HOY, A LAS 12, ESPECIAL SOBRE LA RECOPA
VERANO 2015. LECTURAS. HERALDO DE ARAGÓN
El artista absoluto de la Romareda
Se cumplen veinte años de la muerte del mejor futbolista del Real Zaragoza de todos los tiempos: Carlos Lapetra (1938-1995)
El fútbol, antes que una identificación, es un juego. A veces hay jugadores que tienen un don: iluminan el estadio con su inteligencia, su fantasía y su clase. Uno de ellos, quizá el mejor zaragocista de todos los tiempos, fue Carlos Lapetra (Zaragoza, 1938-1995): puro ingenio, imaginación, sutileza, magia. Cada jugada al pasar por sus botas ensanchaba sus posibilidades; Lapetra, que enfundaba la camiseta del once, jugaba antes de recibir el balón y jugaba con el balón en el pie. Así lo recuerdan una y otra vez aquellos que vieron y protagonizaron el cuento de ‘Los Magníficos’: Darcy Silveira, ‘Canario’, dice de él que era un genio. Y él creció y se forjó al lado de genios como Pelé, Garrincha, Puskas o Di Stéfano. Y Marcelino, el cabeceador irreductible, señaló en estas mismas páginas: “Esa zurda no era de este mundo”.
Lo era, sin duda, era de este mundo y deslumbraba por doquier: en la Liga española y en Europa. Era una zurda, dicen, que merecía compararse a la del brasileño Mario Lobo Zagallo, a la de Corso, el jugador del Inter que le robó el corazón a la cantante Gigiola Cinquetti, una zurda que anticipó las de Dzajic, Mario ‘Matador’ Kempes y tal vez la del propio Maradona, futbolistas que supieron ser desde el carril izquierdo, o el territorio del diez, auténticos directores de juego. Malabaristas para sí y para los otros.
Carlos Lapetra Coarasa nació accidentalmente en Zaragoza, en 1938, en plena guerra civil. Su padre era agricultor y administrador de fincas, llegó a ser gobernador civil de la capital y tenía un sueño para él: quería que se dedicase a las leyes. Tuvo una infancia feliz y despreocupada. Estudió en San Viátor y luego en el colegio de El Salvador de Zaragoza, donde lo conoció el escritor Javier Fernández de Castro, que suele recordar a “un mozalbete genial en los partidos del recreo: fino, elegante, casi imparable”. Cuando se trasladó a Madrid a estudiar Derecho, fichó por el Guadalajara y jugó allí con su hermano Ricardo, que también iba para figura en la zaga. En la temporada 1959-1960 el Zaragoza lo incorporó a sus filas. Pronto empezaría a lucir.
La Romareda, que se había inaugurado en 1957, descubrió a un futbolista diferente: con un control exquisito, con un regate variado y muy natural, no exactamente veloz pero con gran sentido del ritmo. Poseía plasticidad, virtudes de dirección y sentido de la belleza. Surtió de balones a arietes como Joaquín Murillo, Juan Seminario o el que iba a ser su gran cómplice en el área: el citado Marcelino. En tres semanas de radiante felicidad de junio-julio de 1964 con Luis Belló de míster, el Real Zaragoza de ‘Los Magníficos’ cosecharía dos títulos: la Copa de Ferias y la Copa del Generalísimo, ante el Valencia y ante el Atlético de Madrid. Y no solo eso: Carlos Lapetra era el extremo izquierdo titular de la España que jugó la Eurocopa de 1964 y que se plantó en la final ante la Rusia de Lev Yashine, ‘la araña negra’. Formaba ala con Luis Suárez, el gallego de oro del Inter de Milán. Ambos, técnicamente, eran los fabuladores del balón.
A Lapetra, que participó en trece partidos con la selección, ya lo llamaban “el ingeniero”, “el catedrático”. Era distinto: un jugador moderno que había desplazado levemente su posición, por sugerencia del citado Belló, desde la banda a una zona de organizador y desde allí lanzaba a Canario, a Marcelino, a Reija, a Villa o se internaba él. Si 1964 fue el año de su máximo apogeo, en 1966 el Real Zaragoza conquistó su segunda Copa del Generalísimo ante el Athletic de Iríbar y él participó en el Mundial de Inglaterra-1966.
