MOHSEN EMADI EN OLIFANTE
El poeta, escritor y traductor Mohsen Emadi nació en Sári, capital de la provincia de Mazandarán, en el norte de Irán, cerca de las orillas del mar Caspio, el 29 de octubre de 1976. Escribe poesía desde su infancia y ya en su juventud publicó poemas en varias revistas de su país, aunque éstas no fueron recogidas en un libro hasta que Clara Janés publicó en España su primer poemario bilingüe, en farsi y castellano: La flor de los renglones (Lola Editorial, Zaragoza, 2003).
En 2007 publicó en su país una antología de sus poemas, No hablamos de sus ojos.
Estudió informática y cine, y se considera discípulo y seguidor de otro importante poeta y escritor iraní, Ahmad Shamlou (1925- 2000), gran estudioso del folklore autóctono. Creó y dirigió varios sitios web iraníes, como el sitio oficial de Ahmad Shamlou y The House of World Poets, y editó una antología en farsi, La casa de los poetas del mundo (2007), que recoge poemas de más de trescientos poetas modernos de diversos países, y otra de mujeres poetas afganas, Canciones de amor y guerra (2008). Recientemente ha preparado una antología de poesía finlandesa en farsi con una beca de la fundación finesa para la literatura FILI.
Como traductor, ha vertido al farsi sobre todo poetas eslavos, entre los que figuran los checos Vladimir Holan, Jiři Orten y Vítezslav Nezval, el eslovaco Milan Rufus, los polacos Anna Swirszczynska y Zbigniew Herbert y el serbio Vasko Popa. También ha traducido a su lengua poemas de Clara Janés y Antonio Gamoneda, del rumano Nichita Stanescu, del turco Ilhan Berk, la palestina Nathalie Handal y los estadounidenses Denise Levertov y Mark Strand.
Se considera anarquista y ateo, y es miembro del Movimiento Verde iraní, enfrentado con el régimen teocrático y totalitario instaurado en Irán.
En 2010 recibió el Primer Premio Internacional Poesía de Miedo, convocado por La Casa del Poeta, y en 2011 obtuvo la IV Beca Internacional Antonio Machado, gracias a la cual escribió el presente libro, Visible como el aire, legible como la muerte.
De ’VISIBLE COMO EL AIRE, LEGIBLE COMO LA MUERTE’
Olifante, Ediciones de Poesía
Por MOHSEN EMADI
Traducción: Manuel Baigorri, Manuel Llinás y Mohsen Emadi
© Fotografía: Lucia Paprckova.
Tom Waits por Mark Seliger.
14
Cuando cierras los ojos
mi yegua se yergue, la pantera merodea alrededor de la aldea
y los duendes se apedrean entre sí.
Pero tú
cada noche me ves como si hubiera asesinado a un dictador,
como si me persiguieran,
a veces abres los ojos y me ves de permiso preventivo
acaso resurgido de la tumba.
Pero mi yegua está en el establo, la pantera en mi mirada
y los duendes ocultos en mis bolsillos.
Afuera llueve y me miras,
no se sabe por qué mi yegua cocea la puerta y relincha,
la pantera me desgarra la vista y lloro,
meto la mano en el bolsillo y ningún duende se agita,
del bolsillo saco la frialdad metálica de un revólver
y disparo a la lluvia.
Cae la cortina del día,
te agarras la cabeza entre las manos,
tu corazón se acelera,
desconocidos arrancan la puerta
y se me llevan arrastrando mi cuerpo por las escaleras,
por el asfalto mojado, por los papeles.
En algún lugar en mitad de las palabras
la orden de disparar quema el papel.
Afuera llueve y me miras,
regreso de mi tumba como siempre.
15
Cuando
se hizo la luz
todos los duendes
escaparon.
Cambiaron de camino
y se escondieron en los bolsillos de nuestros abrigos
bajo las mantas
bajo los párpados
bajo la piel de las palabras oscuras:
–¿Me quieres?
–Sí, ¡te quiero!
¿Hombre o mujer?
no está claro,
finalmente uno dirá:
¡Apaga la luz y desnúdate!
A lo largo de un día
pueden imaginarse miles de maneras de morir,
enterrarse en milenios,
entregarse a la tierra
o al agua,
al fuego
o al viento.
Una parte
de nuestra muerte
se oculta en cada cosa,
en la flor,
en la taza de café,
en la vela,
en el beso y la poesía.
«Si un día
quieres deshacerte de mí
prométeme
que hallarás
un camino nuevo para mi cadáver».
