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Antón Castro

ÁNGEL PETISME: UN DIÁLOGO

Petisme por Juan Miguel Morales.

 

ANGEL PETISME. El escritor y cantante zaragozano, nacido en 1962, publica ‘Del corazón a los labios. Canciones’ (Hiperión), donde recoge más de un centenar de poemas que se han convertido en melodía en diez álbumes a lo largo de más de dos décadas.

 

“Soy un politoxicómano de todo: libros

películas, mujeres, tragos, de la vida”

 

“Todo es compromiso menos la muerte”

 

 

 

¿Qué lugar ha ocupado la poesía en su vida?

Empecé a escribir a los once años, devoraba toda la poesía que caía en mis manos, Machado, Tagore, Juan Ramón… La poesía completa de Miguel Labordeta, en la colección Fuendetodos, creo que la robé de la biblioteca de la Plaza de los Sitios, la quería sólo para mí. La poesía es mi cordón umbilical con el mundo, las raíces que me mantienen firme y alimentan, mi toma de tierra eléctrica con la realidad, también mi religión, mi forma de estar, de comprender el mundo y trascenderlo.

En 1990, apareció ‘La habitación salvaje’. ¿Cómo se gestó aquel disco?

Yo andaba allá por el 87 tocando por bares de Madrid temas míos con Petisme y Los Sin Techo, y el sonido era muy guitarrero y cañero y yo parecía una mezcla entre Iggy Pop y Bowie, con el pelo teñido de zanahoria o rubio. Después Aute, uno de mis padrinos musicales, me pagó una maqueta de tres temas muy comerciales para mostrarla en multinacionales. Afortunadamente a última hora una se echó atrás y entonces me dio por ir al zoo de Madrid, escribía pequeños poemas delante de las jaulas y poco a poco fueron creciendo y les fui poniendo música a ‘Ardiendo en la oscuridad’, ‘Eros y Thanatos’, ‘El sueño del cazador’, etc.

-Allí estaban muchos de tus temas: el amor y el deseo, el neorromanticismo, la naturaleza, el eco de la cultura...

Sí, era mi primer disco en solitario y solté todo el arsenal hedonista de filias y pasiones. He necesitado siempre la libertad como un valor primordial, sin ella otros valores no existen.

‘Turistas en el paraíso’ fue una apuesta por el pop más lírico y refinado.

Yo diría más rockero que pop, eran letras muy trabajadas, con imágenes casi como fotogramas o juegos surrealistas, donde dominaba la pasión pero ya aparece la mirada al dolor del mundo en temas como ‘Belchite’, ‘Sueña conmigo’ o la infancia, la inocencia perdida y el paisaje aragonés en ‘Los trenes de septiembre’ o ‘Trae contigo la lluvia’. Conseguimos con la producción un halo de frescura y mucha fuerza.

‘El Singapur’ era un viaje físico y un viaje simbólico.

Algunas canciones las escribí en Chile en 1993. Hay canciones dulces y evocadoras  como ‘Los ríos de Venus’ o ‘Amor y cartografía’ que escribimos Gabriel Sopeña y yo, pero también temas apocalípticos, duros y reivindicativos como ‘Bailando en campos minados’, ‘Ciudades y mujeres’, ‘Llegan los bárbaros’ ... Había muy buenas canciones pero la producción fue accidentada y no me dejaron elegir al productor.  

 Con el paso del tiempo, parece que su disco más redondo es ‘Cierzo’. ¿Cómo lo define?

Es mi entrada en la madurez, en la órbita de Saturno. Lo compongo con 35 años, ahí está la pérdida de la juventud y por tanto de la inmortalidad, la presencia real de la muerte en ‘Golpes de mar’, ‘Julieta’, ‘No somos nada’, el amor ya no desbocado en ‘Necesito de tu magia’. Y supongo que también de esa crisis personal, de sentirme perdido tras abandonar Fonomusic, yo me inventé mi Macondo, ese viejo solar en Saturno que era pero no era Aragón. Recuerdo que me saltaban las lágrimas mientras componía y cantaba las estrofas de “Somos los hijos del cierzo, pinturas negras del cierzo…”     

¿Qué pretendía hacer con ‘El Tranvía Verde’: un himno de Aragón quizá?

Lo medio compuse en Oporto, en el verano del 95, viendo los tranvías que bajaban o subían hacia el Duero. Eso me transportó a la línea 29, el tranvía que cogía en las Balsas del Ebro Viejo para subir a los escolapios del Cascajo. Jamás pretendo nada cuando hago una canción y menos escribir himnos. Salió así. Hay como una invitación a la autoestima, a subirnos todos a ese “carro volador”, a querernos y cuidarnos mucho, a descubrir lo grandes que hemos sido y podemos ser.

¿Cuál ha sido la importancia del humor en tus canciones?

El humor nos salva de la oscuridad, de la extrema lucidez. El humor y la risa nos hacen inteligentes, son un espejo para que la muerte se mire en él y salga huyendo.

¿De qué se alimenta un artista como usted?

No tengo kriptonita. La fuerza y la rasmia para levantarme cuando caigo y la pasión para gozar de cada instante me la regalaron mis padres en sus genes. Me gusta probarlo todo, conocer para amar, perder para cantar. Soy un politoxicómano de todo, de libros, películas, mujeres, tragos, de la vida.

Ha rendido homenaje a Luis Buñuel y al río Ebro. ¿Por qué?

Buñuel es la imaginación, la libertad creativa absoluta, la independencia, el valor de los sueños, el juego, el  Rh  aragonés por excelencia: individualista, universal, terco, ilustrado. Me apasiona su cine y fui muy feliz preparando y haciendo ese disco. ‘Río ebrio’ lo grabé en 2008 en el laboratorio de sonido del Centro Cívico Delicias. De niño jugábamos en las huertas de Ranillas, robábamos fruta y nos bañábamos en el río donde empezaba la Química.

Su música y sus canciones han evolucionado hacia el compromiso y la defensa de los desheredados...

Creo que es una imagen distorsionada de mí. Probablemente mi activismo pacifista desde 2002 con los viajes a Iraq, Palestina, los campamentos saharauis, han podido crear ese espejismo. Tener un hijo, educarlo, elegir una carrera, enamorarte, salir a la calle a buscar trabajo: todo es compromiso menos la muerte. De la piedad, de la compasión, del interés por el dolor de alguien que no es pariente nuestro, nacen el compromiso y la solidaridad. 

¿Para qué sirve una canción?

En ‘La última canción’ el estribillo dice: “De qué sirve una canción si no te hace temblar, de qué sirve una caricia si no hay electricidad”. Las canciones son pequeñas lecciones de vida, bálsamos, pócimas mágicas para ver -cuando los antivirus no funcionan y te viene el bajón- los vasos medio llenos y seguir levantándote cada mañana con ilusión.

¿Cuál es su propia canción favorita?

‘Los nadadores’, ‘Golpes de mar’, ‘Los sueños se revelan’, ‘Necesito de tu magia’. Me gustan mucho canciones nuevas que he compuesto hace poco como ‘Una vela en la oscuridad’ que está dedicada a Félix Romeo. Él me dictó esa canción para que nunca le olvidase y abandonase, una canción bálsamo para que yo pasase a otra fase del duelo, más serena y luminosa.      

¿Qué es lo más bonito que le ha ocurrido en la música?

Me ha permitido viajar y pisar Asia, África, América, conocer gente increíble, llenarme de la vida de otros en situaciones límite. Un fan me pidió si podía ir a su boda y cantar en misa ‘Yo cuidaré de ti’ como regalo para su esposa.

 

 

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