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Antón Castro

EL LEGADO DE ANTONIO CALVO PEDRÓS PASA AL ARCHIVO MUNICIPAL

EL LEGADO DE ANTONIO CALVO PEDRÓS PASA AL ARCHIVO MUNICIPAL

El legado del fotógrafo Antonio Calvo Pedrós

se incorpora al Archivo Municipal de Zaragoza

Está integrado por más de 40 cajas de negativos y material fotográfico que su viuda, Rosa Lahilla, ha entregado esta mañana al vicealcalde, Fernando Gimeno

Con motivo del Día Internacional de los Archivos mañana se celebra una jornada de puertas abiertas en el Palacio de Montemuzo, con exposición de materiales históricos y visitas guiadas para la ciudadanía

El vicealcalde de Zaragoza, Fernando Gimeno, ha recibido simbólicamente esta mañana de manos de Rosa Lahilla, viuda de Antonio Calvo Pedrós, el archivo fotográfico de este reportero gráfico zaragozano, que cubrió la vida social, cultural, política y deportiva de la ciudad durante la segunda mitad del siglo XX.  

El acto ha contado con la presencia de Oscar Fle, presidente de la Federación Aragonesa de Fútbol (FAF), ya que Calvo Pedrós donó a esta entidad la parte de su obra relacionada con este deporte. Este material también se depositará en el Archivo Municipal para su conservación y mantenimiento durante los próximos 30 años, merced al convenio firmado al efecto entre el Ayuntamiento de Zaragoza y la FAF.

Una vida dedicada a la fotografía

Antonio Calvo Pedrós falleció el 10 de mayo de 2006 en Zaragoza a la edad de 72 años, tras mas de 50 dedicado a la fotografía. A los 14 años entró como aprendiz en Casa Chóliz, donde permaneció 10 años aprendiendo el oficio, hasta que pasó a trabajar en el estudio de Jalón Ángel. Posteriormente, montó su propio estudio en el Picarral. Como reportero gráfico, colaboró en la práctica totalidad de los periódicos y revistas de Aragón: Amanecer, Zaragoza Deportiva, El Noticiero, Heraldo de Aragón, Aragón Exprés, el Día, Diario del Alto Aragón, As, Marca, Don Balón, Aragón 2000… Su mayor dedicación fue al deporte, sobre todo al fútbol (fue el fotógrafo oficial del Real Zaragoza), pero también se interesó por los toros, la farándula, la política, la gastronomía, los sucesos. El archivo que conserva su viuda, y que ahora se cede al Ayuntamiento consta de aproximadamente 40 cajas de negativos fotográficos, con temática fundamentalmente deportiva, aunque también hay muchas imágenes de toros, sucesos, fiestas, etc.

 

En septiembre de 2003 el Palacio de Montemuzo acogió una exposición antológica con sus mejores fotos, y la Asociación de la Prensa en Aragón le dedicó otra exposición, titulada “El temblor de la realidad” en el año 2005, que se expuso en Zaragoza y Huesca. (Esta información es del gabinete de prensa del Ayuntamiento. La foto es de Félix Bernad).

 

Cuelgo aquí una entrevista que le hice a Antonio. Fui el coordinador de su muestra ’El tembor de la realidad’, un encargo de Fernando García Mongay. Este diálogo es de 2003.

-A ver, ¿de dónde le viene esa pasión por la fotografía?
-Desde muy joven. He sido un enamorado de la foto de siempre. Ha sido mi vida y mi obsesión, y ahora, jubilado ya, puedo cumplir un sueño: dedicarme a ordenar y recuperar mi archivo que tiene cientos de miles de negativos. Y sobre todo me gusta el reportaje: no me ha preocupado la foto artística, sino la viva, directa, aquella que sólo puedes hacer en un instante concreto, antes de preguntar, tal como vienen las cosas.

-Usted tenía un tío fotógrafo, ¿no?

-Sí, José Gómez. Era hermanastro de mi madre y tenía el Estudio El Portillo. Era un gran retocador, había trabajado con Jalón Ángel y con Guillermo Fatás Ojuel, pero él en realidad no condicionó mi vocación. A los catorce años entré en Casa Choliz y allí empezó todo.

-Háganos la panorámica: descríbanos el lugar y su ocupación.
-Entré allí nada más salir del Seminario. Yo iba para cura, pero mi hermano mayor era paralítico y mi madre, viuda, tenía que estar siempre pendiente de él. Me di cuenta de que se necesitaba mi aportación: después del colegio, al principio, y del trabajo, luego, me iba a dar vueltas por el Mercado Central para comprar lo mejor y lo más barato. Dejé el Seminario porque me di cuenta de que podía hacer más por los demás y por mí mismo y que podía ser mejor persona que dentro.