El equipo estelar del Real Zaragoza, que cosechó elogios y aplausos ininterrumpidos en Inglaterra, se fue desgajando poco a poco. Carlos Lapetra se lesionó en una rodilla ante el Everton y al final, en marzo de 1969, con apenas 30 años, dejó el fútbol. Iba y venía todos los domingos en su Alfa Romeo verde de Huesca y a Zaragoza y viceversa, y ya formaba parte de la leyenda de la ruta.
Se había casado con Clara Lorén en el monasterio de San Juan de la Peña. Años después de la retirada, comentó partidos en Antena 3. Falleció a los 57 años el día de Navidad de 1995, hace dos décadas, tras ver cómo su equipo se coronaba campeón de la Recopa. Zaragocistas de aquí y del mundo lloraron el prematuro adiós de quien había sido el artista absoluto de La Romareda.
LA ANÉCDOTA
El pedagogo y zaragocista Víctor Juan recogió en su blog esta anécdota que contó Ricardo Lapetra con motivo del 75 aniversario del Real Zaragoza. Escribe: “Ricardo Lapetra, el hermano de Carlos, dijo que cuando tenían partido en Zaragoza, él y su hermano madrugaban, iban a misa a la catedral y su madre preparaba pronto la comida. Luego recogían a un primo suyo que no se perdía ni un partido y bajaban a Zaragoza en su coche. Casi siempre conducía Carlos. Al llegar a Almudévar se encendían un par de montecristos. Aparcaban el coche junto al campo de fútbol, se cambiaban y jugaban para ser, simplemente, felices”. Desde hoy, el Real Zaragoza busca el camino a Primera y un nuevo Lapetra.
*Este aparecía ayer en mi sección de verano en Heraldo de Aragón.
[A PLENO SOL. Los Magníficos inauguraron, en junio de 1964, el palmarés de títulos del Real Zaragoza. El equipo empezaba en Yarza y concluía en Lapetra: jugaba de maravilla. Y tuvo un entrenador cercano y sabio que había sido futbolista del club. Formó, con Samu, “la media de seda”.] El texto sale hoy en papel y en Heraldo.es. Y es el último de esta sección que se inauguró el pasado 20 de julio.
El magnífico Luis Belló
Luis Belló (Cieza, Murcia, 1929) es un caso excepcional en la historia del Real Zaragoza. Desde muy joven sintió la llamada del fútbol. Empezó a destacar ya en infantiles, confirmó su clase y elegancia en los juveniles de su localidad, y recibió la llamada del Albacete para jugar en Tercera División. Estuvo dos temporadas y reclamó la atención del Barcelona y del Sevilla. Su hermano Francisco –que pertenece a esa larga nómina de ciezanos que también han jugado en Primera División- le recomendó que se viniese con él a Zaragoza, donde llevaba dos campañas. Coincidió que esa temporada, tras la victoria inesperada de Uruguay en el Mundial de Brasil-1950, el club presidido por el doctor Abril incorporó a dos internacionales como Rosendo Hernández y Pepe Gonzalvo (Gonzalvo II) y les firmó un contrato de un millón de pesetas (6.000 euros), y seguía contando con su primer extranjero, el excéntrico jugador argentino Valdivielso. Con muchos apuros, el equipo de los Millonarios quedó subcampeón de Segunda División; se jugó el ascenso y logró su objetivo. ‘El catedrático’ Luis Belló fue decisivo: era un futbolista refinado e inteligente, técnico y con buen remate. Aquel año marcó diez tantos, dos de ellos al Huesca.
