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Antón Castro

LUIS POUSA: EL BUS DE LA ALCARRIA

LUIS POUSA: EL BUS DE LA ALCARRIA

‘BREVIARIO DEL BUS’ DE LUIS POUSA:

FICCIÓN, MEMORIA Y TRANSPORTE

[Luis Pousa Rodríguez es escritor (narrador y poeta) y periodista en ‘La voz de Galicia’. Trabaja en un delicioso libro sobre el transporte, un libro de ficción y de memoria, que ha colgado en buena parte en el blog de Enrique Vila-Matas, en el texto ‘Breviario del bus’, dividido en 19 partes, por ahora. ]

http://www.enriquevilamatas.com/escritores/escrpousal1.html

 

DE ‘BREVIARIO DEL BUS’

Luis POUSA RODRÍGUEZ

XVIII. EL BUS DE LA ALCARRIA

El Cela andarín de 1946 poco tenía que ver con el CJC de sus postrimerías, aquel literato a quien el Nobel tumbó sobre la lona de una sola hostia y que acabó sus días imitándose a sí mismo, como esos personajes que adoptan los tics y los absurdos de sus propias caricaturas. Tengo otros nombres con idéntica patología hirviéndome en la cabeza, pero mejor me los callo, porque los políticos tienen rencor para rato largo. A los políticos les das media galleta en un siglo y, ya puestos, los tíos te esperan al doblar la esquina del siguiente milenio, con el machete preparado para seccionarte las gónadas, sin perder ni por un solo segundo esa sonrisa blanqueada que tanto brilla en los cartelones electorales.

Pero estábamos hablando de seres con neuronas, no de esos transistores averiados que ocupan escaño en la carrera de San Jerónimo. Estábamos con CJC, que antes de disfrazarse de su propia caricatura era un escritor de tomo y lomo, de esos que se recrean con la muleta en la mano, exhibiendo una destreza que solo se adquiere meneándosela mucho (y con mucho tino) mientras con la zurda se sostienen y se escrutan las palabras de los gigantes de la literatura.

En 1946 Cela todavía era Cela y decidió echarse al camino para contarnos la Alcarria a pie de arroyo, a pie de quejigo, a pie de Tajo, río literario hasta su extremaunción en la impagable Lisboa de todos los Pessoas.

Tajo arriba, en las tierras de la Alcarria, cuando Zorita era Zorita de los Canes y no el estéril sinónimo de una añosa central nuclear, CJC en una de las curvas de su camino se sube al bus, que según la cita de Josep Pla que planta el autor en el arranque del décimo capítulo de este libro proporciona al viajero un “vuelo gallináceo”. CJC, que aún no es el Cela último de las palanganas y las farándulas televisadas, salta al estribo de un coche de línea y se hace un hueco entre los bulliciosos gitanos y las modistillas:

“Cuando el autobús echa a andar, la gente se va acoplando. El acoplamiento es, a veces, doloroso”.

Aquel bus de 1946 daba otra dimensión del tiempo al viajero, que hoy en día se teletransporta casi sin observar el paso acelerado de los postes de telégrafos plantados entre su origen y su destino. Es más, ya no sé ni siquiera si todavía existen aquellos postes telegráficos que adornaban el paso de los trenes por las llanuras de Castilla. A lo mejor sólo es un recuerdo que se ha quedado atrapado en un rincón de las meninges. El camino, en 1946, no era un estorbo, sino que era parte del viaje mismo. Así, el Cela andarín llega a las once de la mañana a un pueblo llamado Tendilla y recibe el aviso de que tiene que aguardar hasta las siete y media por el coche de línea que va a Pastrana. O sea, que lo que el automovilista del 2010 despacha en unos minutos de autopista clónica, en 1946 permitía al caminante demorarse en “un pueblo de soportales planos, largo como una longaniza y estirado todo a lo largo de la carretera” y “donde tiene un olivar el escritor don Pío Baroja, para poder tener aceite todo el año”. Hay tiempo para todo, hay horas largas por delante hasta echar a andar hacia el empalme de Tendilla, donde tropieza con una tabernita en medio del campo que “era algo muy parecido al paraíso terrenal”.

Era 1946, otro siglo, otro mundo. En Zorita de los Canes los átomos sólo bailaban en el agua tiznada del Tajo.

 

1 comentario

Luís -

Graciñas, amigo Antón. Apertas desde Arteixo City.
Luís