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Antón Castro

LAURA FREIXAS: DEL DIARIO ÍNTIMO

LAURA FREIXAS: DEL DIARIO ÍNTIMO

[Laura Freixas (Barcelona, 1958) presentaba ayer en la librería Cálamo su nuevo libro, ‘Una vida subterránea. Diario 1991-1994’, que publica el sello Errata Naturae de Madrid. He aquí una entrevista sobre el libro y la concepción de su concepción de la escritura. Un amplio fragmento de este texto se publicó en Heraldo.es]

 

¿Por qué y para quién se escriben los diarios?

 El diario en un primer momento se escribe para una misma, para saber dónde está, quién es, para definirse, aunque en realidad ese definirse no es tanto descubrir cómo crear la propia identidad. Claro que quienes somos escritoras profesionales sabemos que es posible que ese diario salga a la luz alguna vez. Existe el riesgo de que eso falsee y limite la escritura. A mí ese riesgo me preocupa -he leído demasiados diarios obviamente escritos pensando en el público, y su falsedad, su composición de un "personaje", me irritan bastante-, y  mi manera de evitarlo es dejar un margen muy amplio entre la escritura y la publicación: un margen de tiempo (veinte años) y un margen de contenido, es decir, la posibilidad que me doy a mí misma y que uso de escribir primero con toda libertad, pero quitar luego, para la publicación, algunas cosas excesivavmente íntimas o que conciernen a terceros o juicios muy duros, etc.

 

Dices en el prólogo que “el diario es un género en la frontera, en el filo de la literatura: eso lo hace paradójico y, para mí fascinante”. En el texto mismo, también lo calificas de intimista. ¿Cuál es el ese misterio del diario? ¿Es o no es literatura?

 Precisamente uno de los atractivos, para mí, de la literatura, es que sus fronteras son fluctuantes, y que quienes escribimos podemos empujarlas. Los géneros establecidos -novela, cuento, ensayo, poesía...- tienen la ventaja de ofrecer una estructura bastante prefabricada, pero eso, que es una facilidad, les da también un punto previsible, impersonal. Yo intento hacer cosas diferentes: por ejemplo publicar mi diario, algo que hacen poquísimos escritores y casi ninguna escritora, al menos en nuestro país. Es un diario también diferente en la medida en que mezcla la materia tradicional de los diarios de escritores -que hablan de libros, de ideas, de la vida literaria...-, con temas raramente tratados en ellos, como la maternidad.

El diario está fechado entre 1991 y 1994, y responde a un periodo de incertidumbre, de búsqueda, de fragilidad. ¿Veías así tu vida?

 Sí, fue una época difícil, aunque vista desde fuera no lo parezca. Tenía una buena situación profesional, económica, personal... pero lo que para mí ha sido siempre lo más importante: mi identidad de escritora, estaba en entredicho. al releerlo me ha sorprendido cómo me hería entonces, a los 30 y tantos, el paso del tiempo, mientras que ahora, con 54, no me duele en absoluto.

¿En qué medida es un texto sobre la vocación literaria?

 Evidentemente es uno de los principales temas, si no el principal, del diario, porque lo es de mi vida. El otro gran tema son las relaciones personales, que en esa época se concretaban en el deseo de tener hijos.

Hay dos cosas curiosas: reflexionas mucho sobre la escritura de una novela y el embarazo, la necesidad de ser madre. ¿Se parece el acto de creación a la maternidad?

 Se parecen mucho, ambos son un deseo de crear algo que lleve la marca de una, aunque los libros son de una más que los hijos, que se hacen independientes y se pertenecen a sí mismos. Yo quería ser escritora más de lo que quería ser madre. De no ser madre me habría consolado; de fracasar como escritora, jamás, habría sido una tragedia. 

Dices: “Estoy desesperada con la novela”. ¿Era para tanto?

Hoy veo que un libro más o menos no es tan importante. Me obsesioné con ese porque ser escritora fue siempre el gran sueño, la mayor aspiración, de mi vida, y terminar esa novela y verla publicada era como el primer obstáculo con que me encontraba, si no lo saltaba no sabía si iba a poder seguir.