El Real Zaragoza iba a vivir dos intensas temporadas en la máxima categoría. La primera, 1951-1952, la solventó bajo la dirección de Juanito Ruiz, reemplazado luego por el húngaro Berkessy; Belló y el delantero Savi fueron convocados para jugar con la selección nacional B. El futbolista ciezano formaría “la media de seda” con el húngaro José Samu. Este le decía a Ángel Aznar en ‘El largo camino hasta la Recopa’ (1995): “éramos dos jugadores distintos totalmente pero que nos complementábamos muy bien. Bello era fino, muy cerebral, muy técnico y yo era duro, muy rápido, combativo y con una gran resistencia”. En la campaña siguiente pasó de todo: llegó un nuevo preparador como Domingo Balmanyá y el club quedó último. Luis Belló tenía ofertas del Real Madrid y del Atlético, y acabó yéndose con los colchoneros. Como había sufrido una lesión, la misma que le alejó Di Stéfano y compañía, fue cedido al Hércules, donde permaneció tres años. Y completó otro más en el Alicante, antes de retirarse joven.
Se sacó el carné de entrenador nacional con el número uno. No tardaría en vincularse al Zaragoza de nuevo. El equipo había regresado a la máxima categoría, estrenara en septiembre de 1957 La Romareda, había ido incorporando a grandes futbolistas –Murillo, Seminario, Torres, Yarza, el malogrado Benítez, Marcelino, Lapetra, Reija, Violeta, Canario, Villa...- y había contado con importantes entrenadores como César o Antonio Ramallets. A este no acababan de irle bien las cosas en la campaña 1963-1964, y fue despedido en mayo. Con todo, el Real Zaragoza estaba vivo en dos frentes: en la Copa del Generalísimo y en la de Ferias. El sustituto fue Luis o Luisito Belló, un profesional de apenas 35 años que se distinguía por sus buenos modales, el conocimiento del fútbol y su mano izquierda. Conocía muy bien la atmósfera del club e intuyó que, por primera vez en la historia, aquellos futbolistas de terciopelo y de sacrificio aspiraban a la gloria. Cercano y paternal, le sugirió a Carlos Lapetra, la estrella del conjunto, un leve cambio: que retrasase su posición a la zona del interior izquierdo, y que dirigiese desde allí el ataque. Se convertiría en “el arquitecto de la zona ancha”. Aquel Zaragoza era equilibrado en todas sus líneas: tenía un plan de juego, ambición, entrega; poseía, una concepción brillante de la táctica y del despliegue que abrazaba, casi por igual, intensidad, armonía y deslumbramiento.
Se plantó en dos finales: en la Copa de Ferias, en el Nou Camp, un 24 de junio, ante el Valencia. Los blanquillos vistieron ese día de rojo y azul y ganaron 2-1 a la escuadra de Paquito, Roberto, Guillot y Waldo. El Zaragoza formó con uno de esos equipos que los niños sabían de memoria con su peculiar ritmo: Yarza; Cortizo, Santamaría, Reija; Isasi, Pepín; Canario, Duca, Marcelino, Villa y Lapetra. Luis Belló contaba una anécdota muy curiosa, vinculada con Marcelino: España había vencido en la Eurocopa a Rusia tres días antes y él había marcado el 2-1 a Yashin de un cabezazo increíble a centro de Pereda. Se había convertido en el héroe nacional y todos querían estar con él, incluido el Marqués de Villaverde que lo llevó a su hospital. Los zaragocistas estaban concentrados en su hotel y él no llegaba; de pronto lo vieron por televisión. El Zaragoza ganó 2-1, con tantos de Villa y del ariete. Así se arregló el mosqueo general con el cabeceador de Ares.
El cinco de julio, con el relevo de Santos por Duca, jugó la final de la Copa del Generalísimo en el Bernabéu ante el Atlético de Madrid de Ramiro, Adelardo y Collar. Los aragoneses, con goles de Lapetra y Villa, repitieron victoria, 2-1. Cuando regresaron a casa, los aficionados los fueron a esperar a Ateca. Fue el mejor de todos los años del club. Y, además de un equipo de ensueño, tuvo un entrenador ideal: afectuoso, sabio, diplomático y educado. Luis Belló. Él concibió el milagro zaragocista de hace medio siglo. “Aquel fue el mes más vibrante de mi vida”, diría. Por eso, ‘Pitico’ Reija lo paseó varias veces sobre sus hombros con una sonrisa de satisfacción.
1952-1953. Alonso, Martín y Belló II.
