ÓSCAR AGUILELLA Y SUS ESCULTURAS
[Ayer, la Fundación Cultural Cajalón presentó la exposición de Aldo Bahamonde en la sala de Bantierra, Canfranc 22, de la ya que he hablado aquí. Allí conocí a Carlota Santabárbara, que acaba de redactar el catálogo de la muestra de Óscar Aguilella, que puede verse estos días en Calatayud. Jana Catalán recordó que la Fundación ha programado 18 exposiciones para esta temporada, en tres sedes (Zaragoza, Huesca y Calatayud). He aquí el texto de Carlota para Óscar Aguilella, que me acaba de remitir.]
LA ESCULTURA DE ÓSCAR AGUILELLA
Por Carlota SANTABÁRBARA MORERA
Óscar Aguilella, (1981, Zaragoza), creció en una familia con gran dedicación y pasión por la pintura, desde los dieciocho años se ha dedicado a las artes plásticas. Se formó en la Escuela taller Cerámica de Muel a muy temprana edad, donde adquirió el conocimiento de la alfarería. La talla del mármol la aprendió en la Escuela Finnes, en Almería, y se forjó como artista bajo la tutela del maestro toledano Juan López Ballesteros. En el año 2007, con motivo de una exposición a la que asistió, “Encuentro y Origen” en el Cabo de Gata, decidió trasladarse a esta zona, incorporando en su repertorio escultórico otros materiales como los cuarzos y los basaltos.
Aguilella ha realizado exposiciones colectivas en las localidades de Muel (Zaragoza), Rota (Cádiz), Sevilla, Madrid y Olula del Río (Almería). Realizó su primera exposición individual en el centro cultural de Carmen de Burgos de la localidad almeriense de Rodalquilar en el año 2010, y sus obras están expuestas en centros públicos y privados, siendo destacable su obra Las manos del cirujano que está expuesta de forma permanente en el hall del hospital sevillano Virgen del Rocío. Inauguró en abril de 2011, en Rodalquilar (Almería), su galería de arte "El Cuenco", con ambición de ser un centro de Arte.
En cuanto a la obra de Óscar Aguilella, la cerámica y la talla conforman su modus operandi, dos líneas de investigación artística que le llevan a la configuración de una obra donde los materiales y su fuerza expresiva le entroncan con el medio natural, utilizándolos para expresar y emocionar. Sus obras se integran después en el paisaje, devolviendo así estos materiales procedentes de la naturaleza, la arcilla y la piedra, a su hábitat de origen.
En su serie de bustos y animales con cabeza (obras como Búho, Sapo, Familia, Eternidad, Viejo y El último alfarero) destaca técnicamente la enfatización de las cualidades del material en estado puro, tanto el color como las texturas, dejando entrever el aspecto sin pulir de algunas zonas de la superficie escultórica. Se apodera creativamente de las formas orgánicas propias de las piedras en las que interviene, así como de sus volúmenes, aprovechándolos para crear una figuración personal, interviniendo, tallando rostros y rasgos humanos o de animales, que dotan de personificación a las piedras inertes. Este proceso creativo se caracteriza por ser respetuoso con la materia, aprovechando en muchos casos la propia génesis de las formas que la naturaleza le entrega, haciendo uso de su imaginación para otorgarles una nueva fisonomía. Su obra escultórica evidencia una gran capacidad creativa en su concepción formal, dibuja rasgos humanos de una expresividad hiperbólica, dejando entrever influencias cubistas y expresionistas, así como cierto primitivismo figurativo.
En este sentido, en algunas obras, como Familia, se aprecia la influencia ineludible del cubismo picassiano, que nos revelan una concepción escultórica donde las formas irregulares se superponen para conformar una figuración muy particular. Los rasgos adquieren un gran tamaño denotando la importancia que se les quiere otorgar, los ojos se abren, avellanados, con pestañas circundantes similares a los dibujados por Picasso en su época cubista. Sorprende en esta obra la similitud con la obra del artista malagueño de 1931 Cabeza de mujer, pudiendo encontrar paralelismos en los perfiles más redondeados y la desproporción de las facciones del rostro, donde la nariz, los ojos o el mentón adquieren un protagonismo inusual. Sin embargo, en otras obras apreciamos una intención realista en la representación de los rostros, obras como Sapo o Eternidad, que recuerdan formalmente, sin duda, a la escultura griega, con cabellos marcados y rasgos faciales estilizados.
Aguilella interviene en el material pétreo, mezclando la intervención de una talla delicada de la piedra, para remarcar los rostros y los rasgos faciales, mientras deja el resto de la escultura con un acabado más natural, como si de un yacimiento arqueológico se tratara. Llama la atención en algunas obras la contraposición formal, como es el caso de Buho, donde dos cabezas se superponen en diálogo visual y emocional, de gran realismo figurativo, diferenciándose claramente respecto al aspecto esquematizado y geométrico del resto de la figura, donde se dejan ver las huellas del cincel, resaltando así la dureza de sus líneas por fuerte contraste visual.
En la serie de obras en mármol podemos destacar esculturas como la de El niño, donde el rostro perfectamente tallado y pulido contrasta con el resto del busto, sin tallar, tan sólo desbastado donde deja en evidencia las betas naturales de la materia como parte estética de la obra. En Cubos, realiza cuatro rostros, uno por cada lado del bloque marmóreo, representando en la cara frontal un rostro humano, perfilado y pulido, mientras que en los tres restantes se plasman figurativamente facciones más desfiguradas e inacabadas, lo que vendría a ser la expresión del alma, sentimientos más íntimos del artista. Queda latente aquí la influencia del proceso de la talla de “sacar” las figuras del bloque de mármol pudiendo observar un claro paralelismo con el proceso escultórico de los “esclavos” de Miguel Angel.
