EL CINTURÓN DE LA DECENCIA
José María ‘Cuchi’ Gómez es de Barbastro, un cinéfilo empedernido, un buen lector y uno de esos hombres curtidos por las duras emboscadas de la vida. Y es, sobre todo, un ciudadano sensato: cree que vivimos un momento tan desesperado, tan despojado de asideros, que es ahora cuando los políticos deben olvidarse de ser rivales encarnizados a todas horas, y exhibir sus ideologías irreconciliables; deben olvidarse de que las elecciones son mañana, pasado o dentro de tres minutos y medio. Es el momento de mirar a la gente, de percibir la catástrofe cotidiana –sobre todo en los más humildes y en los parados que cada día son muchos más y, en particular, en los jóvenes- en toda su dimensión, y de jugar el partido de la crisis a una. Y de respetar los logros de ayer y anteayer: en educación pública, en sanidad, en fomento de la cultura. Hay materias que están por encima de la economía inmediata y ese apaleamiento brutal e indiscriminado que practica. Los políticos deben colaborar con propuestas y apariciones conjuntas, tan necesarias como simbólicas. Con gestos. Con mensajes. Con una defensa clara de la convivencia y de la esperanza. No se trata de reinventar nada: la democracia es el menos malo de los sistemas porque nos abraza a todos por igual y empieza desde abajo. Vivimos una época tan desalmada y tan hedionda de cifras que los políticos debieran ver lo que une, lo que nos desangra y dar pequeños pasos. Si la política es el arte de lo posible, ahora es cuando se necesita más compromiso y menos esclavitud mental. La revelación en torno a Esperanza Aguirre y sus facturas tampoco favorece a nadie; ni a sus detractores. Y ya puestos, la banca debería ajustarse un poco el cinturón de la decencia.
*Este texto apareció ayer en mi sección 'Cuentos de domingo' de HERALDO. La foto es de Edouard Boubat de 1980.
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