EL ANECDOTARIO
Tal como eran. Luis Belló, suegro del escritor Ignacio Martínez de Pisón, tuvo que dejar el banquillo porque el club había firmado un contrato con Roque Olsen. Fue director deportivo y probó en otras latitudes: entrenó al Alcañiz y al Cartagena en categorías inferiores, y al Betis, Castellón, Murcia y Pontevedra en Primera. A mediados de los años 90 me contó así las claves del juego de su equipo. Las recoge Rafael Rojas en ‘Magníficos. La Edad de Oro del Real Zaragoza’ (Doce Robles, 2014): «Lo pasábamos genial jugando al fútbol, disfrutábamos un montó (...) Carlos Lapetra era muy cerebral, ponía orden; cogía la pelota, la paraba, miraba a sus compañeros y decía: “Quietos, ahora vamos a organizarnos nosotros”. Villa era estupendo; destacaba por su zancada, su finta, su dribling y su oportunismo ante el gol. Canario era tremendo: era rápido y poseía olfato de gol. Santos era técnico y cerebral, pero a la vez muy sacrificado. Marcelino representaba el remate y era un delantero centro clásico e impresionante. Pero la clave era saber aprovechar las cualidades de todos ellos, conjuntarlas y hacer un equipo».
El equipo que batió al Atlético de Madrid. Yarza; Cortizo, Santamaría, Reija; Isasi, Pepín; Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra.
*Las fotos están tomadas de Aupazaragoza.com, de Diego Pisón las dos siguientes y de internet...
[Me escribe Rafa Estaje, de la peña zaragocista de Garrapinillos, y me envía la propuesta de la candidatura de José Vicente Casanova, de aquí del barrio también, para optar la presidencia de la Federación de Peñas. Suerte para todos.]
Presidencia de la Federación Peñas del Real Zaragoza
Candidatura de J. Vicente Casanova
Queridos/as peñistas:
Mi nombre es J. Vicente Casanova Clemente, soy abonado, accionista minoritario y peñista del Real Zaragoza. Es un honor, y una gran responsabilidad para mí, dirigirme a vosotros en mi propio nombre y en el del amplio grupo de peñas que conforman esta candidatura.
Acompañamos a este escrito las ideas que dibujan las líneas maestras de nuestro proyecto. Desde este mismo instante te invitamos a sumarte a la misma realizando aquellas aportaciones que consideres necesarias para hacer crecer la FPRZ. Nuestro proyecto está abierto a incorporar nuevas iniciativas que enriquezcan la propuesta inicial. Te invitamos a participar en la gestión de un proyecto ambicioso e ilusionante. Queremos gestionar la Federación de una forma moderna y participativa.
Forman parte de nuestra candidatura las peñas: Zaragocista Argentina, Presentes por el Escudo, Cuencas Mineras, Alfajarín, Maños Sur Jerez, El Carmelo, Brea de Aragón, Andoni Cedrún (Barbastro), Bajo Cinca, Los Alifantes, Luceni, La Parra, Sabiñánigo,“20 de Copas” y Garrapinillos.
El principal valor de esta candidatura es su capital humano. Integrada por profesionales de primer nivel de diversas disciplinas con el firme compromiso de trabajar desinteresadamente por las peñas zaragocistas. Con un único afán, poner a nuestra Federación entre las punteras del país. No nos conformamos con menos.
Sólo me resta solicitarte tu apoyo en las elecciones que tendrán lugar el 10-11 Noviembre próximo. Estaremos encantadas/os de ampliar cualquier información en nuestra cuenta de correo electrónico fprzcasanova@gmail.com o vía Twitter en la cuenta @FPRZCasanova .
Confiamos en llevar a cabo la transformación que necesita la Federación con tu apoyo.
Recibe un cordial saludo,
J. Vicente Casanova Clemente (Abonado RZ nº 1819)
Nuestro programa para los próximos cuatro años es ambicioso y aglutina diversas iniciativas para dinamizar la Federación. Estos diez puntos intentan resumirlas:
1. Mejorar la actividad de la Grada de Peñas en la Romareda y el apoyo al equipo –
cuando juega como visitante- mediante la organización de varias salidas masivas en la temporada. Instaurar los viajes patrocinados.
