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Antón Castro

ANTONIO CERUELO Y SU BICICLETA

[He recibido muchas cartas de amigos que me anuncian que no podrán estar esta tarde-noche en el Teatro Principal; luego tomaremos una cerveza o un vino. Muchas notas e emails, llenas de cariño. Hace un rato, Antonio Ceruelo, el gran fotógrafo, me envió esta compilación de recuerdos y de confidencias mientras su padre está en el hospital. La traigo aquí: todos tenemos una historia secreta o no, emotiva, entrañable, decisiva con una bicicleta. Como se ve, seguirá continuará hacia otros libros y hacia otros textos ‘El paseo en bicicleta’ (Olifante, 2011)]

 

 

Hola Antón:


Tendríamos  5 y 6 años cuando padre nos compró una vieja bicicleta  de segunda mano. En Corona de Aragón, frente a dominicos, había un pequeño taller que cromaba, pintaba y reparaba bicicletas. Recuerdo la emoción de la visita diaria al salir del colegio para descubrir como  las piezas brillaban después de cromadas y el pequeño cuadro oxidado adquiría un nuevo lustre: verde billar con tres finas líneas que lo adornaban: rojo, naranja y blanco. También  recuerdo los neumáticos nuevos con esa luminosa banda blanda alrededor de la llanta.
El día del estreno era domingo, madre no se encontraba bien y fuimos los tres al parque grande. Padre estaba como ausente y un poco malencarado, quizás pensando en madre.
Lo intentamos José Manuel y yo pero no fue posible en toda la mañana avanzar sobre dos ruedas más de 10 ó 12 metros,  el sentido de culpa nos atenazaba.  Volvíamos los tres en un pesado silencio camino de casa cuando sin ayuda  y por puro orgullo, decidí intentarlo nuevamente. La calle Obispo Covarrubias entonces era de tierra apisonada, vivíamos en García Sánchez y quedaban unos centenares de metros antes de llegar a casa. Sentí la perfección del equilibrio, sabía en aquel momento que nunca más volvería a caerme de una bici. Un instante después, José Manuel hizo lo mismo. Cuando llegamos a casa los tres teníamos muchas cosas que contar.

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