En su serie de esculturas simbólicas encontramos dedo-insulto donde juega con la beta de la piedra donde parece representarse una mano con tan sólo su dedo corazón extendido, mientras representa en un juego visual de conceptos, una mano con todos sus dedos extendidos.
También forma parte de la serie de esculturas simbólicas: índalo, que se trata de una figura de origen ancestral que se encuentra en la cueva de los Letreros, en Almería y si bien su significado no ha sido aún esclarecido de forma definitiva, varias teorías apuntan a cierta divinidad en el dibujo. (Actualmente es un símbolo de Almería, donde reside el artista).
En cuanto a su obra cerámica, destaca Disyunción columnar, donde utiliza la arcilla refractaria sin esmaltar, recubierta con material volcánico. Pieza realizada al torno y hueca por dentro. Destaca el uso de los “granates” en la textura , ya que al haber sufrido una transformación en la cocción, ha derivado en un aspecto metálico, habiéndose dilatado el granate y ahuecado en dichas partes.
Al igual que en Picasso u otros artistas del cubismo, Aguilella utiliza el barro por ser un material muy moldeable y versátil que permite realizar formas más orgánicas al capricho de la creatividad del artista. La influencia del primitivismo de la escultura africana aporta a la obra de Aguilella una búsqueda de proporciones incisivas, desiguales, asimétricas y desmesuradas en los rasgos, así como la esquematización frontal de las caras y su representación sumamente simplificada buscando la máxima expresividad.
En general, hay que destacar en toda su obra la ausencia de tratamientos de acabado, dejando el material sin patinar ni pulir, abrupto, como era en origen, lo que evidencia su respeto por la apariencia natural del material. Por otro lado, no es este un rasgo nuevo en la práctica de la escultura contemporánea, sino más bien una característica habitual en muchos escultores contemporáneos tan diversos como el gallego Francisco Leiro o el alemán Georges Baselitz.
En conjunto, la obra de Aguilella podría denominarse expresionista, puesto que evidencia una gran fuerza expresiva, tanto a nivel material como estético,
La naturaleza enigmática de su obra nace no solo de las formas de su escultura, sino también y, sobre todo, de su instalación en espacios naturales, creando historias no narradas de personajes que aparecen furtivamente en el paisaje. Sus obras forman parte de una perspectiva visual global, el paisaje acoge la obra de arte como parte del mismo, las obras se camuflan de un modo intencionado, reclamando al mismo tiempo la atención del espectador para diferenciar sutilmente la mano creadora del artista que otorga a los materiales naturales, formas específicas, antropomorfas en su mayoría, de una indudable expresividad poética.
Sus esculturas se integran perfectamente en el entorno, obras colocadas de un modo casual en el paisaje, como si se tratara de pequeños seres que adquieren vida en su representación formal. Rostros animados, de ojos grandes, rasgados y expresividad facial desmesurada que nos transmite un lenguaje plástico muy personal.
La obra de Óscar Aguilella modifica la visión del que mira, transformando nuestra percepción, añadiendo de un modo integrador, una historia propia, anecdótica y por lo tanto aportando un concepto diferente de paisaje construido por el propio artista. Tal y como afirma Javier Maderuelo, el concepto de paisaje es un constructo, una elaboración mental que realizamos a partir de “lo que se ve” al contemplar un territorio[1]. Por ello, la obra de Aguilella podría vincularse perfectamente al concepto de arte y naturaleza[2], una tendencia del arte postmoderno que se centra en la transformación y plasmación subjetiva, introspectiva, meditada y devuelta a la realidad tras un proceso mental, de la naturaleza, a veces complejo que nos lleva a resultados artísticos sorprendentes. Se trataría de una reinterpretación del paisaje de manera muy diferente según los artistas que intervienen. Conceptos como el vacío, el azar y la indeterminación son detonantes de este arte transformador de la visión que nos ofrecen los artistas contemporáneos. Tal y como afirmaba Richard Long, en relación a sus intervenciones de Land art, “la fuente de mi trabajo es la naturaleza. Me valgo de ella con respeto y libertad. Empleo materiales, ideas, movimiento y tiempo para expresar la concepción completa de mi arte en el mundo”[3].
Del mismo modo, Aguilella parte de la naturaleza como leit motiv y vuelve a ella como entorno donde escenificar su narración artística, vinculándose a la filosofía de concepción del arte como parte del entorno donde se ubica, entendiendo así el arte a través del paisaje. Se trata de la irrupción de la expresión artística singularizada en el espacio natural, transformándolo cualitativamente en algo diferente, a modo de consagración simbólica.
Carlota Santabárbara Morera
[1] MADERUELO J. La construcción del paisaje contemporáneo: Noguchi, Smithson, Long, Dibbets, Carneiro, Nash, Rüchkriem, Blasco, Hütte, Sugimoto, Bleda y Rosa, Richter, Lazkano, Bürgi, Mosbach. Catálogo de exposición. CDAN. Huesca. 2008.
[2] LUESMA, Teresa. Huesca: Arte y Naturaleza. Cultura, Desarrollo y Territorio. Cultura, Desarrollo y Territorio: III Jornadas sobre iniciativa privada y sector público en la gestión de la cultura, Vitoria-Gasteiz : Xabide, 2001, págs. 121-129.
[3] MADERUELO J. La construcción del paisaje contemporáneo: Noguchi, Smithson, Long, Dibbets, Carneiro, Nash, Rüchkriem, Blasco, Hütte, Sugimoto, Bleda y Rosa, Richter, Lazkano, Bürgi, Mosbach. Catálogo de exposición. CDAN. Huesca. 2008.
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