2. Implementar una gestión participativa de la FPRZ mediante la creación de Comisiones de Trabajo continuadas -abiertas a peñas ajenas a la Junta- sobre temas importantes: eventos, legal, central compras, animación de grada, bazar peñista online,
Comunicación…
3. Creación de una estructura estable de delegaciones territoriales de la FPRZ para
mejorar la calidad de atención a las peñas ubicadas fuera de Zaragoza, desarrollando y potenciando los sectores geográficos.
4. Gestión contable absolutamente transparente. Contabilidad por eventos que permita conocer el resultado de cada acto que se realice. Creación Oficina Virtual donde acceder a la contabilidad, actas de asambleas, etc accesible por Internet. Todo esto también estará disponible en formato papel en la sede.
5. Crear un canal de comunicación sólido entre los/as peñistas del Real Zaragoza
mediante la elaboración de una Newsletter (hoja informativa) periódica y el fomento del uso de las redes sociales.
6. Creación del Carnet Peñista unificado como medio de consecución de beneficios a las personas asociadas en las peñas.
7. Fomento del hermanamiento con las aficiones de otros clubes.
8. Crear ambiente más acogedor hacia las peñas zaragocistas que vienen a ver al equipo desde fuera de Zaragoza (Punto de Encuentro, Tour por la Romareda, etc.).
9. Ganar el papel de voz autorizada de la afición zaragocista, en virtud a la masa social que representa la FPRZ.
10. Fabricar zaragocismo mediante acciones sobre la infancia y el fomento de la creación de peñas por distintas zonas de Aragón, España y el mundo. Buscamos crear más aficionados y aficionadas del Real Zaragoza y más peñistas.
…también deseamos devolver la democracia al futbol español. Para esto apoyaremos una iniciativa legislativa popular a nivel nacional que modifique la Ley del Deporte.
COMPOSICIÓN DE LA CANDIDATURA
J. Vicente Casanova Clemente Presidente Peña Garrapinillos
Paco Baraza Alonso Vicepresidente 1º Peña Argentina
Rubén García Senao Vicepresidente 2º Peña Presentes por Escudo
Ángel Feliciano Herrero Tesorero Peña Cuencas Mineras
Paula Chinchetru Masip Secretaria Peña Alfajarín
Luismi Sánchez Gutierrez Vocal
Julio Peña Malo Vocal Peña El Carmelo
Chema Aznar Vicente Vocal Peña Brea de Aragón
M. Ángel Almazor Llena Vocal Peña “Andoni Cedrún”
Eduardo Salvador Royo Vocal Peña Bajo Cinca
Julián Villavieja Sánchez Vocal Peña Los Alifantes
Montse Sierra Aladren Vocal Peña Luceni
Jesús Luis Casanova Vocal Peña La Parra
Paco Jarne Bara Vocal Peña Sabiñánigo
Sergio Cardiel Domínguez Vocal Peña “20 de Copas”
Gabriel Sopeña (Zaragoza, 1962) es profesor, escritor, compositor e intérprete. Ha producido numerosos discos. Acaba de ser elegido vicedecano de Cultura de la Universidad de Zaragoza.
“Soy un animal solar. El verano es mi elemento”
“Esta enésima crisis no acabará con el invencible verano”
“La Naturaleza la tolero en dosis muy pequeñas: me supera”
“Verano es un estado de ánimo, una actitud mental”
-1. ¿Qué hace un compositor en verano?
-En lo que a mí respecta, recuperar fuerzas y capacidad de observación, cambiar el paso. Divertirme, en una palabra.
-2. ¿Dónde suele veranear?
-Soy muy fiel. Suelo alternar la costa catalana con pequeñas estancias en Biel, a pie de montaña. Y, cuando resulta posible, hago escapadas fugaces aquí o allá. Siempre en familia, por supuesto.
-3. ¿Es de playa, ciudad, montaña o pueblo?...
