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Antón Castro

EL TEXTO DE PEPE MELERO DE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE GALLETTI

El libro y la maravillosa y sencilla portada de Alfonso Reyes. La edición es de Eclipsados.

José Luis Melero pintado por Pepe Cerdá.

 

PRESENTACIÓN DEL LIBRO GALLETTI. El Hueso hasta la médula, de Javier Hernández y Alfonso Reyes

 

 FUTBOL

Por Pepe MELERO  (José Luis MELERO RIVAS). Zaragocista acérrimo

Uno debería limitarse a presentar libros sobre temas de su interés. Sin embargo, saltándome esa regla no escrita voy a presentar un libro sobre algo que no me gusta: el fútbol. Porque, para ir entrando en materia y calentando motores, debo comenzar diciendo que a mí no me gusta el fútbol: lo que me gusta únicamente, como fanático zaragocista, es que gane el Zaragoza. Que diga que no le gusta el fútbol alguien que es nieto, hijo y padre de zaragocistas, abonado y accionista del club, que lleva 50 años yendo a La Romareda y que ha sido Consejero del Zaragoza durante casi cuatro años, parece un dislate imperdonable. Pero es la verdad: a mí no me gusta el fútbol. Sólo me gusta que gane mi equipo. Decidí reflexionar sobre esto, que más bien parece una boutade, y llegué a la conclusión de que es cierto: los grandes aficionados al fútbol no tenemos afición. Hallé la prueba definitiva al comprobar que cuando viene a jugar, por ejemplo, el Barcelona, yo deseo que venga sin sus estrellas, es decir que Messi, Iniesta, Xavi, Villa… se lesionen la semana previa en un entrenamiento, que tengan disentería, diarreas, blenorragia, fiebres tifoideas, gonorrea, que les haya engañado su mujer la tarde de antes, acaben de enterarse y estén deprimidos y sin ganas de jugar…, cualquier cosa con tal de que no salgan al campo. Porque pienso que será mucho más fácil que les ganemos sin todos esos jugadores que con ellos. Es decir, a mí lo que me gustaría de verdad es que el Barcelona viniera con todos sus reservas o, mejor aún, con el filial. Porque así pienso que será más fácil ganarles. No me interesa por tanto el espectáculo, ni ver buen fútbol, ni nada de eso. No me gusta, por tanto, el fútbol. Sólo quiero ganarles. Como sea: de penalti injusto, en claro fuera de juego, y si puede ser en el último minuto, mejor. Que duele más.

Mi gran amigo, el escritor Ignacio Martínez de Pisón, también zaragocista enfermizo, me puso un mensaje hace un par de domingos, el día que le dimos la vuelta al partido con el Bilbao y nos pusimos 2-1. Era el comienzo de la segunda parte. Su mensaje era: “Que acabe ya”. Otro al que no le gusta el fútbol, pensé. Prefería perderse casi toda la segunda parte pero que ganase su equipo.

Si me gustara el fútbol, si a los forofos de verdad nos gustara el fútbol, querríamos ver siempre a los mejores, querríamos asistir a un gran partido. Pero eso a mí me da igual. Yo quiero ganarles e irme contento a casa para toda la semana. Porque si perdemos, por buenísimo que haya sido el partido, yo me voy cabreado. Prefiero mil veces ganar jugando mal que empatar o perder ofreciendo un gran espectáculo. El espectáculo para el circo y los cabarés. Para el Zaragoza lo que quiero siempre son resultados. Ganar, ganar y ganar. Y lo demás, tontadas. Para los buenos zaragocistas, por tanto, el modo en que juegue el Zaragoza apenas tiene importancia. Yo no voy a La Romareda buscando entretenimiento o deseando ver buen fútbol. Para entretenimiento y búsqueda de la belleza yo me inclino por supuesto por un buen libro, una buena película, una buena exposición… Al fútbol voy para que gane mi equipo.

Por eso digo que esa fue la prueba definitiva. Darme cuenta de que no deseaba ver contra mi equipo a Cristiano Ronaldo, ni a Ozil, ni a Messi, ni a ninguna de esas estrellas, fue clave para comprender que el fútbol es para los auténticos aficionados otra cosa. Un aficionado a la ópera iba a la Scala de Milán a escuchar a María Callas, pero nunca hubiera pagado una entrada rezando para que ésta estuviera ese día afónica y no pudiera cantar. Un amante del teatro hubiera ido hasta Londres para ver un Shakespeare de sir Laurence Olivier, pero nunca sacaría una localidad con la esperanza de que el día anterior el actor se hubiera caído por las escaleras y se hubiera roto una pierna. En cambio eso sí nos sucede con las estrellas del equipo contrario: pagamos la entrada pero no queremos verlas: las queremos a todas lesionadas. Tampoco disfrutamos, no hay ni que decirlo, con los goles que nos marca el rival, por hermosísimos y bellos que sean. Te parecen horribles y eres incapaz de apreciar en ellos el más mínimo atisbo de belleza.

