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Antón Castro

TRES NOCHES CON GABINO EN EL TEATRO PRINCIPAL DE ZARAGOZA

[El actor Gabino Diego es muchas cosas. Un actor especial, con gran sentido del humor. Y es, además, un espléndido coleccionista de fotografía. Recuerdo que hace años me llamaba para preguntarme por tal o cual fotógrafo: Tony Catany, Virxilio Vieitez, Isabel Muñoz, Ramón Masats, y muchos y muchos otros. Desde cualquier lugar de España. Hacia 2003 empezó a desarrollar un espectáculo, ‘Una noche con Gabino’, que dio sus primeros pasos en Alcorisa. Ahora, ocho años después, vuelve al Teatro Principal: esta noche a las 21 horas, mañana a las 22 y el domingo a las 19, Gabino Diego regresa con ‘Una noche con Gabino ocho años después’, donde ha incorporado también a Obama o a Rodríguez Zapatero. Recupero una entrevista que le hice a Gabino con motivo del estreno del espectáculo. Han cambiado algunas cosas, pero no la ironía, el sentido del humor y la gracia del zangolotino Gabino Diego: soltero, coleccionista y padre de una hija en la vida.]

 

Soy actor, imitador, showman, un contador de historias”



Gabino Diego es un hombre de obsesiones. Primero descubrió a Javier Tomeo y se convirtió en su autor de cabecera. Y luego empezó a darle vueltas a un monólogo, “Una noche con Gabino”, que ha realizado más de 300 [ahora muchas más: me dice Gabino que serán unas 700] funciones por toda España y que hoy se presenta en Caspe..

Ese monólogo, ¿qué es: una promesa o una petulancia?

Quizá lo primero. La función tuvo varios títulos, uno de ellos, “Los burros volando”. Había muchas ideas por ahí dando vueltas. En cierto modo, es una noche con el brujo, con el contador de historias, con el actor que tiene la facultad de vivir muchas vidas y contarlas, con la persona que interpreta a muchos personajes...

Entonces, ¿no hay nada de sexo?

Santiago Segura me decía que el título debía ser: “Una noche con Gabino... y el sexo aparte”. “Una noche con Gabino” es una hora y veinte minutos conmigo y con otros muchos personajes a los que doy vida. Es como un viaje en el que hay trozos de mi propia carrera y el intento de un actor de encontrar un hilo conductor para contar cosas que me han pasado que invento, canciones, poemas, porque todo parece discurrir de manera improvisada...

¿De manera improvisada? Si lleva usted muchos años con este proyecto en la cabeza...

Sí, pero es que soy muy disperso. Tengo muchas cosas en la cabeza, quieres contar unas cosas y acabas contando otras, piensas en un personaje y de golpe te sale otro. De ahí la necesidad del hilo conductor para poner en orden todos esos deseos. En “Una noche con Gabino” también se habla del sueño de la mujer de tu vida o de las malas críticas.

¿De las malas críticas?

Sí, sí. Para un actor es muy curioso eso del éxito y del fracaso, y yo lo toco pero en clave de humor. Para mí lo importante es que haya humor. Bueno, las críticas negativas, en escena, son muy divertidas. Me hicieron algún daño al principio, y ya las he superado. A la gente le hacen mucha gracia.

¿Cómo es su sentido del humor?

Es difícil definirlo. Un crítico de Málaga ha dicho que en el montaje yo soy muy bueno, que me falta mala leche. Es mi opción. A mí me gustan mucho personajes como Albert Pla o Leo Bassi, fui a ver su obra “Doce de septiembre” hasta cuatro veces, que no se corta ni un pelo, pero yo soy de otra manera. Por supuesto que hay críticas a determinadas cosas que me preocupan...

¿Por ejemplo?

A la época escolar que yo pasé. Fue un periodo muy duro: me echaron del coro, y a mí lo que me gustaba era cantar, y me suspendían en todas las asignaturas.

Antes de hacer “Una noche con Gabino” estaba usted obsesionado con el aragonés Tomeo...

Es cierto. Antes de hacer este monólogo, yo quería hacer “El cazador” de Javier Tomeo porque me quedé fascinado, me gustó muchísimo. Lo conocí después y leí algunos otros libros suyos, llenos de humor y de surrealismo. Fui con esa novela a ver al guionista Rafael Azcona. Me dijo, cuando le conté mi idea de hacer yo solo a todos los personajes: “Te va a resultar cansadísimo”. Cambié de plan y le rindo un pequeño homenaje en la obra, y es él quien me ha escrito el programa de mano. Siempre me ha animado.

¿También ha incorporado esas cosas o encuentros surrealistas que le suceden con personajes un tanto extravagantes?

Desde luego. Para mí es esencial el contacto con el público, con los amigos, con los taxistas. Todos me dan historias y al interpretarlos creo que se nota algo que ha advertido Tomeo: que he aprendido a quererlos.

¿Qué se siente usted en realidad: imitador, actor, showman?

¿Qué es imitar y actuar? Showman lo han sido en muchos momentos de su carrera Steve Martín, Billy Cristal, Robin Williams o el propio Woody Allen. Yo soy actor e imitador: incorporo personajes e imito a otros conocidos como Aznar, Fernán Gómez, el Rey Juan Carlos I, Gurruchaga, pero estoy seguro de que muchos de los personajes que aparecen aquí, bien maquillados, podrían salir en las películas. Los imitadores son actores. Yo admiro muchísimo a Cruz y Raya, Martes y Trece, cuando estaban en activo, Faemino y Cansado, y uno de mis ídolos es Pedro Reyes, que sale en el “Club de la comedia”.

¿Debe algo “Una noche con Gabino” a “El Club de la comedia”?

Yo creo que no. No es un invento de ahora. Aquí hemos tenido a Pepe Rubianes, Gila o Pedro Reyes. Se hacían monólogos antes y eran fantásticos. Y el mío es una reflexión sobre la identidad del autor y del ser humano que soy.

Por cierto, ¿a qué se debe esa obsesión suya por los acentos?

Me gustan. Animan la función. En el arte debe haber riesgo. Cada acento te da una manera distinta de caminar, de moverte, e incluso de sentir. Una acción externa te modifica dentro. Hago cubanos, gallegos, andaluces o maños. Soy actor, imitador, showman, un contador de historias...

1 comentario

Juan Antonio -

¡Cómo me gusta recordar aquella dulce noche en Alcorisa! Gabino llegó a la Sala Alcor 82 de tu mano, le sonrió al auditorio y nos hizo reir como hacía tiempo nadie hacía.