-No me importa el lugar al que vaya, pero debo estar en contacto con obras realizadas por el hombre. La Naturaleza (con mayúsculas) la tolero en dosis muy pequeñas: me supera. Necesito la proximidad de la ciudad, el efecto del ser humano sobre el medio: me enseña, me enriquece y me relaja muchísimo. Prefiero el mar a la playa cruda y el somontano a la alta montaña.
-4. ¿Qué hace diferente al resto del año? ¿Cuáles serían sus pequeñas manías veraniegas?
-Me encanta que el ‘tempo’ cotidiano del año lectivo sufra un exilio: lo condeno. Al diablo la rutina, me entusiasma ilusionarme: ordeno todo para desordenarlo luego, libero carpetas reales y virtuales, acopio ideas, acojo proyectos, recupero anhelos, trato de volver a ser niño con mis hijas y mis sobrinos: jugar, reposar, hacer travesuras. Soy un animal solar. El verano es mi elemento.
-5. ¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida? ¿Y la ciudad?
-Me resulta difícil contestar. Conforme crezco, todos los veranos terminan por componer un magma heterogéneo y maravilloso; y las ciudades tienden a ser un ideal más que un nombre. No obstante, recuerdo entrañablemente con doce años mi primer viaje sin mis padres. Fui al País Vasco y jamás olvidaré el exquisito viaje que se hacía en el tren del Urola, entre Zumárraga y Zumaya: ¡era colosal, una aventura fantástica que repetía casi todos los días!
6. El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. ¿Cómo eran los suyos? ¿Fue también la época del descubrimiento de la música?
-Mi infancia y adolescencia tienen un rostro de verano indiscutible. Los amigos sin horario, las bicis, el río Huerva, el poder ir a la cama algo más tarde… También la música, al lado de mi tío Javier y su divina colección de singles de pop español, en un tiempo en que tener un tocadiscos era muy complicado: Los Bravos, Lone Star, Los Sírex, Los Relámpagos, Bruno Lomas… No me cansaba de escucharlos. Siempre me acuerdo de un verano en Burriana. Teníamos unos vecinos franceses que no paraban de poner música que a mí me parecía fantástica. Allí, con ocho años, escuché por primera vez ‘La javanese’. Es la única pieza que me ha quedado en la memoria de aquel verano.
-7. ¿Cuál es su mejor recuerdo, el que más lo persigue?
-La casa que construyó mi padre, aquí mismo, en las afueras de Zaragoza, y donde yo mismo nací. Una pequeña estancia, tranquila y amable. Todavía ahora paso buena parte del verano allí con los míos. Esa finca es sinónimo de muchas cosas hermosas, del verano también.
-8. ¿Qué lecturas realiza en estos días? ¿Cuál sería el menú perfecto de un día ideal?
-Para mí, en verano, el menú perfecto es una indisciplina controlada: y, de postre, es indispensable una velada nocturna muy relajada. Imagino que me pasa como a todo el mundo: tengo una pila enorme de libros y discos por escuchar y de citas por cumplir… A cambio, suelo forzarme con cosas que, de natural, ni atendería; y siempre espero redimirme con este ejercicio, aunque confieso que nunca lo he conseguido. Este verano, tampoco. Acabo regresando a mis dos devociones, que son el ensayo y la poesía. ‘Poniente’ de Miguel Veyrat y ‘Geometrías del deseo’ de René Girard han sido de momento los grandes placeres de este año.
-9. ¿Un fetiche, un instante, un álbum, una canción, un concierto de un verano inolvidable?
-Mi fetiche es mi propio cumpleaños, en agosto: se asocia a emociones muy queridas y al hecho de que nunca pude regalar en clase caramelos a mis compañeros (lo que me fastidiaba bastante, la verdad). Le daré dos instantes imborrables: el primero, ver juntos a Pelé y a Nino Arrúa en La Romareda, en 1974, el día que Ovejero derribó una portería y Perico Fernández hizo el saque de honor; y el otro -muchísimos estíos después- fue compartir escenario y conversación con el maestro Richard Thompson: gigantes como él convierten un día en una estación completa. Un álbum que tengo en el corazón: ‘Desire’, de Bob Dylan, que me regalaron al cumplir 14 años. Me siento incapaz de elegir una sola canción, aunque ‘Piazza Grande’ de Lucio Dalla está amarrada a un tórrido verano de pasiones y conciencia. Y me pone usted todavía en un aprieto mayor con lo del concierto: le diría que conservo como un tesoro la tremenda carga de profundidad emocional que supuso estar en el Camp Nou, en 1988, dando apoyo a Amnistía Internacional en la gira ‘Human Rights Now’. Aún se me hace un nudo en la garganta al recordarlo.