-La panorámica es emocionante, pero no es la que le habíamos pedido...
-Voy. Casa Choliz estaba en el Coso 23. Era también perfumería y almacén de fotografía. Por allí vi pasar a todos los fotógrafos de la ciudad: Aurelio Grasa, Gil Marraco, Manuel Coyne, Fatás Ojuel, y a muchos de ellos les llevaba no sólo el papel fotográfico sino los cubos de fijador de hasta 50 litros con un carro de mano. Y entonces atrapé una hepatitis...

 

-¿Y qué pasó?

-El doctor Luis Olivares, que tenía su consulta en la calle Contamina, me dijo que tomara unas hierbas y además –me dijo: “será lo que más te aliviará”- me sugirió que fuese a ver el paso de la corriente del río Ebro todo el tiempo que pudiese. Y eso hacía, inmóvil y con los ojos puestos en el agua. Años después, el doctor Simón Marco, a quien le debo la vida, me dijo que no era una broma: los manuales de los 50 decían que eso era lo ideal.

-Ahora ese remedio resulta tan poético como inverosímil. ¿Seguimos?
-Permanecí unos diez años en Chóliz y creo que tenía fama de buen empleado. Jalón Ángel me ofreció una importante cantidad de dinero para contratarme y al final acepté, a pesar de que estaba muy agradecido a don Luis Chóliz Alcrudo. Me apreciaba mucho y me sugirió que me sacase el pasaporte: me pagó un curso de fotografía en color en París y otro de foto electrónica de aficionado.

-¿Cómo era Jalón Ángel?

-Una gran persona. Meticuloso, perfeccionista, de ésos que si no le gusta un carrete lo arroja por entero a la basura. Ya sabe que era el fotógrafo oficial de Franco: cada año o así iba al Pardo para renovar la foto de Franco y yo le acompañé algunas veces. Cargaba los focos, las cámaras, las películas. Tenía mucha confianza con Jalón Ángel y era correcto conmigo. A pesar de su voz aflautada, parecía que te mandaba como un general.


-¿Cuál fue su primera cámara?

-Una Kodak Retinete 1 A de paso universal. La compré de segunda mano por 1500 pesetas. En el estudio de Jalón Ángel aprendí a hacer buenas fotos de estudio, pero tenía tanto tanto trabajo –fotografiaba, revelaba, atendía a la gente en el nuevo estudio de Jalmy-, que apenas me quedaba tiempo ni para comer. Así que decidí montar mi estudio en el Picarral.


-¿Cómo le fue?

-Muy bien. Teníamos el estudio en mi propio piso: hacía carnets y retratos sin parar. Y además tenía una colaboración con las compañías aseguradoras: hacía 5 ó 6 siniestros al día. Y muy pronto empecé a colaborar en la prensa: en la revista “Oriéntese”, que salía los sábados, hacía reportajes gráficos y literarios: “Desfile de clubs”. Iba al campo, tomaba fotos y luego en el club me contaban la historia. A partir de entonces empecé a colaborar, siempre por libre, en todas los diarios de la ciudad: “Amanecer, “Zaragoza Deportiva”, “El Noticiero”, “Aragón Exprés”...


-¿No fue en ese vespertino dónde publicó su reportaje del incendio del Corona?

-Sí, sí. Me ocurrió una cosa muy curiosa: me llevaron de inmediato de la revista “Stern” para comprarme los negativos del reportaje. Me ofrecían lo que quisiera en dólares. Al final, les di dos carretes y me pagaron 200.000 pesetas. Ha sido el trabajo que mejor me han pagado.

-¿Cuáles son sus reportajes favoritos?

-El del secuestro de Quini. Me levantaron de la cama y fui a ver el zulo. Lo fotografíe desde arriba porque como estaba gordito no cabía dentro. A Quini, demacrado, con barba y el cabello desordenado, lo cogía en comisaría en el Paseo María Agustín. Y también me acuerdo del secuestro de Iglesias Puga. Llegamos a Trasmoz a las cuatro de la mañana con Daniel Llagüerri, y vi en un vasito, olvidada, la dentadura postiza del padre de Julio Iglesias. Le hice una foto; Llagüerri la lavó un poco y se la llevó a Madrid. Publicamos aquel reportaje en “Interviú”.


-Y de sus 30 años como fotógrafo del Real Zaragoza, ¿qué recuerda?
-Todo. El señorío de “Los Magníficos”; los “zaraguayos” de Ocampos y Arrúa, uno era como un niño grande y el otro más calculador; la noche mágica de Pelé en La Romareda: era un prodigio de amabilidad y de paciencia. O la Recopa en París: ibas por cualquier sitio y te encontrabas con aragoneses. Antes de que el Zaragoza ganase la final, los aragoneses ya habían conquistado Francia.

- Le han llamado “El reportero cómplice”. ¿Qué le parece?

-Precioso. He intentado serlo. 

 

 

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