas rarezas: se enfurecía, se metía debajo de la mesa y se quedaba allí, acotando su territorio entre gruñidos. Al atardecer, ladraba de manera obsesiva. Cuando nos cambiamos al campo, ladraba a todas las horas y especialmente de noche. Noa, una mastina del Pirineo, ni siquiera cambió sus modales cuando le trajimos una perra bóxer, Zara. Hace poco, de madrugada, oí la respiración cavernosa de Noa. Apenas podía moverse y ninguna de las piernas le respondía. Los ojos se le habían vuelto cenagosos y exhalaba un olor denso y fúnebre. Hubo que sacrificarla. Y ahora, su compañera Zara está deslocalizada (por cierto: Joaquín Sánchez-Vallés acaba de publicar en Huesca un precioso cuento de poesía, genialidad y suplantación, ‘Deslocalizado’), desamparada y mimosa. Tiene una mirada triste. A cualquier hora se asoma a la verja a ver si aparece, desde los campos, su amiga, a la que también sentía como una madre.

 

*Este título está tomado de un cuento de Ignacio Martínez de Pisón. Uno de los más tremendos de los suyos. El texto se publicó ayer en 'Heraldo' en vísperas del día de San Antón. El animal no es Zara, pero tiene una cara igual de taciturna.

1 comentario

entrenomadas -

Todos los perros que habéis tenido, excepto la última, por lo que leo, han llegado a vuestras casa por mediación de otros. Y eso un animal lo nota. Hay un protocolo a seguir en estos casos. Seguro que el veterinario podrá explicar todo esto mucho mejor. Sé de lo que habláis, créeme. Yo acabo de adoptar a una perra que fue arrollada por un coche. El animal perdió la pata trasera, así que he tenido que lidiar con el pánico a los coches que tiene Lia y con una columna que sostiene tres patas, no cuatro. No ha sido fácil, pero todos los comportamientos tienen una razón que hay que escudriñar hasta entender, la de los animales también.

¡Suerte con y para Zara!