                                               GALLETTI

Por todo eso yo fui a Monjuic el miércoles 17 de marzo de 2004, hace ahora siete años, a ver la final contra el Madrid, con el deseo de ganar y no de ver ningún buen partido. A mí me importaban un rábano Beckham, Roberto Carlos, Raúl, Guti, Figo, Zidane y los demás. Yo solo quería que ganáramos y ser feliz.

Si algún interés tiene el fútbol es porque nos ayuda a ser más felices. El Zaragoza ha tenido siempre grandes jugadores que nos han dado mucha felicidad. Deberíamos recordar en primer lugar a los 6 capitanes que han levantado las 9 copas de los 9 títulos oficiales que tiene nuestro equipo (el 7º de España, por cierto, en número de títulos): Yarza, Lapetra, Señor, Pardeza, Aguado y Cuartero, que son historia viva del equipo aragonés. Pero también a otros muchos que nos han dado tardes de gloria extraordinarias: desde luego todo el equipo de los Magníficos, y Arrúa, Diarte y Pichi Alonso, y Barbas y Rubén Sosa marcándole al Barcelona el gol en la final de Copa del 86, y todo el equipo de la Recopa, desde Cedrún hasta Higuera. Todos estos jugadores nos han dado mucha felicidad. Ninguno tanta como Nayim y Galletti. Y ya entramos con nuestro hombre de hoy. Los goles de Nayim y Galletti fueron épicos y muy parecidos. Ambos en la segunda parte de la prórroga, jugándose un título, y ambos goles dieron el título. Además, en el caso de Galletti el Zaragoza estuvo jugando media hora con diez jugadores, nada menos que frente al Madrid de los galácticos, término que acuñó Alfredo Relaño. Aquello fue la felicidad en estado puro. A mí me han preguntado algunas veces cuáles han sido los días más felices de mi vida. Y siempre digo: el día del gol de Nayim, el 10 de mayo de 1995, y día del gol de Galletti el 17 de marzo de 2004. Así que Galletti va a ser en parte el responsable de mi crisis matrimonial, cuando mi  mujer me diga que cómo tengo la poca vergüenza de decir eso y no digo que el día de nuestra boda o el día del nacimiento de nuestros hijos fueron en verdad los días más felices de mi vida.

Galletti vino a Zaragoza como una gran estrella, se pagó un importante traspaso por él y él siempre respondió a las expectativas de jugador gambeteador, valiente, habilidoso y con gol. Ha dicho muchas veces Gaby Milito que es uno de los mejores delanteros con los que jugó nunca. Para nosotros fue un lujo tenerlo en casa y para él el Zaragoza ha sido el gran equipo de su vida, el equipo con el que triunfó en Europa y con el que ganó dos títulos oficiales en una gran liga como la española. Es el equipo en el que más temporadas ha jugado: 4, frente a sus 3 temporadas en el Estudiantes de la Plata, sus 3 en el Olympiacos, sus 2 temporadas en el Atlético de Madrid y su año en Italia en el Parma y el Nápoles. Además, Galletti en el Zaragoza no se aburrió nunca: vivió un descenso en su primera temporada, un ascenso en la segunda, ganó una Copa del Rey en la tercera y ganó la Supercopa de España en la cuarta, en la que también le metió un gol al Valencia, el segundo, en el partido de vuelta. Cuatro temporadas, pues, pero vividas con gran intensidad.

EL LIBRO

De ahí, la importancia de este libro y la importancia de recuperar la figura de Galletti para el imaginario zaragocista. Muy pocos jugadores del Zaragoza tienen monografías: Wilson, Torres, Canario, Lapetra, Aguado, Nayim… Y también Marcelino, Villa, Reija, Violeta y el mismo Lapetra en aquellas viejas biografías que un diario deportivo publicó en los años sesenta de esos 5 jugadores del equipo de Los Magníficos. Y ahora Galletti, gracias al magnífico libro de Javier Hernández y Alfonso Reyes, entra en el Olimpo del zaragocismo por la puerta grande y con todo merecimiento. Ese gol frente al Madrid le ha hecho acreedor del cariño y la admiración de todos. Y lo que no han conseguido grandes jugadores de la historia del Zaragoza (Seminario, Murillo, Arrúa, García Castany, Javier Planas, Víctor Muñoz, Señor, Esnaider, Belsué y tantos otros), lo ha conseguido Galletti: tener una gran monografía para él solito.