-10. ¿Cuál ha sido el gran personaje, real o de ficción, de sus vacaciones?
-Siempre, sin una sola excepción, mi familia.
11. ¿En qué han cambiado los veranos con Internet y con la crisis?
-Yo creo que Internet tiene la capacidad de la vela y del ancla: una herramienta que multiplica el viaje, pero también un amarre en caso necesario. Veo el cambio más estimulante en la posibilidad de informarse de todo y comunicarse inmediatamente. En cuanto a esta enésima crisis, no acabará con el invencible verano porque los valores esenciales que elevan la condición moral del ser humano encuentran siempre su expresión, son incontenibles. Y el verano es una oportunidad magnífica para ejercer la nobleza del espíritu, sin necesidad de ningún alarde material: la reflexión tranquila, la vida en familia, el cultivo de la amistad, el máximo disfrute de las cosas pequeñas.
-12. Si tuviera que resumir el espíritu del verano en un ‘tuit’, ¿qué diría?
-Verano es un estado de ánimo, una actitud mental que cortocicuita todos los ingredientes que se incluyan en él y los convierte en un ser mágico.
13. ¿Cuál es la mejor, la más extraña o sorprendente anécdota veraniega vinculada a su profesión?
-Terminar el durísimo tramo final de unas oposiciones teniendo a toda mi familia de vacaciones en la costa. Mientras me contaban por teléfono mil cosas divertidas, entrañables y pintorescas, yo debía de inventarme los sucesos más simples para poder relatar algo: estaba enclaustrado, simplemente, y fuera del mundo las 24 horas del día. Fue el verano más surrealista que recuerdo.
EDUARDO DE LA CRUZ VIAJA POR EL SALVAJE RÍO ARA
Eduardo de la Cruz, realizador independiente, acaba de realizar un documental: ‘El Ara. El último rio salvaje’, que ha grabado en alta definición y que tiene cincuenta cuatro minutos de duración. Eduardo trabaja ahora en otro documental sobre Ricardo Compairé. Ha declarado a la revista ‘Pirineodigital.com’ que la obra es un tributo al mismo río Ara, “posee una belleza espectacular y un entorno muy singular, y este trabajo busca dar a conocer el viaje que realiza y lo que el río va descubriendo en su camino. Desde mi casa en Broto veía pasar al río y siempre me venía a la mente recorrerlo desde su nacimiento hasta su muerte en el embalse de Mediano y porque, además, está considerado milagrosamente aún el último río virgen del Pirineo”. Eduardo de la Cruz concede al río tiene su propia voz, que se la da el actor Manuel Galiana, introductor también del documental. Entre otros intervienen en el documental Eduardo Martínez de Pisón, Alfredo Ollero, Severino Pallaruelo, Antonio Pla, Carlos Baselga, Virginia Rubio.
DIARTE, UN ÁGUILA Y UN CICLÓN EN EL ÁREA
El Real Zaragoza había tenido grandes arietes: Seminario, Murillo y Marcelino, que llegaron a jugar juntos en alguna ocasión. Y Miguel Ángel Bustillo. Pero en enero de 1974 llegó un joven espigado, de larga melena más bien lacia, que pronto iba a deslumbrar: Carlos ‘Lobo’ Diarte; procedía del Olimpia de Paraguay y tenía 19 años. Decían que venía a reemplazar a otro gladiador del área: Felipe Ocampos, el ariete-armario, correoso, capaz de desplegar los codos, y una contundencia propia de los que se fajan en el área y sobreviven hasta la sangre, la rabia y los insultos.
