UN MUNDO SIN FÉLIX ROMEO
[El escritor Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) publica hoy en elmundo.es, en la sección de opinión, este artículo donde recuerda a Félix Romeo. La foto es de Ouka Leele, una foto pintada que hizo para el libro 'La doble mirada', que firmó con Concha García Campoy.]
UN MUNDO SIN FÉLIX
Por Daniel GASCÓN*
Las reacciones al fallecimiento de Félix Romeo (Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) demuestran que era un personaje excepcional de la cultura española. Músicos, cineastas, escritores, editores, artistas y la ministra de Cultura han mostrado su pesar por la pérdida de una figura irrepetible y generosa. Es asombroso y emocionante ver cuánta gente tenía una relación especial con Félix Romeo. En un episodio de autismo desalmado, las instituciones aragonesas no enviaron ningún representante al funeral.
Félix Romeo publicó tres libros en vida. 'Dibujos animados' (1994) era una novela fragmentaria y perequiana que retrataba su infancia en el barrio zaragozano de las Fuentes, y que desplegaba una poética poderosa y una forma especial de mirar la niñez. 'Discothèque' (2001) era un relato polifónico que mezclaba la experiencia en la cárcel del autor –condenado por un delito de insumisión- con las alusiones literarias y un humor salvaje, y donde cabían tanto el imaginario del cine y la literatura norteamericana como el iluminado Miguel de Molinos y el futbolista del Real Zaragoza Nayim. 'Amarillo' (2008) era un mensaje a Chusé Izuel, el gran amigo que se había suicidado en Barcelona en 1992, y también el testimonio estremecedor de las heridas y la culpa que habían dejado su acción.
Poco antes de morir de forma totalmente inesperada a causa de un fallo cardiaco, Félix Romeo había entregado a su agente un nuevo libro –'Noche de los enamorados'-, una reflexión sobre el crimen, la justicia y la libertad donde investigaba el caso de su compañero de celda en la prisión de Torrero. Además, escribió miles de artículos, impartió centenares de conferencias, colaboraba en la radio, tradujo del italiano y del portugués, y estuvo durante cinco años al frente del programa 'La Mandrágora' en Televisión Española.
Publicaba reseñas desde adolescente y su trabajo como crítico literario en los últimos años, tanto en Heraldo de Aragón como en ABC, lo convirtió en uno de los mejores reseñistas de nuestra lengua: valiente, lúcido y honesto, ha cubierto como nadie la actualidad literaria y sus análisis aunaban un vastísimo conocimiento con una idea estética –la literatura como parte de la vida- y una concepción moral sobre los libros y el mundo. Esa idea moral estaba en todos sus textos, pero la expuso con especial claridad en sus colaboraciones para Letras Libres: una defensa cerrada de la libertad y la democracia, de la responsabilidad individual, y una intolerancia hacia quienes justifican la opresión con la coartada de la diferencia cultural.
Es una obra muy importante, pero la influencia de Félix Romeo no termina ahí. Si digo que era un superdotado, puede parecer una exageración, pero a quienes lo conocían les parecerá una obviedad o un 'understatement'. Era el gran curioso: uno no solo tenía la sensación de que había leído a casi cualquier autor que saliera en la conversación o de que conocía todas las revistas, sino que también le apasionaban el arte, la televisión, los tebeos, el pop, los programas de cocina, el fútbol o el urbanismo. Era un polemista nato y en muchos campos competía en erudición con los expertos. Tenía razón muchas veces, pero, incluso cuando no la tenía, su punto de vista era interesante: siempre te hacía pensar.
Es imposible sobrevalorar la influencia de Félix en la vida literaria zaragozana. Su presencia y sus consejos fueron determinantes en la editorial Xordica, en los suplementos literarios, en la obra de Ismael Grasa, Ignacio Martínez de Pisón, Eva Puyó, Cristina Grande, Octavio Gómez Milián, Aloma Rodríguez, Miguel Mena, Antón Castro, Rodolfo Notivol, José Antonio Labordeta y muchísimos más. Les sugirió títulos, leyó sus originales, les recomendó decenas de libros con una pasión contagiosa, y les convenció de que lo que ellos escribían era algo valioso y necesario.
Esa invasión generosa de Félix Romeo no se limitó a una ciudad, una estética, una generación, una editorial o una disciplina: su influencia está detrás de cuadros de su novia, Lina Vila, del cine de Jonás Trueba, de muchos proyectos editoriales y de muchas amistades. Sería imposible enumerar la cantidad de ideas regaladas, o el número de receptores. Yo sería otra persona si no me hubiera cruzado con él. Y nunca he escrito una línea, ni me he enfrentado a un tema, sin preguntarme qué opinaría Félix.
En una entrevista con dos de sus grandes amigos, Jonás Trueba y Lara López, Félix Romeo decía que detestaba la idea de la inmortalidad. La conciencia de la muerte era lo que hacía que quisiera disfrutar de la vida y del amor al máximo. Para argumentarlo, explicaba la desesperación que siente el protagonista de 'Atrapado en el tiempo' cuando descubre que no puede escapar de ese día. Pero la vida de Félix Romeo se parecía más a otro momento de la película, en el que Bill Murray va salvando a los personajes del pueblo. Félix presentaba a la gente, regalaba chucherías y viajes en la feria a los hijos de sus amigos, nos recordaba las fechas de los cumpleaños de los amigos y nos ayudaba a descubrir qué libro o qué película queríamos hacer. Le gustaba repetir el lema de la revolución francesa, y su vida se puede entender con esas tres palabras: la libertad, la igualdad (que le hacía combatir la discriminación de la mujer, desdeñar los argumentos de autoridad, y también tener una conexión especial con los niños, a quienes hablaba en su mismo idioma) y la fraternidad (con su vida, fabricó una gran familia; con su muerte, muchos hemos perdido a un hermano mayor).
A veces, en la cultura tienen prestigio la oscuridad y la originalidad aparente. Félix Romeo, un hombre rabiosamente único, reivindicaba una sencillez esencial: la de ser amigos, de contar chistes y celebrar los libros de los otros, de festejar el cariño y decir te quiero de todas las formas posibles. Era un hombre obsesionado por la felicidad, que siempre intentaba mantener a raya sus impulsos melancólicos. Una de sus grandes lecciones era la conciencia de los privilegios: de la gran suerte que es estar vivo, tener y recibir afecto, vivir en democracia, tomar un helado en el Paseo de la Independencia. Todos sus amigos nos sentimos vacíos y solos, pero somos conscientes del enorme privilegio de haberlo conocido.
*Daniel Gascón. Filólogo y escritor aragonés
1 comentario
Marta -
Estaba fuera de España cuando sucedió y puedo asegurarte que pasé horas buscando a alguien que desmintiera todo. Un abrazo muy grande, Antón, tan grande como sincero.