Porque este libro es en verdad una gran monografía en la que se repasa toda la vida deportiva de Luciano Martín Galletti: desde sus comienzos en Argentina, en el Pincharratas, que es como se conoce al Estudiantes de la Plata, hasta su retirada en Grecia, pasando por Italia y sus seis años en España, de los que, naturalmente, su etapa en el Zaragoza es la que ocupa el lugar más importante en el libro.

El libro, extraordinariamente bien escrito y diseñado, es un libro coral, de estructura coral, en el que hay muchas voces, casi un centenar, lo que nos da idea del enorme esfuerzo realizado por los autores. Es el propio Galletti el que va hablando y narrando sus avatares futbolísticos y personales, pero junto a él van apareciendo los testimonios de muchas de las personas que le han acompañado estos años: desde luego Silvia y Horacio, sus padres, su hermano Emiliano, y su mujer Sole, pero junto a ellos Bilardo, Marcelo Bielsa, Pekerman, Cambiasso, Gaby y Diego Milito, Samuel, ese jugadorazo que ganó seis ligas en Italia, una con la Roma y cinco con el Inter, Riquelme, Matuzalem, compañero suyo en el Nápoles, Aimar, que afirma que más que un extremo hubiera sido un gran 9, Hernán Crespo, con el que coincidió en el Parma, Aguado, Laínez, Cani, Movilla, Zapater, Víctor Muñoz, Paco Flores (que asegura que Galletti es uno de los mejores jugadores que ha entrenado en su vida), el propio Alfredo Relaño, que recuerda cómo fue aquella final contra el Madrid, nuestro Javier Aguirre, que lo entrenó en su segundo año en el Atlético de Madrid, Fernando Torres… Todos hablan con cariño no disimulado de Luciano y todos destacan sus grandes cualidades humanas y futbolísticas.

El libro está lleno además de hermosas historias de amor y de ternura y de anécdotas gloriosas: es muy bonita la historia de su abuelo Néstor, que esperó a morirse hasta que Luciano se casó con Sole. Era lo que más ilusión le hacía: ver casado a su nieto como Dios manda. Murió a los tres días de la boda. O conocer cómo lloró su madre cuando Luciano dejó la escuela para dedicarse al fútbol cuando solo le faltaba un año. O comprobar la confianza de la propia Silvia en su hijo, cuando el día de la final de la Copa con el Madrid, y después de que Luciano le dijera por teléfono que no iba a jugar, que iba a ser suplente, su madre le dijo: “Prepárate porque vas a jugar y marcarás el gol que dará el título”. Y así fue.

Algunas de las mejores anécdotas del libro están relacionadas con Gaby Milito. Éste y Galletti, que viajan con la selección argentina y comparten habitación en un hotel de Toulon, pierden la llave de la caja fuerte y, apuradísimos, le piden ayuda al utillero de la selección argentina, que acaba reventándola a golpes con un destornillador. Luego, ya en el autobús, les miente y les dice que el hotel les reclama una enorme indemnización. Ambos, que son todavía apenas unos muchachos, pasan un miedo tremendo hasta que el utillero les confiesa la broma. O cuando en Nigeria Galletti le metió en la bañera una iguana a Gaby mientras se estaba duchando, sabiendo que Milito tenía pánico a esos animales. Es también muy significativa la anécdota que cuenta Cani de cuando lo expulsa el árbitro en la final con el Madrid: “Me llamaba ocho y a Figo, Luis”. No sé ni como ganamos.

Y según declara su mujer, Sole, Luciano fue muy feliz en Zaragoza, quizá donde más. “El día que nos marchamos lloró -dice Sole- y yo he visto muy pocas veces llorar a Luciano”. Quiero que sepas que nosotros también fuimos muy felices contigo. Yo para terminar voy a hacer lo que Fernando Trueba cuando recibió el Óscar en 1994 por Belle Époque. Trueba dijo ese día: “Me gustaría creer en Dios para agradecérselo. Pero sólo creo en Billy Wilder, así que gracias Mr. Wilder”. Muchos zaragocistas, en marzo de 2004, sólo creímos en Galletti. Así que gracias Mr. Galletti.

Galletti, invitado el próximo martes al programa ’Borradores’, fue trece veces inernacional con la selección absoluta de Argentina.

 

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