CHEMA CONESA: LUZ DEL RETRATO
El sábado estuve en Madrid. Iba para conocer a mi primera nieta, Greta, que tiene ocho días. Es hija de Aloma y de David Barreiros. Fui con mi suegra Isabel Brumós, que pronto partirá hacia Valencia con mis cuñados Isabel y José Antonio Ortuño, el hombre que vuela en sueños; Isabel, de 84 años, viajaba por vez primera a Madrid. En un momento dado, poco antes de comer en Lamucca, fui a ver la exposición de Chema Conesa. He seguido, como muchos de vosotros, al fotógrafo murciano, nacido en 1952, en ‘El País’ y en ‘El Mundo’ y en otros muchos proyectos.
Me entusiasma su trabajo. Siempre me ha parecido un fotógrafo minucioso, detallista, con una mirada especial, capaz de hallar matices, sorpresas, hondura, capaz de crear atmósferas, intensidad, belleza, fulgor e inspiración. Posee un sentido incesante hacia la invención. La exposición que se exhibe en Alcalá 31 es amplia, enorme, en todos los sentidos: por variedad de propuestas, por líneas de inspiración y estéticas, por calidad de los personajes, por un sinfín de detalles, como cuenta Rosa Montero en el prólogo a la monografía que le ha dedicado La Fábrica en Photobolsillo. Es difícil quedarse con un único retrato: Chema Conesa es narrativo, intuitivo y psicológico; es capaz de hacer fotos de contexto, como la Patxi López, o componer un relato directo deslumbrante. Tiene la facultad de crear, elaborar una fotonarración o ajustar su retrato a la personalidad y al mundo del retratado, pero también es capaz de pensar y ejecutar un retrato de puesta en escena irrebatible.
‘Retratos de papel’ es una auténtica maravilla: cuando hace fotos en blanco y negro, logra una calidad prodigiosa; si las hace en color, parece reinventarlo todo: la tensión cromática, la belleza, el detalle, el gesto, la metonimia (de repente la firma de Miguel Delibes, con sus manos de cazador, adquiere un valor simbólico, vinculado a la tierra, a la creación, al paisaje), el color mismo. Hay auténticas maravillas. Chema Conesa es un extraordinario fotógrafo. Sin exageración alguna. Lleva muchos muchos muchos años en el oficio y no ha perdido ni el arte de la composición ni la percepción del asombro.
*Una foto de Camarón de 1986.
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