KEMPES O EL OLVIDO QUE SEREMOS
REGATE EN EL AIRE
Kempes, el olvido que seremos
Argentina y el fútbol forman un binomio indisoluble. Allí el fútbol se vive con fervor, como una pulsión primaria, como si la pelota circulase por la sangre con los leucocitos. El periodismo deportivo ha cambiado tanto que hace unos días en ‘Radio Marca’ un locutor decía que un señor le había pedido que contasen más “donde está la pelota”. Ahí mismo oí un homenaje al periodista argentino ‘Topo’ López, que falleció tras un accidente en su taxi, el mismo que en uno de sus artículos en ‘As’ se preguntaba: “¿De qué PlayStation viniste, Messi?”. El locutor Fantino retransmitía la tanda de penaltis contra Holanda y lo hacía como solo ellos saben hacerlo: como si el mundo estuviera a punto de desplomarse, como si desafiasen en cada impacto la posibilidad inmediata del infarto o la ciudad viviese unos fatales amores de tango. El locutor gritó: “Volaste vos, ‘Topo’ López, volaste con Chiquito Romero, le diste más impulso”. Agregó otras expresiones, repletas de metáforas que habrían firmado Roberto Fontanarrosa u Osvaldo Soriano. Su compañera Valeria Brunatti se enteró del drama porque recibió un tuit de Simeone: «No solo fue un gran periodista, se fue también un amigo. Mucho dolor”. La muerte en directo, de noche y en las redes sociales.
Estos días se habla mucho de dos finales: la de México-1986 y la de Italia-1990. La primera la ganó Argentina gracias al inolvidable torneo de Maradona, muy superior al que está realizando Messi; en la segunda venció Alemania, de penalti, y el Barrilete cósmico, que jugó infiltrado, no logró atemorizar tanto a los teutones como lo había hecho con Brasil e Italia.
Cuando se habla de los ases argentinos, siempre se citan a Di Stéfano, Maradona y Messi, y a veces aparecen por ahí Rattín, Sívori, Stábile, etc., pero rara vez se recuerda a una gran figura: Mario Alberto Kempes, ‘el Matador’, un futbolista genial que debutó en Alemania-1974 y que en Argentina-1978 fue el mejor jugador, con diferencia, y el máximo goleador con seis tantos. En la final marcó dos goles, lo que ahora se le pide a Messi, y tenía la rara facultad de convertirse en un futbolista orquesta y en su vocalista más afinado.
Kempes ha sido un jugador portentoso. En muchos aspectos comparable a Maradona y Messi, aunque con menos literatura. Poseía una zurda exquisita: llevaba el balón cosido al pie y tenía velocidad, un poderoso cambio de ritmo, reaccionaba con rapidez, remataba con sutileza o con fuerza, e iba bien de cabeza. Su regate era soberbio: hábil, de malabarista. Elegante de estampa y veloz, de largas melenas, le encantaba desafiar a cualquier defensa. Aunque era un mediapunta, desplazado hacia la izquierda, se movía por todas las zonas desde el centro del campo hacia arriba. Parecía un caballo negro y canchero con las crines al viento.
He vuelto a ver sus goles, su despliegue, su inmenso talento y su sentido de la belleza. Me alarma que no se le recuerde y que no se invoque su magisterio y su condición de líder ante la final del domingo. Aquella Argentina tenía otros líderes, Ardiles y Pasarella, que eran los Mascherano del momento, pero él era la figura, la estrella, la magia.
Qué diferente es su juego al de Messi, irreconocible, de hoy: qué trabajo, qué intensidad, qué ambición. No se le veía atisbo de melancolía o de fatalidad: ahí estaba, con la zurda dispuesta. En él –dos pichichis con el Valencia, campeón de Copa y Recopa con el club che, mejor jugador del mundo en 1978- también habría que fijarse. Fue el héroe y está postergado. Por ejemplo, Bernard Morlino escribe 37 ‘Retratos legendarios del fútbol’ (Edimat, 2013) y Kempes no aparece. ‘El olvido que seremos’ se titula una perfecta novela de Héctor Abad Facciolince.
*Este texto apareció ayer en Heraldo, en vísperas de la final.
-La foto la tomo de aquí:
https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-51f69798a6b3785ae35da764f4235d48.jpg
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