TRES DÍAS DE CINE CON ÁLEX ANGULO
[Jorge Rodríguez Gascón trabajó con el fallecido Álex Angulo en el corto ’El hueco de Tristán Boj’ (2008), de Paula Ortiz, en 2005. Tras enterarse de su muerte, ha querido recordar aquellos tres días de rodaje, de afecto y de complicidad del actor nacido en Erandio en 1953.]
TRES DÍAS DE CINE CON ÁLEX ANGULO
Por Jorge RODRÍGUEZ GASCÓN
Mi afición por el cine no tiene mucho que ver con Álex Angulo. A los 12 años era un obseso de las películas del oeste y me sabía los diálogos de las grandes películas de John Ford. Estudiaba la ficha técnica de las películas y aún recuerdo el año de realización y el reparto de muchas de las obras del western. Solía vestirme de vaquero y tenía un colt 44 que acabé por romper en uno de mis tiroteos ficticios. Veía las películas de un modo enfermizo. Mi madre estuvo cerca de prohibirme ver Centauros del desierto cuando le recité los diálogos en gallego. Creo que fue en ese momento cuando decidí que quería ser actor como John Wayne o Henry Fonda.
Mi hermano mayor se movía en un entorno cinematográfico. Había escrito algunos cortometrajes y observaba con curiosidad mi obsesión por el cine. No sé si llegué a decirle que quería ser actor. En cualquier caso, se lo comentó a su amiga Paula Ortiz, que me dio la oportunidad de trabajar en dos cortos: El rostro de Ido y Fotos de familia. En el primero era un extra que daba toques al balón en una de las escenas y en el segundo era una especie de niño de la calle que cuidaba de su gato.
En mi tercera participación Paula Ortiz me dio un papel importante y la oportunidad de aprender de un actor veterano: Álex Angulo. Trabajamos en el Centro de Tecnologías Avanzadas, en un corto detallista en el que sucedían dos historias paralelas. La primera era una historia de amor entre marionetas, en la segunda el dueño de la tienda (Álex Angulo) le mostraba la realidad de la vida a un niño caprichoso que solo quería la avioneta más nueva.
Recuerdo la llegada de Álex Angulo al centro. Para mí era lo más parecido a una estrella de cine que había visto. Llegó con una gorra y la barba sin recortar. Arrastraba una maleta por el suelo del plató y nos enseñó con ojos emocionados la foto de una niña oriental a la que acababa de apadrinar. Me saludó con un firme apretón de manos y una amplia sonrisa. Casi sin tiempo para presentarnos, fuimos a ensayar. Nos metimos en un aula amplia y en dos frases Angulo ya parecía llevar toda una vida como dueño de una tienda de marionetas. Cambió el tono de voz y no tardé en echarme a reír. Era divertido y sencillo, te miraba intensamente a través de unas gafas demasiado bajas.
Reconozco que durante unas horas sus palabras me imponían mucho respeto. Pero cuando empezamos a grabar me ayudó en todo lo que pudo. A su lado tuve la sensación de que nunca llegué a ser actor, pero su complicidad fue clave para no destrozar el corto. Le sorprendía mi afición por el western.
Me hablaba muy bien de los cortometrajes y me decía que el teatro es uno de los grandes barómetros para los actores. “Te encuentras solo en un escenario ante un público que en pocos segundos te muestra su opinión acerca de tu trabajo, no hay nada más real que eso”. Me decía que en la televisión estaba la pasta y que en el cine era el lugar en el que más te aproximabas al arte. Me hablaba con gratitud de Álex de la Iglesia y me decía que no debería limitar mis conocimientos cinematográficos al western. Cuando acabó el rodaje me dio la sensación de haber asistido a un curso de interpretación. Álex Angulo se despidió de mí con una sonrisa y un abrazo. Se marchó con la misma gorra con la que llegó, esta vez con la barba bien recortada y arrastrando una maleta aún más pesada.
En el estreno sentí cierta vergüenza de mi interpretación: no me gustaban mi voz ni mi aspecto ni mi entonación. Sentí también mucha admiración por Álex Angulo. En la pantalla me impresionaron sus gestos y su voz firme. Le agradecí a Paula Ortiz la oportunidad que me concedió. Pero quizá al ver a Ángulo ante las cámaras tuve la sensación de que yo no servía para el cine. Me alejé de ese mundo, y le perdí la pista a Álex Angulo.
Ayer estaba viendo Celebrity, de Woody Allen, uno de los directores que Angulo me recomendó, cuando mi padre me dio la mala noticia. Álex Angulo falleció en un accidente de tráfico en las cercanías de la localidad de Fuenmayor. Venía en dirección a Zaragoza, el lugar en el que coincidimos hace 7 años. No había vuelto a verlo. Pero siempre que le veía en pantalla intentaba imitar esa sonrisa con la que se había despedido de mí.
*Esta foto es cortesía de Ignacio Estaregui. Álex Angulo estaba trabajando en ’Bendita calamidad’ con Gaiza Urresti, acababa de hacerlo con Ignacio Estaregui en ’Just&cia’, también lo ha hecho con Alejandro Cortés y había trabajado con Paula Ortiz en ’De tu ventana a la mía’. Le daba la réplica a Luisa Gavasa. Y la amaba en silencio.
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ana a. -