LINA VILA: ÁLBUM DE AUSENCIA
LINA VILA: UN ÁLBUM DE AUSENCIA*
Lina Vila conoce la oscura noche del lobo. Lina Vila habita, desde hace años, un universo inquietante de visiones, de fragilidad y de colores. De pájaros que van y vienen, de animales, de árboles frondosos, de misterio. Hace unos años se trasladó a vivir a San Mateo de Gállego: allí tiene su vivienda, su biblioteca copiosa, dominada por muchas figuras y por la vindicación del mundo femenino, lleno de heridas y de energía, y allí tiene su precioso taller, lleno de mil cosas. Dibujos, óleos, grabados, carpetas, notas, cartas. Más libros, más documentos. Notas de viajes. Manuales de pintura. Apuntes para vivir.
Todo ello, la casa y el estudio, está en una finca que es un paraíso íntimo, que se ha construido poco a poco, al arrimo de sus padres, Pedro y María, con la sinfonía de las estaciones y en compañía de Félix Romeo. Y, en compañía, muy especialmente de su intimidad, de sus viajes por un pasadizo de la imaginación y el sueño, convulso y luminoso a la vez. Ese mundo es una de sus obsesiones. Y es también una forma de redención, de comunión con las cosas del campo. Con la exaltación de la vida y de su envés: el dolor, la pérdida, la ausencia, el llanto. En todos estos años, Lina Vila se ha curtido en experiencias fuertes: ha perdido a su padre, un cómplice constante desde el jardín y desde la casa de la enfrente. Y ha perdido a Félix, el copiloto más apasionado de sus días. Su guía, su amigo, el torbellino que no dejaba de amasar experiencias para compartirlas segundo a segundo. El amor imprescindible.
A Lina le costó mucho volver a pintar. Recobrar un poco de serenidad. La seguridad del trazo. Le costó volver a ser ella misma: fantasmas inesperados y dolientes se sumaron a los que ya tenía, tan inextricables. La fiebre de la creación. La furia de vivir. Primero expuso dibujos y grabados y acuarelas en el Espacio Valverde, y luego en el Espacio en Blanco de la Universidad San Jorge. Una exposición algo más pequeña pero igual de intensa. La crónica de una vida con la naturaleza. El álbum de ausencias y desgarros y de pesadillas indecibles. Las tintas de una búsqueda.
Había muchas cosas en ese ‘Diario de invierno’, donde rendía homenaje al blanco: puro, entre frío y auroral, sutil y elegíaco; abordaba algunas de sus visiones o premoniciones más incómodas, en de formas gigantescos casi siempre que perturbaban su sueño y su expedición cotidiana al recogimiento y a la paz. O de corazones rotos. Y también había una serie de belleza más directa: ese mundo feliz y caprichoso de las mariposas, de los insectos, de las flores y los arbustos que aletean como si fueran pájaros o los arabescos del aire. ‘Diario de invierno’ tituló Lina Vila este proyecto deliberadamente. Era un diario de la soledad inesperada, del dolor, del deseo aplacado, del adiós brusco. Y era, por otro lado, el hallazgo de un refugio. Al fin y al cabo, incluso en los momentos más duros, solo nuestra fortaleza y la energía de nuestros sueños y de nuestros recuerdos nos salvan, nos alivian, nos impulsan a seguir. Lina Vila sigue: pintando, buscándose. Buscándole en el color, en las figuras, en la materia, en la noche del lobo.
*Este texto es para el catálogo de la exposición colectiva del Museo Pablo Serrano, que organiza el IAACC y la Universidad de San Jorge.
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