16
Ninguna mujer
ha podido desnudarme,
revelarme,
rodearme,
envolverme.
Esta voz llega de un rincón perdido,
se abren por sí solos los botones de mi túnica,
mi piel se estremece,
se desmoronan ciudades
construidas sobre mi piel,
mi cuerpo se desvanece
en una aureola de polvo.
Descorro las cortinas,
desconecto el teléfono,
me tumbo en el suelo de mi cuarto,
la gente huye de mi cuerpo en una polvareda,
en calzoncillos,
en camiseta,
sin ropa.
Mi piel se agrieta,
mi cuerpo arroja tinajas antiguas,
esqueletos de mujeres enterradas en mí,
regalos de cumpleaños, cartas, fotos,
la voz se filtra en las grietas de mi piel,
las paredes de la habitación rezuman,
el techo gotea, y el timbre de la puerta está mojado.
Abro, la escalera
está mojada.
Tus zapatos, mojados: Tu voz está mojada,
abres la ventana y barres los pedazos de palabras,
beso a beso
sanas las grietas de mi cuerpo,
me cobijas en tu seno
y mi voz se alza desde un rincón perdido,
no tiemblo.
Es de noche,
no estás en casa,
las estrellas son de polvo,
mi desnudez es polvo,
toda la noche
mi casa
se oscurece,
se ilumina.
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ABISMAL
Si un día el diluvio trae una pantera triste y la puerta de un santua-
rio; si con la piel de la pantera tejen una túnica y hacen un collar
con sus dientes, sé que quien se ponga la túnica se desvanecerá y
quien se ponga el collar habrá de llevar la cabeza bajo el brazo.
Arranco la puerta del santuario y la levanto en el portal de mi casa,
entre crujidos se abre a un corro de mujeres que acarician sobre
su regazo los cabellos de su propia cabeza.
Afuera.
Cabezas sin cuerpo cantan alrededor de una hoguera. He perdido
mi voz; rujo palabra por palabra y la puerta se abre y se cierra al
ritmo de mi voz.
Llueve.
La desnudez de una mujer llama a la puerta con una barca a hom-
bros; saludo entre rugidos de pantera, la puerta gime. Callada,
descarga su barca en un rincón. Sube a la barca y se queda dor-
mida. La casa está inundada. El agua arrastra cadáveres de mujer.
Arrastra la puerta. Arrastra mi voz.
remamos.
remamos en busca de mi voz. Mi legado es una puerta. Al salir
por ella una mujer mi voz se quiebra y en ese extraño ruido la casa
se desploma. Siempre que mi cama es una barca atrae la desnudez
de una mujer. Húmeda desnudez de mujer.
Callada.
Arranco la puerta con su marco y la planto en mi azotea. Sopla el
viento. Surgen fusiles en el marco (me apuntan a la garganta).
Sopla el viento. Sopla y miles de panteras heridas brotan de mi
boca. Desnudo. Desnudez de mujer.
Húmeda.
Escapa de entre los fusiles, besa la puerta, se arrodilla ante mí.
Surgen panteras de su pelo. Acaricio tus cabellos; se cerrará la
puerta, en ella repiquetearán ruidos y vientos. No abriré, y la voz
perdida del hombre se convertirá en sangre fluyendo entre las
grietas. Se mezclará con la lluvia que caerá, y correrá por canales
y venas de la ciudad. Te beso; con cada aliento la sangre brota de
mi garganta, forma mi voz. Tú estás callada.
Hablando en mí.
No hay nadie en la azotea. Me levanto y recojo todos los retratos,
retratos de miles de manos con fusiles, túnicas; retratos de cabe-
zas de mujer. Un flujo de sangre resbala por el borde del papel.
Enciendo una cerilla. Arrojo a las llamas túnicas y papeles; el
fuego tiene tu silueta y anhelo acariciar tus cabellos, extiendo la
mano y me hago poeta.
Mi legado es un coágulo de sangre que contemplo en la palma de
mi mano. Cada vez que hago fuego aparece una adivina con tus
ojos presagiándome
una muerte horrible.
Cojo mi pluma y la sangre fluye de mi mano; tus cabellos son mis
versos, en cada trazo una pantera ruge.
En el balcón, lleno de tierra la cuna de mi infancia;
en ella planto rosas rojas y las riego,
mezo la cuna,
la ciudad está en silencio.
*Todas las fotos son de Mark Seliger, un estupendo retratista y fotógrafo de moda.
2 comentarios
Lamia -
Albert Lázaro-Tinaut -