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Antón Castro

20 AÑOS SIN CARLOS LAPETRA

20 AÑOS SIN CARLOS LAPETRA

VERANO 2015. LECTURAS. HERALDO DE ARAGÓN

 

El artista absoluto de la Romareda

 

Se cumplen veinte años de la muerte del mejor futbolista del Real Zaragoza de todos los tiempos: Carlos Lapetra (1938-1995)

 

El fútbol, antes que una identificación, es un juego. A veces hay jugadores que tienen un don: iluminan el estadio con su inteligencia, su fantasía y su clase. Uno de ellos, quizá el mejor zaragocista de todos los tiempos, fue Carlos Lapetra (Zaragoza, 1938-1995): puro ingenio, imaginación, sutileza, magia. Cada jugada al pasar por sus botas ensanchaba sus posibilidades; Lapetra, que enfundaba la camiseta del once, jugaba antes de recibir el balón y jugaba con el balón en el pie. Así lo recuerdan una y otra vez aquellos que vieron y protagonizaron el cuento de ‘Los Magníficos’: Darcy Silveira, ‘Canario’, dice de él que era un genio. Y él creció y se forjó al lado de genios como Pelé, Garrincha, Puskas o Di Stéfano. Y Marcelino, el cabeceador irreductible, señaló en estas mismas páginas: “Esa zurda no era de este mundo”.

Lo era, sin duda, era de este mundo y deslumbraba por doquier: en la Liga española y en Europa. Era una zurda, dicen, que merecía compararse a la del brasileño Mario Lobo Zagallo, a la de Corso, el jugador del Inter que le robó el corazón a la cantante Gigiola Cinquetti, una zurda que anticipó las de Dzajic, Mario ‘Matador’ Kempes y tal vez la del propio Maradona, futbolistas que supieron ser desde el carril izquierdo, o el territorio del diez, auténticos directores de juego. Malabaristas para sí y para los otros.

Carlos Lapetra Coarasa nació accidentalmente en Zaragoza, en 1938, en plena guerra civil. Su padre era agricultor y administrador de fincas, llegó a ser gobernador civil de la capital y tenía un sueño para él: quería que se dedicase a las leyes. Tuvo una infancia feliz y despreocupada. Estudió en San Viátor y luego en el colegio de El Salvador de Zaragoza, donde lo conoció el escritor Javier Fernández de Castro, que suele recordar a “un mozalbete genial en los partidos del recreo: fino, elegante, casi imparable”. Cuando se trasladó a Madrid a estudiar Derecho, fichó por el Guadalajara y jugó allí con su hermano Ricardo, que también iba para figura en la zaga. En la temporada 1959-1960 el Zaragoza lo incorporó a sus filas. Pronto empezaría a lucir.

La Romareda, que se había inaugurado en 1957, descubrió a un futbolista diferente: con un control exquisito, con un regate variado y muy natural, no exactamente veloz pero con gran sentido del ritmo. Poseía plasticidad, virtudes de dirección y sentido de la belleza. Surtió de balones a arietes como Joaquín Murillo, Juan Seminario o el que iba a ser su gran cómplice en el área: el citado Marcelino. En tres semanas de radiante felicidad de junio-julio de 1964 con Luis Belló de míster, el Real Zaragoza de ‘Los Magníficos’ cosecharía dos títulos: la Copa de Ferias y la Copa del Generalísimo, ante el Valencia y ante el Atlético de Madrid. Y no solo eso: Carlos Lapetra era el extremo izquierdo titular de la España que jugó la Eurocopa de 1964 y que se plantó en la final ante la Rusia de Lev Yashine, ‘la araña negra’. Formaba ala con Luis Suárez, el gallego de oro del Inter de Milán. Ambos, técnicamente, eran los fabuladores del balón.

A Lapetra, que participó en trece partidos con la selección, ya lo llamaban “el ingeniero”, “el catedrático”. Era distinto: un jugador moderno que había desplazado levemente su posición, por sugerencia del citado Belló, desde la banda a una zona de organizador y desde allí lanzaba a Canario, a Marcelino, a Reija, a Villa o se internaba él. Si 1964 fue el año de su máximo apogeo, en 1966 el Real Zaragoza conquistó su segunda Copa del Generalísimo ante el Athletic de Iríbar y él participó en el Mundial de Inglaterra-1966.

El equipo estelar del Real Zaragoza, que cosechó elogios y aplausos ininterrumpidos en Inglaterra, se fue desgajando poco a poco. Carlos Lapetra se lesionó en una rodilla ante el Everton y al final, en marzo de 1969, con apenas 30 años, dejó el fútbol. Iba y venía todos los domingos en su Alfa Romeo verde de Huesca y a Zaragoza y viceversa, y ya formaba parte de la leyenda de la ruta.

Se había casado con Clara Lorén en el monasterio de San Juan de la Peña. Años después de la retirada, comentó partidos en Antena 3. Falleció a los 57 años el día de Navidad de 1995, hace dos décadas, tras ver cómo su equipo se coronaba campeón de la Recopa. Zaragocistas de aquí y del mundo lloraron el prematuro adiós de quien había sido el artista absoluto de La Romareda.

 

LA ANÉCDOTA

El pedagogo y zaragocista Víctor Juan recogió en su blog esta anécdota que contó Ricardo Lapetra con motivo del 75 aniversario del Real Zaragoza. Escribe: “Ricardo Lapetra, el hermano de Carlos, dijo que cuando tenían partido en Zaragoza, él y su hermano madrugaban, iban a misa a la catedral y su madre preparaba pronto la comida. Luego recogían a un primo suyo que no se perdía ni un partido y bajaban a Zaragoza en su coche. Casi siempre conducía Carlos. Al llegar a Almudévar se encendían un par de montecristos. Aparcaban el coche junto al campo de fútbol, se cambiaban y jugaban para ser, simplemente, felices”. Desde hoy, el Real Zaragoza busca el camino a Primera y un nuevo Lapetra.

 

*Este aparecía ayer en mi sección de verano en Heraldo de Aragón. 

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