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Antón Castro

RAMÓN FONTSERÈ: A PROPÓSITO DE 'TODAS LAS CANCIONES HABLAN DE MÍ'

 

La escritora Aloma Rodríguez, autora de ‘París Tres’ (Xordica, 2007) y ‘Jóvenes y guapos’ (Xordica, 2010), entrevista a Ramón Fontserè con motivo de su publicación en ‘Todas las canciones hablan de mí’, la película de Jonás Trueba, que opta a dos Goya: el mejor actor revelación de Oriol Vila y al mejor director novel, el propio Jonás. La película ha sido escrita por Jonás Trueba y Daniel Gascón, autor de 'La vida cotidiana' (Alfabia, 2010).

La entrevista puede leerse también en:

 http://todaslascancioneshablandemi.wordpress.com/2011/01/27/una-entrevista-con-ramon-fontsere/

 

 

 

Tu personaje, el librero, es el único adulto que aparece en la película, ¿cómo te has sentido entre tanta juventud?

Muy bien. Estaba muy bien rodeado, fantásticamente bien. Yo me siento muy cómodo porque hay algo en eso que transmite no la cosa del principiante, sino la ilusión de hacer las cosas con una energía fuera de lo normal. En los rodajes –yo he hecho pocos- con gente muy bregada hay una energía muy cansina. En cambio, en este tipo de rodajes, la energía que hay en el ambiente es más prístina, más clara, arremete con más intensidad, y eso es cojonudo porque te obliga a estar a la altura, a subirte un poco, te obliga a recoger este rebufo, esa térmica tan buena. Y además, trabajar con Jonás es una pasada. A mí me gusta que me lleven, que me enseñen un poco la dirección de la interpretación, por dónde va el personaje. Y Jonás es un tipo que pese a su juventud lo tiene todo muy claro, es el “antizapatero” –que cambia constantemente. Jonás te lleva muy bien, sin estridencias, muy suave y eso es cojonudo. Cuando te encuentras un chico así, un director así se agradece mucho.

También te mueves en otro registro distinto al del resto de los actores para construir un librero de viejo bastante entrañable y con un punto borde, ¿cómo fue la preparación?

Yo creo que en eso sí que se ve la mano del director, en esa especie de tío-padre de Ramiro -que es un afortunado porque tiene todas las novias, es un playboy. Luismi es una especie de tipo estrafalario, de esos tipos que se han quedado en un tiempo, que no han avanzado, son tipos que a mí me gustan mucho. Cuando escribí Visca la terra! intenté retratar un poco a esos tipos que a pesar de los tiempos se han mantenido igual, con los tirantes y la máquina de escribir. Esos tipos son cojonudos, guardan un poco la esencia, se niegan a dar ese paso hacia lo contemporáneo por una cuestión muy lógica: se sienten ridículos, inseguros, se sienten idiotas. Y Luismi es un tipo así. Está muy bien pensado, muy bien escrito: es un librero, está encolando, y es un desastre; llegan los clientes y él los despacha en contra de lo que sería su propio interés: vender libros.

Cuando empieza la película y ves al tipo este en la librería y luego al otro por la calle con el gorro de aviador y el abrigo largo, te preguntas de dónde han salido esos. Pienso que el contraste está muy bien, es muy real y muy madrileño también. He vivido en Malasaña tiempo y hay sitios así: me acuerdo de “Tintorería Camino” y del restaurante “casa Fidel”, en el que nos encontrábamos al tipo del tinte. Eran sitios anacrónicos; allí Luismi hubiera sido un moderno. Y hacían unos callos cojonudos.

 

¿Te has sentido cómodo entre los libros, tú que además de actor eres escritor?

Este tipo de librerías de viejo tienen un olor especial, adusto, serio.  A mí me han gustado dos cosas: los sex-shops y las librerías (ahora soy crítico de sex-shops y tengo un blog en el que hago crítica del sex-shops). El problema de los sex-shops es el ambientador y la música. Las librerías tienen que siempre te hacen estar activo: siempre estás como escogiendo, como comprando, y en los sex-shops también. Pero tienes que soportar el ambientador y la música o que el sex-shopero te ofrezca su ayuda en caso de que surja alguna duda, pero qué duda vas a tener si se ve muy claro todo para lo que es. La librería en la que rodamos es preciosa, tendría que ser patrimonio de barrio de Madrid porque ese tipo de librerías va a desparecer, ojalá no.

¿Cómo ves el papel de la literatura, la música y las chicas en la película?

Se desprende de la sensibilidad de Jonás y de Daniel: presentar a ese tipo Ramiro, ya en sus pinitos de poeta, rodeado de libros, que se haga referencia a Pessoa, está muy bien y está muy enraizado en el guión. Está muy bien planteado todo, también con la música. El enganche entre la literatura y la música y todo el universo de Ramiro y su relación con las chicas está muy bien conjuntando. Lo que más me gusta es que todo eso no tiene pretensión, sale como natural, no da la sensación de forzado –que a veces el cine español tiene esas cosas. Aquí, no. Y el monólogo final es cojonudo: está muy bien porque la música le quita, le hace de lubricante a esa declaración de amor con esos ritmos de batería. Es muy atrayente toda la mezcla de la peli.

Es una película que no tiene pretensión, es muy sencilla, pero está muy bien hecha. Y eso es muy difícil porque en este tipo de películas es cuestión de milímetros caer en un lado o en el otro. Es una película especial que no cae en el lado hortera ni romanticoide. Creo que Jonás tiene mucha sensibilidad en ese campo, no es zafio. El tratamiento de las chicas, de las imágenes, está hecho con mucha delicadeza, con mucha sensibilidad y sin caer nunca en el otro lado.

 

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