¿Es un libro, en cierto modo una novela, sobre la incertidumbre del creador? Por ejemplo, tras leer a José Donoso, constatas que “ni siquiera los escritores –los buenos, quiero decir- son invulnerables a la mediocridad y al fracaso, a la vez, a la vulgaridad, a la fealdad”...

Sí, está bien visto, es un libro sobre las dificultades de todo tipo -no sólo técnicas o de disciplina de trabajo, sino sobre todo, como tú dices, de incertidumbre- que comporta la creación. Supongo que una de las condiciones para conseguir algo en la vida es no idealizarlo demasiado (como intentaba hacerme entender mi psicoanalista), y esa lección de realismo de Donoso me vino muy bien.

En aquellos momentos la sociedad la literaria parecía no interesarte mucho...  dices, por ejemplo, que conocen las novelas de autores como Marías, Benet, Millás, Muñoz Molina..., pero “sus personas físicas me resultan, en comparación con ellas, prescindibles, irreales y hasta un poco irritantes; me estorban”. ¿Sigues pensando lo mismo?

Pues un poco sí, pero no es culpa de nadie, sino mía: me siento torpe en la vida social, o socioprofesional, supongo que por eso trabajo sola en mi casa y no formo parte de ningún cotarro, aunque con el tiempo me hecho algunas, pocas, amistades en el mundo de la literatura.

Por cierto, entre los escritores que salvas claramente figuran tres: Virginia Woolf, Carmen Martín Gaite y Mercè Rodoreda. ¿Qué les debes?

 Les debo dos cosas: una, un modelo personal de cómo ser escritora, algo que no es tan fácil ni obvio como algunos creen; dos: una literatura con personajes femeninos ricos, variados, creíbles. 

¿Qué queda de una colección como El espejo de tinta?

Dio a conocer a autoras y autores que nunca se habían publicado en España (Elfriede Jelinek, Amos Oz), difundió a otras que habían pasado desapercibidas (Clarice Lispector, Jean Rhys), puso de moda los libros de cuentos colectivos (con Cuentos eróticos, Cuentos de terror...) y fue, que yo sepa, la primera en tener una línea sostenida de memorias y autobiografías(Paul Bowles), epistolarios (SYlvia Plath, Marina Tsvietáieva con Rilke y PAsternak, Emily Dickinson...), diarios (Joe Orton). Y como se desprende de los ejemplos que he dado, fue una colección muy paritaria, con  muchas escritoras, aunque no lo hice deliberadamente: entonces no tenía la conciencia que tengo ahora de lo desigual que es la cultura reinante; simplemente publiqué a autoras que me gustaban.

 ¿Por qué en algunos casos dices los nombres de verdad y en otros lugares los enmascaras?

Pongo los nombres auténticos cuando se trata de personas públicas a las que muestro en su faceta pública. Si se trata de personas públicas en su faceta privada, o de personas privadas, he aplicado distintos criterios a la hora de poner o no sus nombres: o bien les he preguntado directamente, o he juzgado por mí misma si les gustaría o no  lo que digo de ellas o ellos.

¿Por qué escriben tan pocos diarios las mujeres?

Porque el sexismo sigue muy vivo aunque ya nadie lo defienda explícitamente, y una de las muchas normas sexistas tácitas es que una mujer se debe ante todo a sus relaciones personales, al ámbito privado; cuando expone su intimidad en una obra literaria, se la ataca, se la ridiculiza, se la rebaja... No hay más que ver lo que ha dicho la crítica, o cierto público, del diario de Susan Sontag o de las obras autobiográficas de Annie Ernaux o de las novelas y la persona de Lucía Etxebarría. 

Al releer el libro, al prepararlo para la edición, ¿cómo te has visto, en qué has cambiado?

Me ha sorprendido verme tan deprimida. Fue una época difícil, de soledad -tenía pareja, pero acababa de llegar a Madrid y no tenía amistades ni relaciones profesionales- y de doble esterilidad, literaria y en cuanto al intento de ser madre. Me siento mucho más alegre, vital, tranquila, y en definitiva feliz, hoy en día.

Tomo la portada de aquí:

https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-aeb7f8b251cb253d4407771a7249c929.png

Y la última foto de Laura Freixas de aquí:

colorpalabras.blogspot.com

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