JAVIER SIERRA: EL DON SECRETO
Javier Sierra era, para un sector editorial, el esperado. En su sello anterior recibió presiones para que se aprovechase de la onda expansiva del éxito de ‘La cena secreta’, donde revelaba algunos secretos del enigmático Leonardo da Vinci. A Javier le costó hallar el tono, el argumento y la acción de ‘El ángel perdido’ (Planeta), donde mezcla dos personajes distintos, dos piedras preciosas (dos adamantas, que servirían para comunicarse con los ángeles), dos antagonistas un tanto apocalípticos, dentro de una ficción que integra la historia del ocultismo, los evangelios apócrifos, el poema de Gilgamesh, el Pórtico de la Gloria, el monte Ararat y una hilera de muertos. La intriga es tan pertinaz que hasta por ahí anda, obsesionado, el propio presidente de los Estados Unidos. Javier vive en la espiral del éxito: ha sido traducido en el último lustro a 43 lenguas y sus lectores se cuentan por millones. Su mundo, en el fondo, es el mismo de cuando era un adolescente apasionado por la radio y el esoterismo, los ovnis y las historias extrañas de Erich von Däniken en ‘Recuerdos del futuro’. Y su forma de comportarse es un la de comunicador nato que posee encanto, carisma y una sencillez que rara vez se resiente. Es feliz y triunfa, pero no necesita dar lecciones a nadie ni menospreciar a sus lectores. No quiere arreglar el mundo aunque se traslade en un autobús promocional. Se siente afortunado, intenta huir de la responsabilidad de pensar que lo leen algunos millones de lectores y sigue afirmándose en sus raíces: Teruel, el mudéjar, los amigos y la familia, ahora que es padre por partida doble. Teruel viaja siempre con él aunque ahora se haya trasladado a Compostela, a la Costa de la Muerte o a Noia, donde murió el cineasta Claudio Guerín. Teruel viaja tanto con él que su hijo varón se llama Martín en honor a la torre de San Martín.
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