Diarte demostraría de inmediato que practicaba otro juego: era fogoso, cabeceador, remataba con las dos piernas, poseía un regate mucho más que correcto, con salida hacia la derecha y la izquierda, y era constante, bregador cuando se terciaba, se levantaba por los aires como un águila, se lanzaba en plancha como un perfecto nadador. En Zaragoza encontró un equipo a su medida: un conjunto de colegas, como Arrúa, que era su media naranja perfecta (se olisqueaban, se intuían, se hablaban en guaraní, murmuraban en la lengua inefable del fútbol), y Soto, el citado Ocampos, el uruguayo ‘Cacho’ Blanco o el argentino Santos Ovejero. Con ellos, y con futbolistas admirables como Manolo González, Planas, Violeta y García Castany, por citar cuatro figuras, nacieron los ‘zaraguayos’, un equipo para la leyenda, capaz de golear al Real Madrid el 30 de abril de 1975 o de vencer al Barcelona para obtener el subcampeonato de Liga, capaz también de jugar una final de Copa del Generalísimo ante el Atlético de Madrid (un cabezazo de Gárate les apeó del título).
Aquel Zaragoza, que dirigía el paternal Carriega, tuvo dos buenas temporadas: la inolvidable de 1974-75, y la siguiente, en la que Carlos Diarte marcó 16 tantos en la Liga y demostró que era un delantero centro audaz, moderno, que llegaba desde atrás, rápido, con clase y sentido del sacrificio, con visión y sentido de la sorpresa. Se escabullía y avanzaba como un huracán. Él y Arrúa, arropados por la clase y el toque de tiralíneas de García Castany, hicieron de La Romareda un lugar inexpugnable, un estadio de fútbol vibrante, rápido, lleno de imaginación e intensidad. Ellos y un buen bloque, claro: el fútbol es esencialmente un deporte colectivo donde todos importan mucho. A veces, más que indio, Carlos Diarte parecía un holandés volador. ‘Los zaraguayos’, de tránsito demasiado fugaz, asimilaron bien la tradición de ‘Los magníficos’.
El juego y algunos goles deslumbrantes de Diarte reclamaron la atención del Real Madrid, que era uno de sus sueños, y del Valencia, donde recaló por 60 millones de pesetas de entonces, unos 400.000 euros de hoy. Allí coincidió con Bonhoff, con Rep y con Kempes, con Valdez (que rivalizaba en la selección con Chechu Rojo) y tuvo una primera temporada estupenda. Luego consiguió en 1979 la Copa del Rey que se le había escapado aquí; más tarde sería descartado por Pasieguito y recalaría en el Salamanca y finalmente en el Betis, donde volvió a brillar, cerca de la bota de seda de Cardeñosa y de la fuerza indesmayable de Gordillo, que era, como Diarte, un ciclón. Otro ciclón.
Carlos Diarte siempre fue un jugador especial. Incontenible. Simpático. Cercano. Vitalista. Un ídolo que rivalizaba con Arrúa y con Perico Fernández. Le gustaban un poco la juerga y la noche, la música (cantó en televisión ‘Tú volverás’, llegó a grabar un disco y arañaba la guitarra) y escribió poesía: leía a los poetas del 27, leía a Neruda, a Ángel González, y poseía facilidad y gracia para redactar poemas. Aseguran que contagiaba alegría en el vestuario. Entrenó a varios equipos y a la selección de Guinea Ecuatorial; supo madurar con sensatez y amor a la vida, a sus cuatro hijos y a sus amigos, aunque el cáncer decidió ponerle la zancadilla más insalvable y cruel. Siempre lo recordaremos por su fútbol, por su despliegue, por su carisma: era uno de esos jugadores que fijaban nuestra atención de inmediato. En 1980 un portero de la que había sido su residencia en la calle Ávila, me dijo en el bar del bingo Napolitano: “Esta casa no es cualquier cosa. Aquí vivió Carlos Diarte. ¡No se puede imaginar cuántos autógrafos tenía que firmar! Los zagales lo querían con locura”.
*Este artículo apareció en la edición digital de Heraldo de Aragón: heraldo.es. Anoche me contaba el escritor Rodolfo Notivol que había sido uno de los héroes de su adolescencia; su primera mujer era zaragozana y amiga de su familia.